Sra, Díaz, que no pasa "na de na"....
Periódicos del todo el mundo
reprodujeron en noviembre de 2011 que Bélgica había alcanzado la histórica
cifra de 500 días sin gobierno y, para asombro general,
el resultado era que todos los indicadores económicos habían mejorado. El paro,
el PIB, el déficit público, el salario mínimo.
En una democracia asentada como la
española, con un Estado de derecho y una economía estables, la falta temporal
de gobierno no supone el caos.... Si
miramos hacia atrás en los últimos meses, comprobaremos que, en realidad, Andalucía lleva sin gobierno desde
diciembre del año pasado. Fue entonces cuando se tomó la última decisión de
envergadura en esta comunidad, la aprobación de unos nuevos presupuestos de la Junta de
Andalucía que son los que estarán vigentes durante todo 2015 y que se
prorrogarían automáticamente en los años sucesivos si la parálisis continuase
en ‘modo belga’. Ese automatismo en la prórroga
presupuestaria es, de hecho, la mejor demostración de que se garantizan los
servicios públicos esenciales, con independencia de los acuerdos o desacuerdos
parlamentarios.
Lo que cada día se percibe con más
nitidez es que, en el fondo, todo forma parte de una estrategia política para
acorralar a la oposición y desgastarla, . fundamentalmente al Partido Popular. Como se ha
advertido aquí, y se ha visto después, en realidad Susana
Díaz no plantea ninguna negociación a los demás partidos para salir del bloqueo
actual, sino que lo que hace es descargar en todos ellos, sobre todo en Mariano
Rajoy, la responsabilidad de que no haya gobierno. Que la hagan presidenta, sin
más.
La investidura de la Candidata Sutana Díaz.
Matacán
JAVIER CARABALLO
Viva el desgobierno
andaluz
La presidenta en funciones de la Junta
andaluza ha centrado su discurso en augurar que el desgobierno actual conducirá
a Andalucía a la parálisis y al bloqueo
Casi dos años estuvo Bélgica sin
gobierno, y el conflicto, ya enquistado, sólo comenzó a solucionarse
cuando llegaron los primeros informes de la evolución del país. Periódicos del
todo el mundo reprodujeron en noviembre de 2011 que Bélgica había alcanzado la
histórica cifra de 500 días sin gobierno y, para asombro general, el resultado
era que todos los indicadores económicos habían mejorado. El paro, el PIB, el
déficit público, el salario mínimo.
¿Cómo era posible? Europa crecía
tímidamente, varios países, entre ellos España, seguían cayendo en el pozo y
Bélgica, sin gobierno, crecía por encima del dos por ciento. Hubo ciudadanos
que hasta convocaron fiestas en las calles para celebrarlo. El miedo debió
cundir entonces entre la clase política belga porque un par de meses después
las negociaciones entre francófonos y flamencos comenzaron a avanzar y cuando se cumplió el día
541 sin gobierno, tomó posesión un gabinete nuevo. Las cosas en el país
volvieron a instalarse en la normalidad y Bélgica volvió a ser un país como
todos los de su entorno.
A ver, no es que haya que celebrar el
desgobierno como tesis política, pero tampoco hay que dramatizar, como nos
enseña el ejemplo de Bélgica. Es conveniente
recordarlo, sobre todo estos días en los que Andalucía va a cumplir dos meses
desde las últimas elecciones sin que se haya podido constituir un nuevo
gobierno, y
ya va por ahí la presidenta en funciones, Susana Díaz, sembrando el apocalipsis de un horizonte sin
planificación sanitaria, servicios paralizados y caos en colegios e institutos
cuando llegue el nuevo curso escolar. No es verdad, obviamente. Un país sin
gobierno sólo conduce directamente al caos en aquellas naciones en las que la
parálisis política las convierte en un estado fallido.
