"Alto y claro"
- “El único caso contrastado de gatuperio político fue la proclamación de la Segunda República, sin haber convocado al pueblo para que se pronunciara sobre ella”
- “Son tales las expresiones erróneas, fuera de la normalidad, con las que nos obsequian estos jóvenes impulsivos, que habría que acogerlas con nada más allá de la sonrisa escéptica o la mirada conmisericordiosa”
- “Estos jóvenes criados con todas las facilidades para su salud y su educación que no tuvieron las dos generaciones que les precedieron, parecen empeñados en resucitar lo que sus padres y abuelos enterraron”
De aberraciones e insolencias, por Luis Marín Sicilia.
- “El único caso contrastado de gatuperio político fue la proclamación de la Segunda República, sin haber convocado al pueblo para que se pronunciara sobre ella”
- “Son tales las expresiones erróneas, fuera de la normalidad, con las que nos obsequian estos jóvenes impulsivos, que habría que acogerlas con nada más allá de la sonrisa escéptica o la mirada conmisericordiosa”
- “Estos jóvenes criados con todas las facilidades para su salud y su educación que no tuvieron las dos generaciones que les precedieron, parecen empeñados en resucitar lo que sus padres y abuelos enterraron”
Cuando una determinada conducta, individual o
grupal, se aparta claramente de lo que se considera normal, natural, correcto o
lícito, decimos que esa persona o grupo vive en una aberración constante al que
le lleva un error grave del conocimiento o de la razón. Con el máximo respeto
que nos merecen los cinco millones de votantes del grupo Unidos Podemos, no
podemos decir lo mismo de las múltiples aberraciones con que sus dirigentes más
conspicuos nos vienen obsequiando.
Una aberración es la pertinaz insistencia, entre
otros del previsible tránsfuga Alberto Garzón, cuando dice que "no escoger
al Jefe del Estado no es democrático, por lo que la monarquía parlamentaria es
una paradoja en sí misma", olvidando que las monarquías nórdicas y
anglosajonas son modelos democráticos inmaculados. Más aberrante, por no tener
basamento lógico ni racional, resulta su proclama de que "las élites en
1977 blindaron la monarquía, porque el pueblo quería república". ¿Y él
como lo sabe? El único caso contrastado de gatuperio político fue la
proclamación de la Segunda República, sin haber convocado al pueblo para que se
pronunciara sobre ella.
Otra aberración socorrida es la que, con gran pompa
cartelera, expresaba ese "jornalero" ejemplar llamado Cañamero,
presumiendo de que "no votó a ningún rey". Pero, ni a él, que fue
elegido en una lista cerrada y bloqueada, ni a sus conmilitones tan
procastristas, se les ocurre preguntarse sobre el régimen
"hereditario" impuesto en el paraíso cubano de los Castro.
La simpar Irene Montero, jefa del gabinete del
líder supremo y sentada muy a su vera, ha sofocado su malestar por la
investidura de Rajoy arguyendo que "han tenido que alterar todo el sistema
para conseguir que nosotros no gobernemos". ¿Se puede saber qué y cómo es
lo que se ha cambiado para que estos redentores del pueblo no gobiernen?
Ante la desintegración de Podemos en partidos
regionales, Pablo Iglesias pretende dar imagen de normalidad diciendo que
"la propuesta de descentralización es bueno que venga de una nación muchas
veces olvidada como Andalucía". Este profesor de ciencia política yerra tanto
en su noción de lo que es, en términos políticos, una nación, como en el
desafío implícito que las organizaciones territoriales le están planteando.
Claro que después de afirmar en sede parlamentaria que Andalucía votó sobre su
independencia, es explicable que imparta clases por designación digital
solemne, no por méritos académicos contrastados.
En cualquier caso, más aberrante resulta la
conclusión a que llega la lideresa morada andaluza, Teresa Rodríguez, tan
contenta porque "Andalucía es una nación, concepto maravilloso porque
proviene de nacer", lo cual nos deja enormemente tranquilos, ya que a
partir de ahora, por lo menos en Andalucía, todos los seres vivos son una
nación. Lo que no nos dice es en qué parte lo son y en cuál no.
Son tales las expresiones erróneas, fuera de la
normalidad, con las que nos obsequian estos jóvenes impulsivos, que habría que
acogerlas con nada más allá de la sonrisa escéptica o la mirada
conmisericordiosa. Lo grave de su atrevimiento es que tienen un líder que
apuesta abiertamente por la incorrección sistemática, sin que voz alguna
razonada y razonable se alce dentro del grupo ante tal deriva que tiene un fiel
acólito en Garzón, enterrador oficial de lo que queda del viejo PCE y de IU, a
cambio de ascender, según parece, a lugarteniente del líder supremo.
La decisión de Iglesias de emprender abiertamente
el camino de la incorrección política, haciendo de las instituciones el telón
de sus lamentables y espurios numeritos, va a ir tensionando la convivencia si
la ciudadanía no manifiesta su repulsa a estilos de conducta irregulares o
incívicos. Ya es lamentable que tachara de "vergonzoso y antiguo el
besamanos real" que sigue a la inauguración de la Legislatura,
resultándole "bochornosa la presencia de Rita Barbera" mientras pedía
"que se cumpla la ley y los jueces actúen", obviando que la hoy
difunta ni siquiera estaba imputada y que días antes su grupo, en ese circo que
gusta montar en el hemiciclo, mostraba carteles pidiendo la libertad de su
correligionario Bódalo, condenado por sentencia firme.
El paso siguiente, cuando la aberración se
convierte en norma de conducta, es la insolencia, ese dicho o hecho ofensivo e
insultante, que resulta doblemente hiriente cuando, como se pretende por quien
así se conduce, se hace con atrevimiento, descaro o de forma temeraria o
indiscriminada.
Y es en esa conducta en la que ha caído el líder
podemita mientras presentaba un libro, en la que se pavoneaba, con un estilo
aberrante, de su trayectoria, para concluir diciendo que "mi abuela servía
a señoritos y hoy su nieto está en el Parlamento cagándose en sus
muertos". ¿Está seguro Iglesias de que los destinatarios de sus
excrementos no tenían abuelas que también sirvieron a señoritos? ¿O más bien es
que en este país hace tiempo que muchos decidieron enterrar el odio, el rencor
y la rendición de cuentas, para laborar por un futuro de concordia que no
interesa a quien regurgita tales males desde su intolerancia?
Estos jóvenes criados con todas las facilidades
para su salud y su educación que no tuvieron las dos generaciones que les
precedieron, desconociendo como estos los sinsabores de la guerra y de la
postguerra, parecen empeñados en resucitar lo que sus padres y abuelos
enterraron, la gran obra de concordia que supuso la Transición que tanto les
molesta, olvidando además que, por mucho que se empeñen, ni ellos representan a
los herederos de un bando de aquella época, ni en lo que pretenden sea otro
bando anidan señoritos déspotas sino, posiblemente, trabajadores honrados en
igual o mayor medida que entre sus correligionarios, pero empeñados en mirar al
futuro y no al pasado.
Alguien ha dicho, y en ello coincido, que quizá en
su día se comprobará que lo peor que nos dejo la crisis como herencia fue ese
populismo insustancial de Podemos. Porque ese populismo está conformado
mayoritariamente por un grupo de advenedizos, carentes de responsabilidad y
empeñados en hacer de la política una charanga pretenciosamente
desestabilizadora del sistema democrático español.
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