Susana Díaz ha hecho
tres grandes discursos desde que llegó a la Presidencia andaluza, y en los tres
ha repetido la misma promesa del 'empleo de calidad'
Lo que ayer prometió Susana Díaz en el Parlamento es una repetición
casi exacta de lo que ya dijo en esa misma tribuna cuando Griñán se dio el piro
y la dejó de presidenta. Era el mes de abril de 2013, su primer discurso de investidura. “Quiero empleo de calidad porque da libertad y nos hace
ciudadanos iguales”. Cuando
pasó un año y llegó el debate del Estado de la Comunidad, volvió a repetir lo
mismo, pero esta vez acompañado de un ‘nuevo paquete’ de 25 medidas contra el desempleo, porque cada promesa va acompañada siempre de su
correspondiente ‘plan de choque’. “Quiero propiciar un cambio en Andalucía que
sea, al mismo tiempo, profundo y duradero", dijo enfática. Y a los pocos meses, disolvió la
legislatura y convocó elecciones.
Matacán, por Javier Carballo.
Andalucía, paraíso
del empleo de calidad
Chaves, Griñán, Díaz...
Todos los presidentes de la Junta han prometido siempre luchar por el
"pleno empleo" y sin embargo la comunidad andaluza es la región de
Europa con el paro más elevado
Andalucía mantiene una relación
peculiar con el empleo. Tantos
años, que son decenios, lleva esta región conviviendo con el paro que ya se han
borrado los conceptos y se ha olvidado el significado de las cosas. El empleo en Andalucía se contempla con la misma
fascinación con la que se conoció el hielo en Macondo. Como aquella vez que
José Aureliano Buendía se acercó a la tienda de los gitanos que guardaban en un
cofre un enorme trozo de hielo. Por cinco reales, José Aureliano Buendía pudo
tocarlo: “Puso la mano sobre el hielo y la mantuvo puesta por varios minutos,
mientras el corazón se le hinchaba de temor y de júbilo al contacto del
misterio”. Andalucía
mantiene una relación peculiar con el empleo, sí,
y como se han olvidado los conceptos, como nadie
recuerda otra cosa que unas tasas de paro que parecen consustanciales con la
tierra, endémicas, el empleo se exhibe en los discursos políticos en un cofre
metálico, y sólo se puede tocar unos minutos, porque el cofre se vuelve a
cerrar, y quedará sólo un extraño escalofrío de júbilo.
Por ese extraordinario ejercicio de misterio y de olvido, se
puede entender que en Andalucía, la
región con más paro de Europa, nadie sea capaz de encontrar el origen de las
promesas de “pleno empleo” y “empleo de calidad”. Se pierde la vista en los discursos que se ofrecen para
inaugurar cada legislatura, que ya son diez, y nada se encuentra. En cualquier
otro lugar del mundo en el que no se hubieran borrado los conceptos, en el que
sus habitantes supieran de verdad qué significan esas palabras, no se podrían
repetir hasta el infinito esas promesas, como anuncios de un maná bíblico que
llegará algún día y caerá del cielo.
Lo que ayer prometió Susana Díaz en el Parlamento es una repetición
casi exacta de lo que ya dijo en esa misma tribuna cuando Griñán se dio el piro
y la dejó de presidenta. Era el mes de abril de 2013, su primer discurso de investidura. “Quiero empleo de calidad porque da libertad y nos hace
ciudadanos iguales”. Cuando
pasó un año y llegó el debate del Estado de la Comunidad, volvió a repetir lo
mismo, pero esta vez acompañado de un ‘nuevo paquete’ de 25 medidas contra el desempleo, porque cada promesa va acompañada siempre de su
correspondiente ‘plan de choque’. “Quiero propiciar un cambio en Andalucía que
sea, al mismo tiempo, profundo y duradero", dijo enfática. Y a los pocos meses, disolvió la
legislatura y convocó elecciones.
Mucho antes que ella,
el “empleo de calidad” ya fue el gran abanderado de la reforma del Estatuto de
Autonomía. En el Estatuto
primigenio, el de 1981, ya figuraba el “pleno empleo” entre los derechos de los
andaluces. Cuando se hizo la reforma, en 2007, con tasas de paro en torno al 15
por ciento, se pasó de “la consecución del pleno empleo” a la consecución del
“pleno empleo estable y de calidad”. Lo que vino después fue el mazazo de la
crisis y el aumento exponencial del desempleo en Andalucía, hasta llegar hasta
el 34,23 por ciento actual, según la Encuesta de Población Activa. Y fue precisamente en esa última
EPA de marzo, en la que se incluían algunos datos positivos para Andalucía, como una bajada del número de parados en 10.737 y un
aumento de la afiliación a la Seguridad Social en 44.158; fue entonces, hace un mes, cuando
Susana Díaz proclamó: “Andalucía está tirando del carro de la creación de empleo en
toda España”. Le faltó invocar el empleo de
calidad y redondear la frase, con la ilusión mayúscula: ‘Andalucía es el
paraíso del empleo de calidad’.
Rafael Escuredo, al principio de todo, en los 80, ofrecía trabajo para todos
con el discurso recio de ‘la tierra para quien que la trabaja’. Cuando la
Reforma Agraria se quedó varada en los tribunales de Justicia, por los recursos
que trababan cada expropiación, y desahuciada políticamente por los dictados
europeos, llegó José Rodríguez de la Borbolla, que prometió convertir Andalucía en la “California del Sur
de Europa”. Manuel Chaves, que estuvo casi veinte años en la Presidencia de la Junta de
Andalucía, se envolvió en un lema, ‘Andalucía Imparable’, que se colocaba en el pecho como las bandas de un general.
“Nuestra prioridad será la lucha contra el paro. No habrá otra por encima de
esta”, dijo Griñán en las dos ocasiones que fue investido presidente de la
Junta de Andalucía. Susana Díaz ha hecho tres grandes
discursos desde que llegó a la Presidencia andaluza y en los tres ha repetido
la misma promesa del “empleo de calidad”, sabedora de que la reiteración obrará el milagro
de convertirlo en un rasgo distintivo de su mandato, sin que la realidad pueda
llegar un día a estropeárselo. Así les ocurrió
a sus mayores. Y así parece que seguirá siendo, porque se han borrado los
conceptos.
Andalucía tiene con el empleo aquella fascinación ignorante
y mágica de José Aureliano Buendía con el hielo, cada vez que llegaban los
gitanos con inventos nuevos. “En marzo volvieron los gitanos. Esta vez llevaban
un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor, que exhibieron como el último
descubrimiento de los judíos de Ámsterdam”.
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