martes, 20 de diciembre de 2016

LA ESCOPETA NACIONAL Rivera e Iglesias: el 'nuevo' tupper + Otro fraude: el de las movilizaciones sindicales = Menudo panorama, por ello en Andalucía, cada vez más personas de la sociedad civil, dan un paso al frente, ahora después de la Ilma. Sra. magistrada Alaya, el compañero Luis Escribano y muchos otros ...... aparece el médico Jesús Candel, "Spiriman", y poco a poco, seguimos sumando y avanzando; es hora de la sociedad civil, la unión hace la fuerza y "Todos somos uno en la defensa del interés general de los ciudadanos.

LA ESCOPETA NACIONAL

Rivera e Iglesias: el 'nuevo' tupper

çA la izquierda, el líder de Ciudadanos Albert Rivera. A la derecha,...

Ni nuevos ni viejosSimplemente cachorros de partido. Esos son los que hoy medran en las formaciones políticas y mañana decidirán el destino de nuestros impuestos y el sentido de nuestra política. Cachorros que acaban de coger o cogieron hace tiempo la posición en PP, PSOE, C's, Podemos y un largo listado de partidos. Chicos -muchos de ellos de invernadero- que han cerrado por dentro el tupper y no están dispuestos a que nadie lo abra desde fuera. No vaya a ser que entre aire fresco y despeine la perfecta estética televisiva que les acompaña para descubrir que detrás no hay nada: ni experiencia, ni trabajo, ni esfuerzo, ni sufrimiento.

No hay diferencia en la forma de cerrar los partidos entre esos que se denominan nuevos y los viejos. Porque la crítica interna ha desaparecido de todos ellos. Y porque cada uno de los renovadores que llega tan sólo aspira a borrar de un plumazo la libre discrepancia -como acaba de hacer Albert Rivera en Ciudadanos- o a socavarla por medio de premeditadas exhibiciones de fuerza -como lleva haciendo desde hace tiempo Pablo Iglesias, gestora a gestora, empujón a empujón-. ¿Dónde ha quedado la prometida regeneración, el contacto con la esfera privada, con la militancia, el aire fresco que predicaban C's y Podemos?

Este fin de semana era Iglesias el encargado de anunciar que, justo después de que el segundo congreso de Vistalegre le proclame de nuevo como secretario general, exigirá un cierre de filas en torno a él: punto y final a todas las corrientes que no le aclamen como líder incuestionable. Justo lo contrario de lo prometido a sus conocidos círculos. Y ha sido Rivera quien ha logrado que Ciudadanos incluya la discrepancia como causa de expulsión del partido. Porque cualquier manifestación pública de discrepancia grave con la ideología, principios, o fines del partido, realizada durante actos de propaganda, reuniones públicas o a través de cualquier medio de comunicación que garantice la publicidad, supondrá la inmediata salida del partido.

Es decir, que Rivera contará con respaldo estatutario para impulsar lo que ya ocurrió en julio de 2015 con medio centenar de afiliados de toda España o lo que pasó hasta febrero de 2016 con un total de 46 cargos públicos expulsados. Todo ello en un partido que se define como «liberal progresista» y donde nadie podrá preguntarse públicamente qué significa esa calificación. ¿Eso es lo nuevo? Hace tiempo, Nicolás Redondo me explicó que, mucho más importante que la introducción de primarias u otro sistema de apertura de los partidos, era eliminar el poder del aparato para condicionarlo todo. Qué razón tenía.


