viernes, 3 de junio de 2016

La semana 'horribilis' de Susana + Podemos recoge tempestades, por Javier Carballo = Los hechos siguen hablando por si mismos, lo que es se ve.

  • Podemos recoge tempestades, por Javier Carballo; la violencia hoy, en las sociedades democráticas, no solo no se puede justificar, sino que debe condenarse con toda energía porque siempre esconde una ambición inconfesable....Podemos tiene un problema con la violencia, un problema de reconocimiento de la violencia…..
Foto:  Miembros de los cuerpos antidisturbios ante varios manifestantes, a la entrada del 'banco expropiado'. (EFE)

Miembros de los cuerpos antidisturbios ante varios manifestantes, a la entrada del 'banco expropiado'. (EFE)Autor
  •  La semana 'horribilis' de Susana. Desde que llegó a la presidencia de la Junta, no ha habido otra semana peor para Susana Díaz, porque lo que siempre ha pretendido ha sido distanciarse de las irregularidades de sus antecesores

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)

La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)Autor






Matacán

JAVIER CARABALLO
Podemos recoge tempestades

La violencia hoy, en las sociedades democráticas, no solo no se puede justificar, sino que debe condenarse con toda energía porque siempre esconde una ambición inconfesable


Foto:  Miembros de los cuerpos antidisturbios ante varios manifestantes, a la entrada del 'banco expropiado'. (EFE)

 Miembros de los cuerpos antidisturbios ante varios manifestantes, a la entrada del 'banco expropiado'. (EFE)Autor

Podemos tiene un problema con la violencia, un problema de reconocimiento de la violencia, digamosNo es nada que le afecte en exclusiva, es verdad, porque esa ceguera o deformación de la realidad se ha instalado desde hace años en un sector de la izquierda, acaso en la que se define a sí misma como la izquierda más radical. Todo parte de la aceptación generalizada de que, a lo largo de la historia, el hombre siempre ha tenido que ganarse su progreso; las conquistas sociales son conquistas literales y nada le ha sido concedido a la civilización sin sangre, sudor y lágrimas. De esa evidencia histórica, se llega a la idea de Marx de que “la lucha de clases es el motor de la historia” y, años después, Marcuse profundiza más sobre la ‘ética de la violencia’ y justifica abiertamente su utilización por parte de los sectores más oprimidos de la sociedad: “La teoría y la práctica políticas reconocen situaciones históricas en las cuales la violencia se convierte en el elemento esencial y necesario del progreso”.

Evidentemente, este razonamiento de Marcuse se puede compartir desde un punto de vista histórico, de la evolución, pero se convierte en una peligrosa justificación para el poder cuando se invoca en la actualidad como argumento político, como si el tiempo no hubiera pasado. La violencia hoy, en las sociedades democráticas, no solo no se puede justificar, sino que debe condenarse con toda energía porque siempre esconde una ambición inconfesable. En los países desarrollados, los avances sociales ya fueron conquistados hace mucho tiempo y ese modelo de sociedad, que se llama Estado del bienestar, ya solo depende de que los países que lo aplican alcancen un nivel de desarrollo que les permita financiarlo. En nombre de la revolución se han cometido tantos asesinatos, se ha impuesto tanta represión en el pueblo, se han cometido tantas atrocidades sociales que cualquier demócrata debe estar escarmentado ante esos peligrosos populistas de falsa izquierda.


Las contradicciones han comenzado a estallarle en sus propias narices allí donde gobierna directamente


Nadie ha prostituido más los ideales de la revolución que algunos de los grandes revolucionarios de la historia. Los vemos todavía, con chándal o traje caqui, algunos en paraísos bananeros y otros que salen a las calles con pasamontañas en democracias consolidadas como las europeas, parapetados en los movimientos de los antisistema que convierten la violencia en su única razón de ser. Ahí es donde nace el problema de Podemos para reconocer la violencia, porque hasta ahora la han justificado, minusvalorado o menospreciado, hasta llegar al punto en que nos encontramos, en el que las contradicciones han comenzado a estallarle en sus propias narices allí donde gobierna directamente, como en Cádiz, con José María González, ‘Kichi’, o a través de fuerzas políticas aliadas, como en Barcelona, con Ada Colau.

En Barcelona, el llamado ‘banco expropiado’ es, al mismo tiempo, ejemplo y lección. Es un ejemplo de la hipocresía sobre la que se edifican esos movimientos de izquierda pegatinera y es una lección de cómo acaba explotando un cúmulo de despropósitos institucionales como el cometido por el Ayuntamiento de Barcelona. Lo llaman ‘banco expropiado’, como si hubieran expropiado un banco, como si no fueran solamente unas antiguas oficinas bancarias que han estado utilizando durante tres años gracias a que el Ayuntamiento pagaba el alquiler.


