martes, 2 de junio de 2015

¡Bienvenidos a tiempos interesantes!, por Francisco Rosell = cambio de cromos ¿buscando el poder por el poder? , como decía Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros». ¿Gobernados por los peores?

  • Aunque despotrique del canje de cromos, a Díaz no le queda otra que negociar con la Junta y las Alcaldías sobre la mesa.
  • La clave andaluza de los pactos residirá en si Díaz le da a Podemos la Alcaldía de Cádiz para desplumar al PP


 

Conclusión. . Como «en lo peor no hay final», pudiera ser que, en vez de vivir tiempos interesantes, éstos diluviaran, agravando el castigo que reciben quienes no se interesan por la política de tener que ser regidos por quienes sí lo hacen.





¡Bienvenidos a tiempos interesantes!


EN EL fértil anecdotario hagiográfico de Mao Zedong, figura una audiencia a jóvenes comunistas latinoamericanos. Al mostrarse impresionados por lo visto -aterrizaron la víspera-, el Gran Timonel quiso averiguar cuánto se quedarían. Al oírles que regresaban al día siguiente, se lamentó: «¿Tan pronto? A eso lo llamamos contemplar las flores desde un caballo al trote. Espero que regresen para mirarlas apeados del caballo. Hay gran diferencia». Ese sentido del tiempo llevó a su ministro de Exteriores, Zhouen-Lai, a replicarle al presidente Giscard que era pronto para enjuiciar la Revolución Francesa.

Sin llegar a ese grado de parsimonia, no cabe duda de que hay que ser prudentes y rehuir tesis categóricas sobre las elecciones administrativas del domingo, pese a ser palmaria la conmoción. En esa cruce de caminos entre la incertidumbre y la desconfianza, el dilema estriba en elucidar si el advenimiento de estos «tiempos interesantes» aventuran plácemes que hagan vitorear «¡Bienvenidos a tiempos interesantes!», como el ensayo del filósofo neocomunista esloveno Slavoj iek sobre su experiencia en Bolivia, o traduce la popular maldición china: «¡Que vivas tiempos interesantes!», redondeada con aquella otra de «Ojalá se cumplan todos tus deseos».

Es verdad que, secundando a Einstein, la crisis es fuente de oportunidades, si bien exige una serie de requisitos que hagan que los «tiempos interesantes» resulten, además, benéficos. Todo cambio -palabra talismán- no es indefectiblemente bueno ni el progreso es constante ni eterno. Por eso, conviene estar alerta cuando esa autoproclamada nueva política, lo que no deja de ser la antigua con otro nombre, es dispensada por quienes no aspiran a hacer realidad esa Utopía de un hombre que está cansado, de Borges, por la que «los políticos tuvieron que buscar oficios honestos», sino la quimera de los despotismos totalitarios.

Aunque despotrique del canje de cromos, a Díaz no le queda otra que negociar con la Junta y las Alcaldías sobre la mesa

Un clarividente Revel ya anticipó que la caída del Muro de Berlín y el desplome soviético reintegraron al comunismo una condición primitiva de utopía que, sepultados sus crímenes y miserias bajo los cascajos, le valió salir bien parado de sí mismo y alumbrar grupos fingidamente virginales como Podemos. Ese renacer evoca el derrumbe del Campanile en 1902, cuando aterrizó con sus 96 metros a las puertas de San Marcos y como, entre cascotes, emergió intacta la Marangona, la campana que avisó durante siglos al veneciano de sus deberes. Lo hizo junto con seis camisas en perfecto estado que la mujer del conservador planchó el día antes, las cuales vestirían otros tantos invitados a festejar en 1912 su restauración «como era y donde estaba».

En esa encrucijada, una alianza del PSOE y Podemos marcaría el devenir político. A diferencia de su pretérita avenencia con el PCE e IU, bajo el lema de «Juntos podemos», la reencarnación de aquellas marcas comunistas bajo el cuño de Podemos propiciaría el sorpasso al PSOE. ¡Que se lo pregunten al PASOC, del que no quedan ni las raspas! Esa estrategia de galopar sobre ese tigre, tras negarlo en campaña, con el fin de asestar un zarpazo mortal al PP, aprovechando su batacazo, fagocitaría al PSOE y daría lugar a que los comicios generales deriven en un mano a mano entre Rajoy e Iglesias, con PSOE y Ciudadanos como testigos de la situación.

