¿El poder por el poder? = ¿Los nuevos tiempos?
La euforia populista derivada de una lectura parcial de los resultados electorales del 24M puede cegar a algunos ávidos de poder y llevar a otros a un despeñadero similar al que provocó el populismo griego en el socialismo del país heleno. Por una parte, hay que saber identificar al populismo, el cual se caracteriza por ejercer un férreo control de la Economía por el Estado y provocar un gasto público muy elevado, un déficit galopante y una baja inversión productiva. Y por otra hay que contraponer lo que se decía antes a lo que ahora -en los balbuceos de pactos que se realizan- se propone.
Antes de hacerse con el poder los
populistas hablan de regeneración,
puertas giratorias y luchas contra la corrupción, pero a medida que, vía pactos o
investiduras, se acercan al mismo, no acometen ni proponen con claridad la primera e
imprescindible medida anticorrupción: la independencia de todas las instancias
jurisdiccionales y de control así como la necesaria e ineludible
profesionalización e independencia de la función pública, siguiendo el modelo
de la Administración francesa.
Y es que con
unos jueces independientes, en su selección y en su promoción, con unos órganos
de control e intervención ajenos al poder político, con unos medios públicos de
comunicación profesionalizados y con una Administración servida por
funcionarios independientes, la mayor parte de los casos de
corrupción no hubieran sido posibles. Por
ello llama la atención que los viejos y los nuevos políticos, que pactan para
tocar poder, no hayan puesto sobre la mesa medidas tan diáfanas y claras como,
por ejemplo, no interferir en el nombramiento de
profesionales al servicio de los medios públicos de comunicación, ni en los
órganos de intervención y control del erario público, ni de los tribunales de
cuentas ni del poder judicial, promoviendo las reformas que para ello sean
necesarias. O aun peor, que
todavía no hayan proclamado sin ambages de ningún tipo, su defensa de una
Administración cuya función pública sea servida por profesionales seleccionados
bajo los principios de publicidad, mérito y capacidad y cuya promoción sea
estrictamente profesional hasta el rango de director general. ¿Están los partidos pactando
esto o más bien se están frotando las manos sobre a cuantos de los suyos van a
colocar en la Administración?
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