HAY algo que defina los privilegios es el oropel. Hace unos meses
se llamaba casta, pero con este aire de líder socialdemócrata que tiene ahora
Pablo Iglesias la palabra ha caído en desuso. Llámese pues como se quiera, pero
casarse escoltado
por policías locales a caballo huele a eso. Sobre todo si eres del partido que
controla a esa policía. Sobre todo si te casa el alcalde.
Eso ha pasado en Marbella, tierra de bodas memorables, sobre todo
aquella de 'si me queréis, irse'. Un socialista casado por el alcalde, José Bernal, ha reverdecido por unos momentos aquel
look marbellí que desembocó en el gilismo una vez que al salir de su boda
en el Ayuntamiento la policía local lo ha escoltado a caballo por un favor
personal. No ha robado, vale, que ahora tras la reacción a favor del dúo
Chaves-Griñán parece que robar es lo único punible. La equiparación al gilismo no viene de la mano del robo, pero sí de
la horterada y el uso del
Ayuntamiento a su antojo.
El PSOE vuelve por sus fueros. Ya lo hacía en los ochenta cuando se
acuñó aquello de la beautiful people, otro sinónimo de casta que sirvió a
Alfonso Guerra para tratar de laminar a sus correligionarios atrapados por el
lado oscuro de la fuerza del lujo. A Guerra no le gustaba la combinación
socialista-bon vivant, pero triunfó a su pesar el segundo de los ingredientes. El PSOE se debatía entonces entre
el atractivo del sarao nocturno junto al mar y el despacho sevillano del
hermano de Guerra. Dos formas de
entender la política que requerían su financiación, claro está.
Desde entonces el PSOE se ha pasado mucho tiempo tratando de
retornar a la ética y todo eso, aunque lo único que queda ahora son las apelaciones a
los tiesos, esos nuevos descamisados a los que se encomienda Susana Díaz
tratando de arrimarse a los indignados y evitar la marea del sorpasso. Esos esfuerzos saltan por la
borda cuando sale el amigo del alcalde de Marbella y se pasea con policías
locales montados a caballo porque se casa, porque él se lo merece, porque puede y porque yo te pongo caballos
cuando nos casemos, amor. Y además el alcalde da por explicación
que no sabía nada de los caballos, con lo que abundamos en el mito del político que no tiene ni idea de lo
que pasa por delante de sus narices.
La foto de los caballos y el compañero
socialista del alcalde es de las que frenan cualquier intento de acercarse a
los votantes. Un portavoz del Gobierno local de Marbella dice que el uso de
los caballos no fue incorrecto, aunque sí inadecuado. Un resbalón, ha dicho. Desconoce la potencia de una imagen de ese calibre sobre todo en
tiempos de escepticismo global, como cuando pillaron a Javier Arenas mientras
un limpiabotas le lustraba los zapatos. Entretenerse en explicaciones burocráticas
es lo de menos. La imagen de la
boda en Marbella lo que refleja es que, incluso con la que está cayendo, sigue habiendo quien se cree que el patio de la
casa de todos es suyo particular.
Canalsu, Andalucía imparable.
Para los tiempos que corren; imprescindible.
Lo que el ojo no vío...
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