miércoles, 13 de mayo de 2015

Lo inexplicable por Juan Antonio Rodríguez Tous...y mañana, nueva entrega del culebrón andaluz....= Oferta de Empleo para Presidente/a de la Junta de Andalucia.

Nada tiene, pues, de extraño el forzoso interinato de Susana Díaz. ...más difícil sería...... intentar explicar a un foráneo por qué somos como somos. Hemos tenido todo a favor en los últimos cuarenta años: el despegue económico de España, la adhesión a la UE, la estupenda seguridad que implica pertenecer al primer mundo. Deberíamos haber prosperado asombrosamente. Pero no. Seguimos siendo bastante insignificantes y nos sentimos muy felices de serlo. Se entiende por qué preferimos el enjuague a la norma, el clientelismo a la meritocracia, el transcurrir al progresar. Es una especie de placebo que alivia una enfermedad crónica, una idiosincrasia que convierte lo explicable en inexplicable y viceversa. Dicho en román paladino: en Andalucía es más fácil entender la pervivencia durante una década de un mondongo como el de los ERE que imaginar una Andalucía en la que dimitiera un consejero por haber plagiado su tesis doctoral. Lo peor de lo inexplicable es que se explica perfectamente



                                                                                                                                                                             

Lo inexplicable...
JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ TOUS

MAÑANA VUELVE a celebrarse en el Parlamento andaluz otra sesión de investidura, previsiblemente nula. Supongo que Díaz intervendrá con diatribas dirigidas contra la oposición y con jeremiadas sobre el destino de una Andalucía sin gobierno. Definitivamente, no está hecha para pactos de verdad, esos que se escriben y se firman ante las cámaras de televisión. Lo suyo, en todo caso, son las pactulencias, que son los pactos que se ofrecen de boquilla, cual flatulencias verbales. Su discurso de investidura está lleno de ellas, tan solemnes como difusas, tan enfáticas como fáciles de olvidar. En la práctica, la candidata quiere que su pactulento discurso sustituya cualquier acuerdo escrito, siquiera de mínimos. Susana Díaz es víctima del «extravío de la infatuación», como escribió Hegel. No ahorra al respetable ningún tremendismo. Su interinidad se le antoja un apocalipsis político-administrativo.

Mañana será otro día coprofágico para su desmesurado ego, salvo imprevistos. No será investida. Ocurrirá lo «inexplicable», según dijo anteayer. Es éste un hilarante hallazgo en su crescendo catastrofista. Se diría que la candidata concibe su nueva derrota parlamentaria como un fenómeno paranormal, una ruptura del orden lógico de los acontecimientos. Pero lo inexplicable es, en realidad, lo que a Ella le parece explicable en grado superlativo, que es su ascenso trepatorio a la presidencia, sin más trámite previo que la mera digitación y sin más mérito que sus canibalescas dotes como apparatchik. Tan inexplicable le parece a la ciudadanía su perfil mesiánico y desagradablemente autoritario que dos de cada tres electores no han votado por su partido, siendo su partido, dicho sea de paso, el que secularmente controla en Andalucía todo lo controlable. Lo explicable, en este sentido, es el resultado de las elecciones y lo inexplicable es que Susana Díaz se empeñe en ignorar este resultado. Es decir, lo ha entendido todo al revés. Se deduce que la candidata no se explica por qué no ha ganado holgadamente. Dos de cada tres votantes, por lo tanto, son inexplicables.

Nada tiene, pues, de extraño el forzoso interinato de Susana Díaz. Mucho más difícil sería, por ejemplo, intentar explicar a un foráneo por qué somos como somos. Hemos tenido todo a favor en los últimos cuarenta años: el despegue económico de España, la adhesión a la UE, la estupenda seguridad que implica pertenecer al primer mundo. Deberíamos haber prosperado asombrosamente. Pero no. Seguimos siendo bastante insignificantes y nos sentimos muy felices de serlo. Se entiende por qué preferimos el enjuague a la norma, el clientelismo a la meritocracia, el transcurrir al progresar. Es una especie de placebo que alivia una enfermedad crónica, una idiosincrasia que convierte lo explicable en inexplicable y viceversa. Dicho en román paladino: en Andalucía es más fácil entender la pervivencia durante una década de un mondongo como el de los ERE que imaginar una Andalucía en la que dimitiera un consejero por haber plagiado su tesis doctoral. Lo peor de lo inexplicable es que se explica perfectamente


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