El ‘banco expropiado’ es un ejemplo de la hipocresía de esa izquierda pegatinera y una lección de cómo explota un cúmulo de despropósitos institucionales


Cuando el municipio ha dejado de hacerlo, han llegado los incidentes, y el coste de los destrozos, en solo dos días, son muy superiores a los logros sociales que hayan podido obtener con los talleres sociales o la tienda de ropa que habían instalado dentro. Ada Colau llegó a la alcaldía, dejó de pagar el alquiler para contentar el discurso okupa, y ha provocado un estallido violento que se le ha ido de las manos. Ahora debería explicar a los barceloneses de qué partidas presupuestarias va a recortar para pagar los desperfectos de cientos de miles de euros causados por sus antisistema del ‘banco expropiado’, que ni era banco ni había sido expropiado.

Y Cádiz. Un alcalde comparte con las demás autoridades la responsabilidad del orden público, con lo que es imposible ponerse al lado de los antisistema desde el sillón de la alcaldía. Además de ser una contradicción en sí misma, porque no puede ser a la vez representante del sistema y portavoz de los antisistema; es un equilibrio imposible que acaba naufragando en los dos lados. Pero eso es lo que le ha ocurrido a José María González, ‘Kichi’, que en los últimos días se ha enfrentado con laPolicía Local y con la Policía Nacional en Cádiz.


Un alcalde comparte con las demás autoridades la responsabilidad del orden público, con lo que es imposible ponerse al lado de los antisistema


A los policías locales, que dependen de su Gobierno, los ha puesto en evidencia por perseguir la venta ilegal en Cádiz. ¿Acaso cree el alcalde de Cádiz que los policías locales persiguen la venta ilegal porque se les antoja cuando se levantan a desayunar? Lo hacen en cumplimiento de la normativa municipal y si el alcalde considera ahora que no tiene que ser así, que suprima las tasas e impuestos para todos los negocios y decrete Cádiz como ‘zona libre de venta comercial’Lo mismo ocurrió en el campo de fútbol, en el Carranza, cuando la Policía Nacional desalojó del campo a un bronquista que la estaba formando en una grada, y el alcalde, que también estaba viendo el partido, el Cádiz contra El Ferrol, exhibió sus galones para meter otra vez en la grada al espectador que había sido expulsado. ¿De quién sería la responsabilidad de un nuevo incidente? ¿Qué mensaje les envía Kichi a los gaditanos sobre el trato que deben dispensar a las fuerzas de orden público?

En fin, lo dicho, que Podemos tiene un problema para reconocer la violencia. Y si quieren gobernar en España, que no es lo mismo que Venezuela, tendrían que afinar la vista en lo elemental de una democracia. Los miembros de Podemos ya no están en las calles, en las plazas, sino en los escaños de los ayuntamientos, de las autonomías, del Congreso y hasta de algo tan casta como el Senado. Por pura coherencia, que aprendan de sus principios si no quieren recoger tempestades. “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”, dejó dicho Carlos Marx y, cuando se mira a la izquierda radical, se comprueba que eso es lo que ha sucedido. La ‘lucha de clases’, como motor de los grandes avances sociales y laborales, transformada en okupas subvencionados y los antisistema violentos. Eso no es progreso, ese es el envés de la historia de la izquierda, de sus conquistas. 


  

Matacán

JAVIER CARABALLO

La semana 'horribilis' de Susana

Desde que llegó a la presidencia de la Junta, no ha habido otra semana peor para Susana Díaz, porque lo que siempre ha pretendido ha sido distanciarse de las irregularidades de sus antecesores

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)

La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)Autor

 La semana pasada los noticieros se llenaron de pulgas.

Cientos de niños se fueron a sus casas rascándose la ropa como si las pulgas hubieran anidado en los bolsillos, los padres, detrás, cargaban con las mochilas por las aceras y ponían el grito en el cielo, alarmados. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, haya una plaga de pulgas en una ciudad como Sevilla?, se preguntaban todos cuando acababan de oír las noticias. Pues sí, una plaga de pulgas y no en cualquier sitio, sino en tres colegios que, cuando saltaron las alarmas, tuvieron que cerrarlos de inmediato.

Cuando los colegios se quedaron vacíos, unos hombres de blanco, como los de las alertas nucleares, entraron en las aulas con grandes tubos de fumigación. Dicen los noticieros que esta semana volverá la normalidad, que todo ha sido culpa de los recortes de la Junta de Andalucía en la educación pública y de los recortes que, a su vez, se ve obligado a acometer el ayuntamiento para mantener los colegios. Hasta los insecticidas que se usaban estaban caducados, dijeron. Por eso las pulgas volvieron y se encontraron tan cómodas como en una posguerra.