Si Podemos toma las Alcaldías de Madrid y Barcelona, con su simbolismo en el memorial republicano, la clave andaluza de los pactos residirá en saber si Díaz le entrega, en paralelo, la Intendencia de Cádiz para desplumar al PP de consistorios, principalmente Sevilla. Al parecer, el PSOE no escarmienta en la cabeza del PSC de los desastres que acarrean apaños como el del Pacto del Tinell de exclusión del PP, por no remontarse al frentismo guerracivilista que hundió a la II República y encizañó España.

Ese escenario, fiado a que «cuanto peor, mejor» obre un efecto rebote en su favor, tampoco es bueno para el PP. No sería la primera vez que la gente, en el brete de «o yo o el caos», elige la segunda opción, como sufrió De Gaulle. Dado que Rajoy carece del carisma del estadista galo, arriesga asumir el ingrato rol de Miguel Maura en el acabose de la Monarquía alfonsina.

La clave andaluza de los pactos residirá en si Díaz le da a Podemos la Alcaldía de Cádiz para desplumar al PP

Pese al leñazo del PP, el PSOE no debiera olvidar que ha cosechado los peores resultados de su historia. Si en Andalucía ha salido mejor librado -159.000 votos más que el PP, pero 11.000 menos que en 2011 y 95.000 menos desde las andaluzas de marzo- es porque Podemos no ha concurrido en muchos lugares y lo ha hecho con tan variopintos nombres que ha liado al votante. Este inconveniente se esfumará en las generales con listas provinciales y distintivo único.

Por más que despotrique del canje de cromos, a Díaz no le queda otra que arremangarse en una negociación con la Junta y las Alcaldías sobre la mesa. Como dos negaciones afirman, cuando aspavienta que no está por cambalaches, en verdad, apunta a que está dispuesta a lo que menester fuera.

Al encarnar el espíritu de la contradicción, está claro que impugnará cualquier designio de Sánchez, yendo en dirección contraria. Cúmplense las palabras del apóstol Santiago: «Donde hay celos y espíritu de contradicción, allí hay desorden». Al ser tornadiza como la donna mobile de Rigoletto, imposibilita darle la razón pudiéndola tener. Para cada escenario tiene un principio diferente, el socaire de Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros».

Oyéndola discursear ayer en el comité federal, apostando por la centralidad del PSOE y por evitar demarrages que lo radicalicen a golpe de pedal de Podemos, cualquiera diría que, en pro de su espinosa investidura, la presidenta en funciones experimenta una conversión tan radical como la de Saulo camino del Damasco. Apeada pareciera del caballo de la arrogancia al que se subió la noche del 22 de marzo, habría puesto pie en la realidad. Empero, dado que sus conversiones acostumbran a ser perecederas como flores de azahar, no hay que descartar que, al primer golpe de viento, gire como una veleta. Si Cervantes recelaba del toro por delante, de la mula por detrás, del fraile por todos lados, del político en toda época y lugar, ¿qué decir de una persona tan poco de fiar para propios y extraños?

Si en septiembre se desmarcó del alegato del secretario general en su primer comité federal contra Podemos y los populismos, ahora que éste trata de reforzarse acaparando poder con aquellos a los que repudió, Díaz esgrime, con todo el sentido, que el PSOE no puede «ni ser escudo frente a nadie, ni pasarela para otros». Pero, mujer de todas las estaciones, donde dice digo un día, dirá Diego al siguiente. Tras defender semanas el apoyo a la lista más votada, en horas veinticuatro, auspició mayorías de izquierdas donde el PSOE no sea el escogido, como en 2012 cuando Arenas venció a Griñán, sin que ahora quede claro por qué lado de la moneda apuesta. ¿No es más lógico dejar gobernar al más votado y firmar acuerdos de gobernabilidad para que los asuntos públicos no queden mangas por hombro?

Mejor iría este país si esa cultura de pactos de la que alardean tiros y troyanos girara a favor de compromisos en cosas fundamentales, en vez de forjarse a la contra. Nada que ver con democracias maduras en las que se apela primero a la convicción y, si falla, se explora la transacción. Así, un laborista y un conservador ingleses convendrán cualquier materia salvo -valga la broma- si se debe echar primero el té que la leche o viceversa. La política es negociar hasta la extenuación, si no se quiere que la inestabilidad haga ingobernables las instituciones. Como «en lo peor no hay final», pudiera ser que, en vez de vivir tiempos interesantes, éstos diluviaran, agravando el castigo que reciben quienes no se interesan por la política de tener que ser regidos por quienes sí lo hacen.

francisco.rosell@elmundo.es



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