lunes, 29 de febrero de 2016

Desconecta, con Canalsu y Idígoras y Pachi, sonrisa naranja. simpre gracias. = "Una noche en la opera es un comedia muy divertida, pero maldita la gracia que tiene su reflejo en la realidad política española". ¿En qué manos estamos? Al menos, Groucho y Harpo nos ahorraron el contrato. No lo firmaron porque Harpo no sabía firmar y la pluma que le ofreció Groucho no tenía tinta. Lo confesaron y quedaron tan amigos.

Desconecta.


VIÑETA. Idígoras y Pachi


Canalsu, Andalucia imparable.

Primos inter pares.

 


 “Hemos cedido para que ganen todos los españoles”. (Pedro Sánchez) 
¿Ganar qué, cuando? ¿Qué han cedido si no tienen nada? 

 Conocen perfectamente lo improbable (la abstención de PP o Podemos en la investidura) y cuentan, al menos Pedro Sánchez, con lo imposible (Legislar en este guirigay). Digo esto porque estoy convencido de que Sánchez, político mediocre y ramplón donde los haya, no se ve dirigiendo los destinos de un país, aunque sí con una buena pensión vitalicia o lugar de relumbrón en el Consejo de Estado si, por casualidad, llegara a sonar la flauta. Todo, por unos meses de “cotización”.

 El pacto sólo es el simplón recurso socialista, una vez más, para acusar con “pinzas antinaturales y satánicas” ante la previsible repetición de elecciones. Ayer mismo, Antonio Hernando perdía la matrícula por denunciar que PP y Podemos, la derecha y la izquierda más radicales, votarán juntos contra el conjunto del país y del planeta, que diría Leire Pajin, si no aplauden hasta con las orejas el generoso sacrificio del PSOE. Hoy, para Pedro Sánchez, PP y Podemos ya habían llegado a un acuerdo de bloqueo. El mismo que, con más altos cargos imputados por corrupción, bloquea al PP porque debe regenerarse. 

 Aunque siempre le haya funcionado desde que los socialistas andaluces lo pusieron en práctica, el recurso es tan pueril e infame que da vergüenza tener que contradecirlo.


Canalsu, Andalucia imparable.

Póntelo. Pónselo.





Una noche en la opera es un comedia muy divertida, pero maldita la gracia que tiene su reflejo en la realidad política española. La pomposa escenificación de la firma del pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera con engoladas llamadas a la responsabilidad (de los demás) por el bien de los ciudadanos ha resultado un retrato costumbrista de las últimas promociones salidas de la escuela de líderes socialistas. 

 Si Sheldon Cooper pierde la compostura porque Leonard incumple un contrato social al no responder a un SMS que recibe en su teléfono, a los españoles nos resulta de lo más natural que un tipo que aspira a gobernar el país reste importancia a que una condición esté escrita o no en un pacto avalado con su firma. ¡Como para comprarle un coche usado! 

 La segunda parte contratante, Albert Rivera, lo recrimina ¡Pero a Rajoy! "En el documento no se habla de derogación de la reforma laboral. Quien lo dice es que no se lo ha leído" 

 ¿En qué manos estamos? Al menos, Groucho y Harpo nos ahorraron el contrato. No lo firmaron porque Harpo no sabía firmar y la pluma que le ofreció Groucho no tenía tinta. Lo confesaron y quedaron tan amigos.



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