Se colocó una cinta de luchadora contra la corrupción, como si llegara de Groenlandia y hubiera descubierto una Administración podrida por los que la precedieron


Cuando el César se lanzaba a una batalla, siempre consultaba a los augures. Olfateaban el aire de la tarde, escrutaban los colores del amanecer y enmudecían durante la noche para oír lo que tuvieran que decirles los silencios de la madrugada. Si los presagios eran malos, César aplazaba la batalla hasta que los augurios se volvieran favorables. Cuando a Susana Díaz le pasaron el parte de incidencias de Sevilla, con tres colegios cerrados por pulgas, tendría que haber hecho lo mismo que el César, entender que las pulgas no son más que augurios enviados por el destino para prevenirle de los males que la acucian esta semana. Y debió recordar como solo unos días antes, en esos arranques de Eva Perón que le brotan cuando se sube a un atril, dijo con todas sus fuerzas de madre de los andaluces: “¡Ya está bien! No pienso recortar en mis colegios, en mis hospitales, en mis dependientes, porque ahora en Andalucía lo que se tiene que sentir es que se recuperan derechos”.

Desde que llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, no ha habido otra semana peor para Susana Díaz, porque lo que siempre ha pretendido ha sido distanciarse de las irregularidades de sus antecesores. Es verdad que Susana Díaz se aupó al sillón de la presidencia sobre el cadáver político de José Antonio Griñán, que se vio forzado a dimitir cuando le soplaron que su procesamiento era inminente por el escándalo de los ERE. Y es verdad también que Susana Díaz no conoce otra ocupación laboral que el Partido Socialista en Andalucía, en el que ha escalado puestos, hasta lo más alto, desde que ingresó en Juventudes Socialistas.

Pero siendo todo eso así, también es cierto que la presidenta andaluza no estaba directamente implicada en ninguno de los escándalos en los que se había visto envuelto su partido. Por eso, desde su primer discurso de investidura, se colocó en la frente una cinta de tela roja de luchadora contra la corrupción, como si acabara de llegar de Groenlandia y hubiera descubierto una Administración podrida por los que la precedieron: “Siento vergüenza ante la corrupción. Y les anuncio que ha llegado un tiempo nuevo a la política andaluza, marcado por un mayor control del ejercicio del Gobierno”.


En los tres años transcurridos desde su discurso de investidura, lo que ha imperado en la gestión diaria de la Administración andaluza ha sido el descontrol


El único problema de estos discursos es que solo se pueden pronunciar en una ocasión. A partir de la primera vez, la coartada de Groenlandia pierde efecto y el gobernante tiene que empezar a dar cuenta de sus propios actos. En los tres años transcurridos desde aquel primer discurso de investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta andaluza, lo que ha seguido imperando en la gestión diaria de la Administración andaluza ha sido el descontrol. A veces, hasta parece que ha cobrado vida propia y que, en realidad, el descontrol se ha instalado como un 'software' en los ordenadores del sistema informático de la Junta de Andalucía.

El ‘tiempo nuevo’ que anunció ha sucumbido ante la inercia de descontrol, y ahora cuando interpelan a Susana Díaz ante una comisión de investigación, también le preguntan por sus actos, no solo por los de quienes la precedieron en el sillón. ¿Cómo no va a saber nada de la opacidad de los cursos de formación si todavía no se sabe bien de qué trabajó su marido en esos cursos? ¿Cómo no va a saber nada de descontrol, si su Gobierno ha seguido repartiendo algunas ayudas, como los ‘fondos Jeremi’, a pesar de estar bajo sospecha en un juzgado? ¿Cómo va a seguir pidiendo dimisiones en su partido si mantiene en el cargo a consejeros investigados por el juzgado? ¿Cómo va a hablar de transparencia si ha obstaculizado hasta la provocación la entrega de expedientes a la comisión de investigación del Parlamento andaluz?

Las pulgas, esa era la cuestión. Que llegaron las plagas a varios colegios sevillanos y Susana Díaz no supo interpretarlas tras aquel discurso suyo de “mis colegios, mis hospitales, mis dependientes”, tan posesivo y definitorio del carácter político de la presidenta de la Junta de Andalucía. Llegaron las pulgas y lo que se podía esperar después es una semana como esta, que acabará con Chaves y Griñán formalmente procesados por varios delitos en el sumario de los ERE, una vez superada la fase previa de aforamientos y declaraciones, y con Susana Díaz sentada por primera vez en una comisión de investigación. Eso, además de lo habitual, que no se detiene, como el delirante caso del director ‘fantasma’ del Centro de Flamenco, que cobraba de un cargo que nunca había ocupado, también en tiempos de la presidenta, y que también ayer llegó al juzgado. La semana 'horribilis’ de Susana ha comenzado.

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