martes, 19 de junio de 2018

Afán de servicio, por Luis Marín Sicilia, artículo recomendado. = Cada uno es simplemente quien es. Una mera pregunta sería pertinente: ¿quiénes creen que serán más justos y objetivos en sus decisiones, los que no tienen miedo a su futuro o los que necesitan de la política para seguir viviendo?


Artículo de Luis Marín Sicilia

Afán de servicio







Una referencia al abandono de la política por parte de Mariano Rajoy se ha hecho viral en las redes sociales, donde se recoge que el ex presidente deja su acta de diputado en Cortes y se reintegra al Registro de la Propiedad del que era titular al iniciar su andadura pública, hace ya más de treinta años.

Seguro, como dice su sustituto y compañero de oposición, que vivirá mejor en Santa Pola y, además, será respetado liberándose de tanto insulto e improperio como ha tenido que soportar en su periplo político.

Esta noticia, acompañada de su renuncia expresa a todos los privilegios económicos derivados del cargo que ha ostentado así como al puesto que, como expresidente, podría disfrutar como miembro nato del Consejo de Estado, constituyen un ejemplo para toda la clase política, aferrada a veces a sus cargos para no perder privilegios y aforamientos, y debiera servir para que los españoles valoraran que hay políticos que no necesitan la cosa pública para vivir. Y es que, por desgracia, la política española se ha inundado de personajes que no han acreditado valores sociales, intelectuales y laborales para representar el interés general de la ciudadanía.

Esta noticia, que además deja sin argumentos a los testaferros de la insidia, supone que Rajoy se queda sin fuero protector respecto a cualquier procedimiento judicial en el que se le pretenda incluir. Y pone en razón su indeclinable decisión de no dimitir. Si lo hiciera, se comentaba, era indirectamente aceptar que había sido inculpado por el caso Gürtell.

El tiempo, por otra parte, desgranará cómo se redactó, y con qué fines retorcidos, una sentencia, que no es firme, por parte de togados sectarios, según acredita su trayectoria, que no tuvieron la valentía de deducir pieza separada por falso testimonio contra Rajoy. Pero eso sí, para conseguir sus fines espurios, tildaron gratuitamente de falta de credibilidad a sus declaraciones testificales. El resto ya estaba regado para plantear la moción que lo descabalgara y cuyos compromisos previos se irán sabiendo.

Pero hoy solo nos queda valorar la dignidad de un político serio, honrado, capaz y moderado que tuvo que enfrentarse a retos de la envergadura de la mayor crisis económica de la democracia, la abdicación del monarca Juan Carlos, le eclosión del populismo y la afrenta secesionista de unos golpistas a quienes hoy algunos parecen querer blanquear con concesiones que solo provocarán la aversión de aquellos españoles que simplemente aspiran a ser iguales en derechos, que es lo que define a una democracia y a un Estado de derecho.

Si no hubiéramos colocado en las instituciones a tanto personaje sin otros valores que el activismo y la denuncia, pero sin el mínimo bagaje intelectual y sin una mínima experiencia en el mundo laboral, administrativo o empresarial, la decisión de Rajoy no nos sorprendería, por la misma razón que no sorprende, en las democracias consolidadas, que los políticos vuelvan a sus actividades previas una vez cumplimentados sus mandatos. Pero aquí, entre nosotros, acceden a la política, en demasiados casos, los que no tienen donde ir. Y así nos va; porque su ejercicio de la misma está inspirado, no en el interés general, sino en el corto plazo que le permita seguir disfrutando de su estatus.

Una mera pregunta sería pertinente: ¿quiénes creen que serán más justos y objetivos en sus decisiones, los que no tienen miedo a su futuro o los que necesitan de la política para seguir viviendo? Rajoy ha vuelto al sitio que obtuvo en reñidas oposiciones, sin fuero ni privilegios. Su antecesor hizo que todos los expresidentes del Gobierno fueran miembros natos del Consejo de Estado, ocupando hoy plaza en el mismo con suculenta nómina, a la cual también ha renunciado Rajoy. Y el actual presidente venía del paro antes de obtener acta de diputado. No cabe duda de que, mientras unos acceden a la política para prosperar, otros lo hacen con absoluto desprendimiento y solo imbuidos de su legítimo afán de servicio a la comunidad.






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