- Las empresas de nuestro país han sabido competir no sólo con precios sino con desarrollo tecnológico.
- España dispone de un tejido productivo que ha salido adelante a pesar de la coyuntura económica gracias a un alto grado de especialización de nuestras empresas
Dígame
qué hace España
En una visita oficial
a la Casa Blanca, antes de entrar al Despacho Oval, José María Aznar es
preguntado por uno de los miembros del gabinete del presidente de Estados
Unidos. «Señor,
¿qué es lo que fabrica España?». El ex presidente español contesta «coches». El asesor,
sorprendido por la respuesta, insiste otra vez en su pregunta. Aznar responde
de nuevo «coches». El americano sigue sin convencerse e insiste en rehacer su
pregunta sobre qué es lo que se fabrica en España. Aznar, con aplomo, por
tercera vez, repite:
«¡Coches, coño, coches!».
¿Coches? España es el segundo fabricante de vehículos en
Europa y el noveno del mundo, siendo el primer productor europeo de vehículos
industriales. En los últimos años la
industria de la automoción española se ha puesto como ejemplo. Mientras en la mayoría de países europeos se cerraban
fábricas y se reducían modelos, España ha conseguido atraer la fabricación de
una decena más. Con una producción de 2,4 millones de vehículos al año, la
actividad ligada a la fabricación de coches supone el 10% del PIB y ocupa a un
8% de la población activa. Las principales marcas a nivel mundial tienen
centros de producción en nuestro país. Volkswagen anunciaba con motivo del
Salón del Automóvil la que va a ser la mayor inversión industrial de la
historia de España: 4.200 millones de euros destinados a las instalaciones de
Martorell y Pamplona. De hecho, las plantas
españolas destacan entre las más productivas de sus grupos empresariales. A ello hay que añadir una industria auxiliar muy potente. La catalana Ficosa es el primer fabricante mundial de
retrovisores de automóvil. Uno de cada dos autobuses que circulan por Europa
proviene de la vasca Irizar. El Grupo burgalés Antolín es el tercer mayor
fabricante del mundo de componentes para vehículos y el primero en fabricación
de techos. Así que la respuesta de Aznar era la correcta: coches.
Hace unos semanas tuve ocasión de encontrarme en una
situación similar. En la tertulia radiofónica El Món a Rac1 en la que participo
semanalmente, el economista catalán Xavier Sala i Martín hizo las siguientes
consideraciones «¿Qué hace España? Nada. ¿Cuáles son los productos españoles famosos
en el mundo? No hay ni uno». Argumentaba que, si bien todo el mundo sabe qué
hacen los suizos -relojes, cuchillos, leche (sic)-, en cambio, se
desconoce por completo si los españoles dedicaban sus días a hacer algo de
provecho, más allá de beneficiarse de su atractivo como destino turístico.
El catedrático de economía de la Universidad de
Columbia, incidía en esta cuestión para reafirmar sus tesis favorables a la
independencia de Cataluña: España, cuanto peor, mejor. Sin embargo, estas
afirmaciones forman parte de la confortable retórica del desconocimiento.
Se recrean en una
percepción generalizada de que nuestra economía se reduce a sol, paella y
sangría.
Una forma de decir que España vive sólo a costa de
su propia anatomía y que avanza como lo hace la rutina: con mecánica monotonía,
por inercia, pero sin impulso. Es cierto que el sector turístico influye enormemente en
nuestra actividad económica y en el empleo, además de ejercer un efecto de
arrastre en otros sectores. Y, ¿qué hay de malo en aprovechar nuestras ventajas
(clima, litoral de playa, cultura, gastronomía...) y ser competitivos?
España ha conseguido situarse como la tercera
potencia turística mundial, sólo superada por Francia y EEUU. Si los turistas vienen a pasar aquí sus vacaciones parece
lógico que se desarrolle una oferta atractiva para destacar frente a otros
destinos. ¿Acaso debemos menospreciarlo? Que nuestro país se beneficia del turismo es
evidente: supone el 15,7% del PIB y un 15,8% del empleo. Ahora bien, la
realidad es que actualmente en la balanza de bienes y servicios, históricamente dominada por el turismo, va ganando peso la aportación de los ingresos por servicios a
las empresas.
