jueves, 9 de junio de 2016

La boda de un amigo por Luis M. Carceller = Lo que hace unos meses se llamaba casta, pero ahora que Pablo Iglesias, se ha convertido en demócrata, el término ha caído en desuso.

HAY algo que defina los privilegios es el oropel. Hace unos meses se llamaba casta, pero con este aire de líder socialdemócrata que tiene ahora Pablo Iglesias la palabra ha caído en desuso. Llámese pues como se quiera, pero casarse escoltado por policías locales a caballo huele a eso. Sobre todo si eres del partido que controla a esa policía. Sobre todo si te casa el alcalde.

Eso ha pasado en Marbella, tierra de bodas memorables, sobre todo aquella de 'si me queréis, irse'. Un socialista casado por el alcalde, José Bernal, ha reverdecido por unos momentos aquel look marbellí que desembocó en el gilismo una vez que al salir de su boda en el Ayuntamiento la policía local lo ha escoltado a caballo por un favor personal. No ha robado, vale, que ahora tras la reacción a favor del dúo Chaves-Griñán parece que robar es lo único punible. La equiparación al gilismo no viene de la mano del robo, pero sí de la horterada y el uso del Ayuntamiento a su antojo.

El PSOE vuelve por sus fueros. Ya lo hacía en los ochenta cuando se acuñó aquello de la beautiful people, otro sinónimo de casta que sirvió a Alfonso Guerra para tratar de laminar a sus correligionarios atrapados por el lado oscuro de la fuerza del lujo. A Guerra no le gustaba la combinación socialista-bon vivant, pero triunfó a su pesar el segundo de los ingredientes. El PSOE se debatía entonces entre el atractivo del sarao nocturno junto al mar y el despacho sevillano del hermano de Guerra. Dos formas de entender la política que requerían su financiación, claro está.




Desde entonces el PSOE se ha pasado mucho tiempo tratando de retornar a la ética y todo eso, aunque lo único que queda ahora son las apelaciones a los tiesos, esos nuevos descamisados a los que se encomienda Susana Díaz tratando de arrimarse a los indignados y evitar la marea del sorpasso. Esos esfuerzos saltan por la borda cuando sale el amigo del alcalde de Marbella y se pasea con policías locales montados a caballo porque se casa, porque él se lo merece, porque puede y porque yo te pongo caballos cuando nos casemos, amor. Y además el alcalde da por explicación que no sabía nada de los caballos, con lo que abundamos en el mito del político que no tiene ni idea de lo que pasa por delante de sus narices.

La foto de los caballos y el compañero socialista del alcalde es de las que frenan cualquier intento de acercarse a los votantes. Un portavoz del Gobierno local de Marbella dice que el uso de los caballos no fue incorrecto, aunque sí inadecuado. Un resbalón, ha dicho. Desconoce la potencia de una imagen de ese calibre sobre todo en tiempos de escepticismo global, como cuando pillaron a Javier Arenas mientras un limpiabotas le lustraba los zapatos. Entretenerse en explicaciones burocráticas es lo de menos. La imagen de la boda en Marbella lo que refleja es que, incluso con la que está cayendo, sigue habiendo quien se cree que el patio de la casa de todos es suyo particular.


Canalsu,  Andalucía imparable.

Para los tiempos que corren; imprescindible.



Lo que el ojo no vío...








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