CRÓNICAS INDÍGENAS. Opinión
Demagogia, 'omertá'
& ordenadores
El espectáculo del intercambio (de cromos) en
la Marisma va camino de convertirse en una ópera bufa, con sus momentos de
risa, llanto, misterio y suspense. Y con esos personajes memorables de las
farsas clásicas, sublimes
hijos de la impostura, que dicen una cosa, hacen otra, explican lo contrario de
lo que piensan y actúan de manera que sus hechos desmientan sus palabras.
Todo un festín para un cronista impertinente, como es
nuestro caso. Al grano: Bendodo, el consejero múltiple -porque sirve para
todo(s)-, ha dicho hace unos días que los susánidas, difunta legión, antes de partir
tristes hacia el exilio «borraron los ordenadores de algunas consejerías». Esto ya lo sabíamos -todos- antes del traspaso de poderes.
No es ninguna novedad. Lo que seguimos
sin conocer, tres meses después de la victoria aritmética de las derechas, es
quiénes lo hicieron y cuáles fueron los motivos.
La documentación de una administración pública es
patrimonio de todos. Ya le está faltando tiempo
al Reverendísimo Bonilla para irse a la Fiscalía
a denunciar el asunto. ¿O va a esperar a
Navidades? Bendodo proclama que sacarán a la luz
las irregularidades, lo que no dice es cuándo. No
sabemos si esta omertá va a ser selectiva o irá por barrios, pero tanta finezza
tendrá consecuencias. De entrada, los susánidas y sus agonizantes heraldos
están montando una campañita demagógica en la que
hablan de «la privatización de la sanidad» porque se pretende reducir las
listas de espera con conciertos. ¿Van a hablarnos de privatizar quienes entregaron la gestión
de la dependencia a empresas particulares que se lucran con las pensiones de
los ancianos mientras ellos jugaban a hacerse los santos con el dinero ajeno?
El deterioro de la sanidad andaluza, que es el factor que
ha provocado la debacle del susanato, es tan real como el sol. Basta pasar un
tiempo en un hospital para comprobarlo. Supuestos defensores de lo público
cierran los quirófanos los fines de semana y en verano, dejan las urgencias en manos de aprendices y te dan el alta
por motivos presupuestarios aunque no te hayas curado, cuando no te plantean -con carita de beatos- la eutanasia
selectiva como un acto de caridad cristiana, siendo una táctica para ahorrarse
problemas. Todo esto lo hemos visto con nuestros ojos. No nos vengan con
milongas. Que hablen de privatización los socialistas, que no han construido ni
uno solo de los hospitales que existen en Sevilla -todos son anteriores a la
autonomía-, es tan ridículo como oír a los periodistas de Madrid decir que Montero, la ministra, es
una gestora ejemplar. Con ella empezó el
hundimiento del sistema de salud, donde no es que se falsifiquen datos, sino
que se han llegado a manipular informes médicos para eludir denuncias por
responsabilidad o negligencia. Es hora de dejar de hacer teatro: en Andalucía hay médicos
excepcionales, pero también profesionales que no merecen tal nombre. El cambio
debería consistir en sustituirlos por otros eficaces en vez de consolidar a los comisarios políticos. Haberlos, haylos.
Y casi todos siguen donde estaban.
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