Volvamos a las preguntas que se hacía el economista Sala i
Martín. ¿Qué hace España? Según datos del Ministerio de Economía existen 4 sectores de actividad
principales: bienes
de equipo, alimentación, productos químicos y automóvil. En los últimos años, aun
a pesar de la crisis, las exportaciones no han dejado de aumentar, algo que sólo han sido capaces de conseguir Reino Unido,
Alemania ¡y los españoles! Nuestro país
dispone de un amplio entramado de medianas empresas que han encontrado su nicho
de mercado en el conglomerado industrial europeo ofreciendo servicios
intermedios. Por ello, muchas multinacionales
nos han insertado en su cadena de valor añadido. España dispone de un tejido
productivo que ha salido adelante a pesar de la coyuntura económica gracias a
un alto grado de especialización de nuestras empresas que las ha convertido en
referentes en sus sectores de actividad. CAF
o Talgo son líderes en material rodante
ferroviario. Suministran trenes a Auckland, vagones de metro en Sao Paulo y
tranvías para Belgrado. España destaca a nivel mundial en la industria aeronáutica:
alrededor del 15% de los componentes de los AirBus
proviene de manos españolas y 3 de cada 5 vuelos están controlados por sistemas
de navegación españoles. «El cielo alemán
es español», dijo Merkel cuando Indra
ganó a Siemens el control de su espacio aéreo. ¿Sabían que el 50% de los inodoros de todo el mundo son de la
catalana Roca? ¿O que los chinos prefieren los pavimentos cerámicos de la firma
de Vila-Real Porcelanosa? Las empresas de nuestro país han sabido competir no sólo
con precios sino con desarrollo tecnológico. Del País Vasco sale gran parte de la maquinaria que utilizan las fábricas
alemanas. El grupo navarro Viscofan es el
primero en el mercado de envolturas artificiales para productos cárnicos.
Estas marcas no son
conocidas por el consumidor final, pero en su sector industrial son reconocidas
internacionalmente por su fiabilidad y su competitividad. De hecho, las exportaciones españolas de productos de alta
tecnología están aumentando, en especial las de nuestra industria farmacéutica.
Otro cambio espectacular ha sido
el experimentado por la industria
agroalimentaria. Sin duda nuestros
productos estrella son el vino (segundo productor mundial) y el aceite (primer
exportador del mundo). Pero ya no sólo exportamos productos frescos sino que destacamos
en los elaborados, un sector que necesita de un
alto conocimiento en desarrollo logístico y tecnología de refrigeración para la
conservación del producto hasta su destino final.
En las cenas de Acción de Gracias americanas se cuelan los capones segovianos
de Cascajares. Hasta Obama se
hace traer el foie
de Extremadura.
En investigación también damos primero: la española Puleva
inventó la primera leche enriquecida con calcio del mercado.
Marcas internacionales como Zara o Mango son referentes mundiales de nuestro sector textil.
Pero si nos especializamos aún somos más competitivos: una de cada cuatro novias en todo el mundo elige
un traje diseñado en España por marcas como Pronovias. De la tecnología valenciana de
Jeanology salió
el láser para desteñir vaqueros que utilizan la mayoría de marcas. En
Badajoz se
encuentra la mayor fábrica de bisutería de Europa, Cristian Lay. Y es que España es un país de pequeñas historias de esfuerzo
y perseverancia hasta conseguir lo imposible. O cómo si no explicar que un pequeño taller de catorce
metros cuadrados de los años 80 en Andújar sea hoy una planta de 1.300 metros
que fabrica el 50% de los estores que vende IKEA por todo el mundo. No se confundan, ¡los Ringblömma son spanish! No menos asombroso resulta ver
cómo empresas españolas compiten por las grandes obras de ingeniería civil
alrededor del planeta... y hasta fuera
de él: hemos conseguido llegar incluso a Marte. Una antena de comunicaciones
colocada en el Curiosity fue fabricada en España. Y qué decir del acento español de grandes compañías como Telefónica,
Repsol o Santander consolidadas internacionalmente.
Se hace imposible acabar este artículo sin olvidarse de
alguna empresa o algún sector que sirva de ejemplo. Y es que los españoles hacemos muchas cosas. A pesar de las dificultades,
nuestra economía no vive sólo del atractivo de sus playas. La industria
española está destacando por su competitividad y con toda seguridad va a pasar
a ser uno de los motores de nuestra economía.
Andrea Levy es abogada y vicesecretaria de Estudios
y Programas del Partido Popular.
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