No
es no
RUBÉN
AMÓN
El
pacto del insomnio, de la amnesia y de la vergüenza
- Pedro Sánchez y Pablo Iglesias entierran el hacha de guerra en un acuerdo temerario que deja fuera a sus partidos y que tiene pendiente pasar el test de la aritmética parlamentaria
Frases célebres
El pacto del insomnio, de la amnesia y de la vergüenza
No es la primera vez que Pablo Iglesias alcanza la vicepresidencia virtual del Gobierno
español. Ya se la atribuyó a sí mismo en
aquella comparecencia delirante -2016- que lo revestía de honores ejecutivos, pero ahora
podría conseguirla de verdad. Sánchez se la ha concedido por teléfono. Y ha resuelto en unas
horas el conflicto que no supo resolver en seis meses.
Se conoce que el
presidente del Gobierno no
teme las noches de insomnio que antaño le suscitaba compartir litera con Iglesias.
Ya no es un peligro que el líder de Unidas Podemos reclame el derecho de
autodeterminación ni los indultos. Todo lo contrario, la sensibilidad de
Iglesias hacia la familia soberanista -de Junqueras a Otegi- puede
facilitar la aritmética parlamentaria, aunque sea a expensas de malograr la salud de la
nación.
Dos debilidades no
hacen una fuerza. El PSOE y UP tienen
menos votos y escaños que en abril, pero la política es
para Sánchez e Iglesias un proyecto de catarsis personal. El manual de
supervivencia requiere de ambos arrinconar la respectiva aversión. Consumir
melatonina para dormir. Concederse a un ejercicio de amnesia. Y subordinar los
mecanismos de transparencia.
Ya me lo decía Ignacio
Varela. Sánchez no puede llegar a un acuerdo con Iglesias sin haberlo sometido
al criterio de la Ejecutiva del PSOE, del mismo modo que Iglesias no debería haberlo
aceptado sin exponerlo al criterio de las bases. Lo hará, claro, en los
días sucesivos, pero desde la habitual perspectiva intimidatoria: votad lo que
yo os diga, como yo os lo diga.
Más allá de las
respectivas añagazas, el pacto bilateral debe considerase viable hasta que
prospere una mayoría parlamentaria. Sánchez e Iglesias aspiran a estimularla
desde un mecanismo de coacción: no pueden convocarse otras elecciones. Las terminaría ganando VOX.
Es la perspectiva
desde la que ambos aspiran a resucitar al monstruo de Frankenstein. No solo
aguardando la abstención de Esquerra Republicana,
sino pretendiendo aglutinar la disgregación de las marcas regionales: los cántabros
de Revilla, los gallegos del BNG, los turolenses de Teruel, la pedrea del errejonismo y el tractor de Aitor,
o sea, los escaños “decisivos” del PNV.
Ahora comprendemos lo
que significa la plurinacionalidad para Sánchez. La plurinacionalidad significa una fiesta de coros y
danzas regionales. Un intercambio de trenes, kilómetros de autopista y de estímulos
presupuestarios que le permitan continuar en la Moncloa.
Estremece la
operación. Primero, porque Pablo Iglesias representa un obstáculo incendiario
en el conflicto territorial de Cataluña. Y en segundo lugar porque la crisis
económica y las presiones legítimas de Bruselas contradicen que pueda
ampararse un programa temerario de gasto público bajo la
grandilocuencia y los requisitos de “un gobierno progresista”.
Más que progreso, la
bicefalia arroja incertidumbre y congoja. Iglesias abomina del 155. Considera que los condenados del
procés son presos políticos. Ha pedido medidas de gracia a los
“soberatas”. E irrita sobremanera a los barones del PSOE, cuyo criterio en la
“jugada” ha sido tan despreciado como les ha sucedido a los demás miembros de
la Ejecutiva. Dirá Sánchez que estamos hablando de un preacuerdo, pero el
maridaje con Mefistófeles obedece al cesarismo que lleva ejerciendo desde que recuperó los galones de la
secretaría general.
Se desvanece, pues, la hipótesis de un pacto de
concentración (PP-PSOE). Y paradójicamente se le allana el camino
a Casado. No le conviene a la patria la boda de Sánchez e Iglesias, pero sí le conviene al PP evitar apoyo de los
socialistas. De otro modo, Abascal ya sería el líder de la
oposición.
VOX no tendría el
poder y el contrapoder que ejerce ahora si no fuera por la temeridad de las elecciones del 10N. No está mal el precio
de la “operación Sánchez”: sube la ultraderecha, desaparece Ciudadanos,
se balcaniza el Parlamento con la entrada de las CUP, se extingue Ciudadanos.
Y se le transige a Iglesias mucho más de aquello que no se le concedió en
julio. Porque era un peligro para España.
Nos dirá Sánchez que
el rigodón con Iglesias no es una incongruencia, sino un remedio de urgencia
para redimirnos de la misma ultraderecha que él mismo ha estimulado y excitado.
Una página nueva del Manual de
resistencia -'work in progress'- que antepone la ambición del oportunista
a la responsabilidad del estadista.Y que Iglesias utilizará para esconder su
caída en las urnas.
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