TRIBUNA
Opinión
El diario La Vanguardia publicaba
recientemente un estudio
sobre las últimas elecciones generales con una terminante conclusión: la mayoría de los españoles optó porque la derecha gobernara
España los próximos cuatro años. El mapa que ilustraba el análisis,
teñido de azul, era lo suficientemente elocuente: salvo en el Pais Vasco y en
Cataluña, en toda la geografía nacional se había impuesto la suma de eso que
Pedro Sánchez llamaba "las tres derechas", siendo su fragmentación lo
que les impediría gobernar con mayoría absoluta.
Nuestra clase política suele
entretener sus diatribas sobre legalidad y legitimidad en función de sus
intereses de cada momento, por lo que no cabe duda de que, aquí y ahora, la
pretensión de Sánchez de investirse presidente del Gobierno es perfectamente
legal porque, sin duda, se adecuará a las previsiones de la Constitución si
tiene, como es previsible, más votos a favor que en contra. Ello no obstante, visto el comportamiento del
electorado, que mayoritariamente ha optado por
partidos de centro derecha, ¿es legítima su investidura?. El tema no es baladí, sobre todo
cuando estamos en un país donde la izquierda presume de una superioridad ética
que, en la práctica, se reduce a una verborrea semántica.
En términos puramente de
legitimidad politica, la investidura de Sánchez sería también legítima porque
la conseguiría con una mayoría de representación política innegable, ya que
esta siempre permite un amplio margen de discrecionalidad donde cabe la
estrategia, la astucia, la planificación y la sagacidad, valores que a veces no
casan con la ética, mucho más exigente esta con las normas y valores en que
debe inspirarse el comportamiento humano en comunidad.
Por todo lo anterior cabe preguntarse si, en
términos de legitimidad ética, debe ser gobernada la comunidad por quien no ha alcanzado
la mayoría, en perjuicio o en contra de de los
valores, principios e inquietudes de esta. Es decir, por atenernos a la
realidad presente,
¿representará la política que ponga en marcha el ahora llamado "gobierno
de colaboración" PSOE-Podemos la que han elegido la mayoría de los
españoles?. Porque no debe olvidarse que mientras
Sánchez y sus socios potenciales optan por un incremento de la
presión fiscal, un mayor intervencionismo de la
actividad económica, una política tolerante (dialogante
la llamarán) con los enemigos de la soberanía nacional y una obsesión por el igualitarismo empobrecedor, la mayoría de los españoles ha pedido rebajas fiscales, mayor libertad para el emprendimiento, cese
de privilegios territoriales, fomento del esfuerzo y el estímulo como base del
progreso y un reforzamiento de la nación de ciudadanos libres e iguales.
No caben falsas interpretaciones: fue el propio
presidente del Gobierno quien se empeñó en hablar de "las tres
derechas", planteando que, con ellas, volveríamos al pasado mientras con
él ganaríamos un futuro que se reduce a esos lugares comunes sobre cambio
climático, feminismo y desafíos tecnológicos, tan plagados de verborrea
izquierdista como huérfanos de medidas eficaces.
Lo que nos
queda, por tanto, hasta la investidura son cambalaches y compadreos ajenos al
pronunciamiento de los electores que comprobarán cómo los políticos se apoderan
de sus votos y actúan en el mercadillo de los pactos sin más afán que sus
propias ambiciones de mando. El sentir ciudadano, que ni siquiera intentan
interpretarlo, no cuenta
en sus pactos. Por
ello en muchos países, para evitar el mercadeo de la voluntad popular a
espaldas de esta, se
instauró la segunda vuelta. Si en España
existiera esa segunda vuelta ¿está seguro Pedro Sánchez de que "gobierna
el PSOE o gobierna el PSOE" ? Nos gustaría poder comprobarlo.
*Luis Marín Sicilia es notario y fue vicepresidente del
Parlamento de Andalucía con UCD.
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