viernes, 29 de enero de 2016

Riesgo capital andaluz, por Berta Gónzález Vega = ¿Invercaria; empresa de capital riesgo con dinero público de todos? . Y los hechos siguen hablando de lo evidente: Ronda de financiación de las Tres efes» en inglés: familia, amigos y locos ¿¿??

Hay Parlamentos en el mundo, casas consistoriales, instituciones, que tienen en sus entradas grandes frases para apabullar a los servidores públicos que allí van con el propósito de propiciar las condiciones para el progreso de sus ciudadanos. Ahora mismo no recuerdo si es el caso del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla pero, de no haberla, no estaría mal colocar una que pusiera que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones porque, cada fracaso de la Junta de Andalucía, ha ido precedido de algún preámbulo de ley cursi, de una declaración para «la gente», de un plan estratégico para quedarnos igual en décadas.



Invercaria es otro caso claro. Seguro que, al nacer, los políticos hablaron de Silicon Valley, de emprendedores, de tejido andaluz, de nuevo modelo productivo. Da igual inaugurar curso académico, laboratorio o incubadora oficial de empresas, siempre igual. Llegaría dinero de Europa y unos técnicos, en una empresa de la Administración paralela, serían los encargados de evaluar las ideas de empresarios con necesidades de financiación y ganas de ser «disruptivos», palabra de moda que no tardará en pronunciar Susana Díaz, al lado de Andalucía Open Future. Y eso es un riesgo que, a lo mejor, no explicaron bien porque cualquier inversor privado sabe que, de esas jugadas, salen una muy bien y nueve mal. Capital riesgo, no hay mucho más que decir. Pero se juegan su dinero, no el público.



Muchos de los fundadores de start ups -que, por cierto, están creando miles de empleos en este país mientras seguimos sin darles el mérito que tienen- consiguieron su primer dinero en la ronda de financiación de las llamadas «Tres efes» en inglés: familia, amigos y locos. En Andalucía, según vamos conociendo en el caso de Invercaria, lo que hemos hecho es poner parte de nuestro dinero público en aventuras de algunos amigos, familiares y listos. También en otras empresas que sí funcionaron porque había que disimular. Echen un vistazo al elenco de personajes de Invercaria y se encontrarán desde el ex consejero delegado de Isofotón, con un curriculum de deglutir millones de subvenciones, hasta Francisco Vallejo y el médico Ángel Garijo, quienes, después de hacer amigos en la Consejería de Salud, decidieron que tocaba hacerse pasar por los papás de los Marck Zuckerberg andaluces con iniciativas que siempre hablaran de innovación, que, después del diccionario, va detrás de escándalo y formación. No sabemos si en los juzgados será ya su turno.

E innovamos. Vaya que sí. Los informes de Due Dilligence -perdón, es la jerga para la evaluación profunda de las propuestas- podían ocupar un folio y, si algún técnico ponía pegas, pasaba a ser catalogado como «alma de cántaro», que no sé cómo se dice en inglés. Sí sé que, en esta primera ronda de financiación, se nos ha quedado cara de idiotas, traducción precisa también de fool. Los amigos y los familiares, de todas formas, no lo están pasando bien, años imputados por el juez. Así es como acaban las buenas intenciones de la Junta de Andalucía







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