martes, 7 de junio de 2016

Ser y tener, por José Antonio Gómez Marín. = ¡Nada de 'segundas residencias', nada de viviendas vacías, el cambio social se solventa, en plan Corcuera, con una patada en la puerta y un cambio de cerradura!

EN MIS AÑOS mozos íbamos a escuchar a Ruiz-Jiménez su defensa de la 'función social' de la propiedad ya esbozada en la famosa Rerum novarum del papa León XIII. Don Joaquín tenía que vérselas con la caterva de mozos empapados en la doctrina colectivista con los que discutía, sin perder el compás, empeñado en convertirlos al credo bonancible que limitaba el derecho inmemorial que Napoleón, refrescando el romanismo, fundamentó en la clásica visión del propietario omnímodo al que asistía tanto la capacidad de utere como la de abutere de la cosa poseída. Frente a la idea de que el amo era el amo y sanseacabó, él quería convencernos de que ese derecho indiscutible tenía en la utilidad y en la necesidad ajena unos límites si no terminantes, siquiera razonables, pero nosotros -gente endiablada y descomunal, como diría don Alonso Quijano-esgrimíamos con insolencia el lema proudhoniano «la propiedad es el robo» y, por descontado los graves desarrollos marxistas en los que entreveíamos ya la comuna. Muy lejos de aquellas disquisiciones, la alcaldesa madrileña -que no sólo es magistrada sino que ha sido «juez de jueces»-acaba de cortar de un mandoble el nudo gordiano de la cuestión declarando por derecho que «la okupación de un bien en desuso no es okupación», es decir, que el derecho de propiedad ha de ser ejercido sin pausa por el dueño -a la manera del ciclista que ha de pedalear para no caerse de la bici- so pena de convertirse, de hecho, en una res derelicta, esa cosa abandonada que ya no es de nadie y, en consecuencia, es de todos.



¡Nada de 'segundas residencias', nada de viviendas vacías, el cambio social se solventa, en plan Corcuera, con una patada en la puerta y un cambio de cerradura! ¡El cortijo, para el jornalero en cuanto el dueño no sude la gota gorda segando como uno más! La Ley se la empluma, como quien dice, a la alcaldesa, partidaria, por lo que se ve, de sobreponer por las bravas el gobierno del pueblo por el pueblo al concierto de las instituciones, tolerante con el edil borrico que bromea con el holocausto o con la ménade que irrumpe en pelotas en una capilla. Todo eso de la revolución son mandangas. El desuso lo califica el propio okupa ya que, sin enterarnos siquiera, nos hemos despertado acariciados por la brisa en el «reino feliz de los tiempos finales». Se abren las carnes sólo con pensar que Carmena, la juez Carmena, ha tenido en su mano de por vida la espada y la balanza



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