Nada tiene, pues, de extraño el
forzoso interinato de Susana Díaz.
...más difícil sería...... intentar explicar a un foráneo por qué somos como
somos. Hemos tenido todo a favor en los
últimos cuarenta años: el despegue
económico de España, la adhesión a la UE, la estupenda seguridad que implica
pertenecer al primer mundo. Deberíamos
haber prosperado asombrosamente. Pero no. Seguimos siendo
bastante insignificantes y nos sentimos muy felices de serlo. Se entiende por qué preferimos el enjuague a la
norma, el clientelismo a la meritocracia, el transcurrir al progresar. Es una especie de placebo que alivia una enfermedad
crónica, una idiosincrasia que convierte lo explicable en inexplicable y
viceversa. Dicho en román paladino: en Andalucía es
más fácil entender la pervivencia durante una década de un mondongo como el de
los ERE que imaginar una Andalucía en la que dimitiera un consejero por haber
plagiado su tesis doctoral. Lo peor de lo inexplicable es que se explica
perfectamente
Lo inexplicable...
JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ
TOUS
MAÑANA VUELVE a celebrarse en el
Parlamento andaluz otra sesión de investidura, previsiblemente nula. Supongo que Díaz intervendrá con diatribas
dirigidas contra la oposición y con jeremiadas sobre el destino de una
Andalucía sin gobierno. Definitivamente, no está hecha para pactos de verdad, esos que se escriben y se firman ante las cámaras
de televisión. Lo suyo, en todo caso, son las pactulencias, que son los pactos
que se ofrecen de boquilla, cual flatulencias verbales. Su discurso de
investidura está lleno de ellas, tan solemnes como difusas, tan enfáticas como
fáciles de olvidar. En la práctica, la candidata quiere que su pactulento
discurso sustituya cualquier acuerdo escrito, siquiera de mínimos. Susana Díaz es
víctima del «extravío de la infatuación», como escribió Hegel. No ahorra al respetable ningún tremendismo. Su interinidad se le antoja un apocalipsis
político-administrativo.
Mañana será otro día
coprofágico para su desmesurado ego, salvo imprevistos. No será investida. Ocurrirá
lo «inexplicable», según dijo anteayer.
Es éste un hilarante hallazgo en su crescendo catastrofista. Se diría que la
candidata concibe su nueva derrota parlamentaria como un fenómeno paranormal,
una ruptura del orden lógico de los acontecimientos. Pero lo inexplicable es,
en realidad, lo que a Ella le parece explicable en grado superlativo, que es su ascenso trepatorio a
la presidencia, sin más trámite previo que la mera digitación y sin más mérito
que sus canibalescas dotes como apparatchik. Tan inexplicable le parece a la ciudadanía su perfil
mesiánico y desagradablemente autoritario que dos de cada tres
electores no han votado por su partido, siendo su partido, dicho sea de
paso, el que secularmente controla en Andalucía todo lo controlable. Lo explicable, en este sentido, es el resultado de las
elecciones y lo inexplicable es que Susana Díaz se empeñe en ignorar este
resultado. Es decir, lo ha entendido todo al
revés. Se deduce que la candidata no se explica
por qué no ha ganado holgadamente. Dos de cada tres votantes, por lo tanto, son
inexplicables.
Nada tiene, pues, de extraño el
forzoso interinato de Susana Díaz.
Mucho más difícil sería, por ejemplo, intentar explicar a un foráneo por qué
somos como somos. Hemos tenido todo a
favor en los últimos cuarenta años: el
despegue económico de España, la adhesión a la UE, la estupenda seguridad que
implica pertenecer al primer mundo. Deberíamos
haber prosperado asombrosamente. Pero no. Seguimos siendo
bastante insignificantes y nos sentimos muy felices de serlo. Se entiende por qué preferimos el enjuague a la
norma, el clientelismo a la meritocracia, el transcurrir al progresar. Es una especie de placebo que alivia una enfermedad
crónica, una idiosincrasia que convierte lo explicable en inexplicable y
viceversa. Dicho en román paladino: en Andalucía es
más fácil entender la pervivencia durante una década de un mondongo como el de
los ERE que imaginar una Andalucía en la que dimitiera un consejero por haber
plagiado su tesis doctoral. Lo peor de lo inexplicable es que se explica
perfectamente
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