En una
democracia asentada como la española, con un Estado de derecho y una economía
estables, la falta temporal de gobierno no supone el caos necesariamente. De hecho, como
ocurría en Bélgica, en los periodos en los que los partidos políticos no llegan
a un acuerdo para sacar adelante la investidura de un nuevo presidente, es
un gobierno en
funciones el que adopta las decisiones necesarias para garantizar el
mantenimiento de todos los servicios ya establecidos.
Si miramos hacia atrás en los últimos
meses, comprobaremos que, en realidad, Andalucía lleva sin gobierno desde diciembre del año
pasado. Fue
entonces cuando se tomó la última decisión de envergadura en esta comunidad, la aprobación de unos nuevos
presupuestos de la Junta de Andalucía que son los que estarán vigentes durante
todo 2015 y que se prorrogarían automáticamente en los años sucesivos si la
parálisis continuase en ‘modo belga’. Ese
automatismo en la prórroga presupuestaria es, de hecho, la mejor demostración
de que se garantizan los servicios públicos esenciales, con independencia de
los acuerdos o desacuerdos parlamentarios.
La estrategia que ha puesto en marcha
Susana Díaz, y con ella al unísono todos los dirigentes del PSOE en sus mítines de esta campaña electoral de
municipales y autonómicas, es repetir a cada instante que Andalucía está
abocada al bloqueo y a la parálisis, “una situación surrealista”, dice ella
para remarcar lo apocalíptico. Pero, al margen de la imprecisión, porque como
vemos los servicios públicos están garantizados con el gobierno en funciones, lo que cada día se percibe con más
nitidez es que, en el fondo, todo forma parte de una estrategia política para
acorralar a la oposición y desgastarla, fundamentalmente al Partido Popular.
Como se ha
advertido aquí, y se ha visto después, en realidad Susana
Díaz no plantea ninguna negociación a los demás partidos para salir del bloqueo
actual, sino que lo que hace es descargar en todos ellos, sobre todo en Mariano
Rajoy, la responsabilidad de que no haya gobierno. Que la hagan presidenta, sin
más.
Vayamos a un ejemplo práctico que
quizá se ha pasado por alto. En la primera sesión de investidura frustrada, llamó la atención
una frase de la presidenta, porque apenas encajaba con el resto del discurso.
Hablaba de los problemas de la vivienda, y los grandes
planes de futuro, cuando dijo: “Señorías, les estoy hablando, por ejemplo, de
poner ascensores en edificios donde viven muchas personas, mayores o
dependientes, que no pueden pisar la calle hace años por la sencilla razón de
que no pueden bajar las escaleras. En ellos, y no en nosotros, debemos pensar
continuamente”.
Es verdad que existen graves problemas
de movilidad en toda España, por edificios que no están adaptados, sobre todo
en zonas humildes y deprimidas; de hecho, existen programas en casi todas las
autonomías que alertan de aquellos que son ‘Prisioneros en sus casas’. Eso es
cierto, pero tampoco deja de ser una más de las muchas injusticias que afectan
a las personas con dependencia, los primeros olvidados por los presupuestos de
la crisis. Y es llamativo, además, porque
la Junta de Andalucía ya legisló hace cinco o seis años sobre este tipo de
viviendas y aprobó unas ayudas que no ha entregado, como reconoce la propia
Susana Díaz.
En
su afán de dramatizarlo todo, llega
a decir en un mitin de esta campaña electoral que en Andalucía hay “diecisiete millones” de edificios que necesitan
ascensor. Pero en
Andalucía sólo hay ocho millones y medio de habitantes… En fin,
que todo lo que tendría que hacer la Junta andaluza es cumplir, sin más, con
aquello que se comprometió hace años; no hace falta un nuevo gobierno para eso porque
ya está legislado y olvidado. Pero Susana Díaz ha decidido retomarlo, otra vez, como
discurso político que se cierra con esa coletilla populista: “En ellos, y no en
nosotros, debemos pensar continuamente”.
Más que un mensaje
subliminal contra la oposición, es una jugarreta evidente. Contra la oposición y contra los ciudadanos.
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