¿La Andalucía sin límites....?
Probablemente el doctor Jesús Candel y el funcionario Jaime González no se conozcan de nada, pero tienen algo en común aparte de la valentía de enfrentarse al todopoderoso régimen socialista andaluz que apabulla a todo aquel que osa a contrariarle. Aunque no son los primeros, Candel y González han coincidido en el tiempo en ser objeto de sendas campañas de escarnio público acusados de machistas por acosar psicológicamente a mujeres por el “mero hecho de serlo” (sic). Lo que esboza esta coincidencia es una peligrosa tendencia que se presumía desde hace tiempo que iba a ocurrir: el uso del autoritarismo de género -eufemísticamente le llaman “perspectiva de género”- para realizar gruesas acusaciones contra aquellos hombres molestos para el régimen.
..... me limito a constatar la evidencia de que a los hombres andaluces nos espera un futuro muy próximo al que describía Bertold Brecht en su renombradísimo poema “Ahora vienen por mí pero es demasiado tarde”.
“Primero se llevaron a Jesús Candel,
pero como yo no era Candel, no me importó.
Después se llevaron a Jaime González
pero como yo no era González, tampoco me importó...”
jueves, 16 de noviembre de 2017
Autoritarismo de género
Artículo de Manuel Vicente
Probablemente el doctor Jesús Candel y el funcionario Jaime González no se
conozcan de nada, pero tienen algo en común aparte de la valentía de
enfrentarse al todopoderoso régimen socialista andaluz que apabulla a todo
aquel que osa a contrariarle. Aunque no son los primeros, Candel y González han
coincidido en el tiempo en ser objeto de sendas campañas de escarnio público
acusados de machistas por acosar psicológicamente a mujeres por el “mero hecho
de serlo” (sic). Lo que esboza esta coincidencia es una peligrosa tendencia que
se presumía desde hace tiempo que iba a ocurrir: el uso del autoritarismo de
género -eufemísticamente le llaman “perspectiva de género”- para realizar
gruesas acusaciones contra aquellos hombres molestos para el régimen.
No tengo el honor de conocer a estos dos proscritos del régimen ni estoy
enterado de sus andanzas profesionales o laborales, asimismo estoy seguro de
que dispondrán de buenos abogados que les defenderán allá donde corresponda,
por lo que no soy yo quien tenga que salir a la palestra para enfatizar su
honorabilidad; simplemente me limito a constatar la evidencia de que a los
hombres andaluces nos espera un futuro muy próximo al que describía Bertold
Brecht en su renombradísimo poema “Ahora vienen por mí pero es demasiado
tarde”. Pregúntenle, si no, al socialista Juan Fernando López Aguilar, otrora
ministro de Justicia que bebió de la medicina que dejó envasada en la Ley de
Violencia de Género.
Más allá de ser hechos puntuales, los casos de Jesús Candel y de Jaime
González pueden proliferar con la entrada en vigor del recién aprobado en el
Congreso Pacto de Estado contra la violencia de género, en el que se retuerce
el argumentario aún más y se extiende la presión hacia los hombres con el supuesto falaz de proteger a las mujeres
de asesinos machistas. El símil del embudo es bastante apropiado para este asunto:
en la parte ancha tenemos todos los comportamientos por los cuales un hombre
puede ser catalogado como “maltratador machista” mientras que la parte estrecha
estará reservada para las conductas femeninas. A partir de ahí, el maltratador
machista perderá todos sus derechos durante toda su vida nada más le sea
impuesto ese marchamo con tinta indeleble.
Con la aprobación de la Constitución, en España se estableció el carácter
reeducador del sistema penitenciario de tal manera que las condenas privativas
de libertad tienen como propósito último el de la reinserción social del
penado. Este principio no le será aplicado, sin embargo, a aquel sobre quien el
autoritarismo de género detenga su mirada. Si algún día, estimado lector, tiene
la mala suerte de cruzarse por la calle con la ciudadana Inés del Río no se le
ocurra dispensarle un mal gesto ni una mala palabra; cuídese de ser denunciado
por comportamiento machista ya que usted perderá todos los derechos que ella
sigue disfrutando pese a ser condenada a más de 3.000 años de cárcel por los
asesinatos que cometió durante su pertenencia a la banda terrorista ETA.
Recientemente, en un acto público, el orador hacía una pregunta retórica:
¿con todos esos beneficios, qué mujer se va a resistir a presentar una denuncia
por violencia de género aunque sea falsa? Inmediatamente me contesté: “muchas”.
De la misma manera que estoy convencido de que muchos hombres, sobre todos
padres de hijas, asumiríamos una presunción de culpabilidad si eso sirviera
para salvar vidas femeninas. La sociedad tiene dosis de sensatez que los
políticos no son capaces de calibrar. Es la sensatez de una madre de dos
varones que exclama que a sus hijos jamás les denunciarán por violencia de
género mientras esté viva porque ya se encargará ella de ajustar cuentas con
sus nueras.
Se trata de la sensatez de una sociedad que huye de las atrocidades que
cometen sus políticos a través de legislaciones que pretenden implantar una
batalla entre hombres y mujeres como si no hubiera madre de hijos ni padre de
hijas. Quizá métodos de defenderse de insensateces legislativas que pretenden
hacer de la maldad una cualidad exclusivamente masculina.
La Ley Integral de Violencia de Género quebrantó el principio de presunción
de inocencia en el ámbito doméstico o de pareja. Ahora el Pacto de Estado lo
extiende a todo ámbito social.
“Primero se llevaron a Jesús Candel,
pero como yo no era
Candel, no me importó.
Después se llevaron
a Jaime González
pero como yo no era
González, tampoco me importó...”
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