Otro fraude: el de las movilizaciones sindicales


  • “El gran problema de los sindicatos es que ya nadie cree su discurso”
  •  “Lo vistan como lo vistan, son las deudas, los reintegros pendientes de subvenciones fraudulentas y la falta de cash, lo que les lleva a la calle”








martes, 20 de diciembre de 2016
Otro fraude: el de las movilizaciones sindicales




  • “El gran problema de los sindicatos es que ya nadie cree su discurso”


  •  “Lo vistan como lo vistan, son las deudas, los reintegros pendientes de subvenciones fraudulentas y la falta de cash, lo que les lleva a la calle”

Anteayer, tras decenas de meses de silencio, casi de sesteo, “tomaron” de nuevo la calle los sindicatos dizque mayoritarios. Lo de tomar es un exceso, casi una licencia literaria, pues la gran movilización obrera prevista para presionar al gobierno ha vuelto a darse de bruces con el habitual y rotundo fracaso de los últimos años.

¿Qué se exigía? Nada de concreción,lo de siempre: la derogación de los aspectos de la reforma laboral del 2012 que consideran más lesivos para los trabajadores, una subida del salario mínimo interprofesional (SMI) hasta los 800 euros, la repatriación de los miles de españoles, principalmente jóvenes, que han tenido que emigrar en busca de trabajo durante la crisis que decían inexistente los que ahora se manifiestan, un impulso de las prestaciones sociales especialmente centradas en la revalorización de las pensiones y, ya puestos, medidas eficaces contra la pobreza energética que evite la interrupción del suministro de electricidad o de gas “a personas con escasos recursos económicos”. ¿Quién podría negarse a ello? ¿Dónde hay que firmar? Cosa bien distinta es explicar y convencer a la opinión pública, en una economía de recursos limitados, de dónde sacar para financiar el monto económico que tales medidas suponen.

¿Convencer? UGT y CCOO esperaban demostrar su poderío concentrando el domingo en Madrid delegaciones provenientes de todas las comunidades autónomas a las que se unirían ciudadanos de la capital y militantes de los partidos de la oposición, todo ellos convocados bajo el lema 'Recuperar derechos'. Entre todos preveían alcanzar una asistencia -en todo caso de seis cifras- que se vendería, porque así sería, como rotundo éxito, como respaldo generalizado de sus pretensiones. Lo cierto es que las cifras facilitadas por los organizadores -20.000 según sus propias fuentes, 3.000 según la policía- evidencian no solo su incapacidad para movilizar a los trabajadores sino, siquiera, para representarse a ellos mismos.

El número de liberados sindicales continúa siendo el secreto mayor guardado de este país. Desde hace un lustro suele coincidirse en unas cifras superiores a los 4.000 en el sector privado y a 10.000 en el ámbito público. Dándolas por buenas parece claro que la mañana soleada madrileña ni siquiera convenció a los liberados o, quizá, si finalmente cogieron los autobuses que surcaron las vías radiales, prefirieron directamente hacer caso al representante de CCOO que pasó a la historia en 2012, tras un acto similar, y que al son de la Internacional (¡En pie, famélica legión!) concluyó su alegato con un grito que avergonzaría al mismísimo Eugène Pottier: «¡Ahora a tomar cervezas y a vivir. Salud compañeros y compañeras!».

El gran problema de los sindicatos es que ya nadie cree su discurso. Su imagen ha caído en picado desde que desaparecieron de la escena los históricos Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, verdaderos artífices del sindicalismo español del último tercio del siglo XX, durante mucho tiempo trabajadores en sus puestos durante 8 horas y que empleaban las 16 restantes para solucionar los trances de sus afiliados.


Lo vistan como lo vistan, son las deudas, los reintegros pendientes de subvenciones fraudulentas y la falta de cash, lo que les lleva a la calle, una financiación que debe reducirse por ley a las aportaciones de sus afiliados para continuar desempeñando un papel digno lejano de éste al que ha quedado reducido: a obstaculizar las reformas del mercado de trabajo, a apoyar al gobierno socialista de turno, a olvidarse de los desempleados en beneficio exclusivo de los trabajadores fijos sin valorar la productividad y a lanzar soflamas contra los empresarios -bien merecidas a los que, como ellos, se amparan exclusivamente en la salvífica subvención-, obviando que en ellos reside la posibilidad de crear empleo.


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