Los hechos ya hablan....
El facha okupado
Después de “fascista”, la RAE define “facha” como de ideología política reaccionaria, que se opone a la
innovación. Fachas, así, somos muchos.
Testarudos desconfiados que no apreciamos en su medida la bondad de la evidente
innovación social y solidaria que proponen los antisistema y okupas o, como dicen ellos, impedimos la existencia pacífica de alternativas que buscan
destruir nuestra miserable forma de vida. Como la nuestra es una ceguera sin arreglo, no les queda más remedio que abrirnos los ojos a base de hostias, destrozos y bestialidad, con lo que
llegamos a una cualidad de “fascista”, el que se funda excesivamente en el
principio de autoridad. La
autoridad de sus argumentos, por supuesto, la
única que imaginan y reconocen.
El Kichi-licuatre
El día que la banda de asesinos a la que pertenecía mató a
Miguel Ángel Blanco, Arnaldo Otegui se
fue a la playa sin saber lo que harían y sin haberlo
podido prever a pesar de que los suyos habían puesto fecha y hora al asesinato
del joven concejal.
Siendo un día como otro cualquiera, le llamó la atención “el
silencio que había en la playa. Como si se avecinara una tragedia”. Quizá
porque España
entera estaba en otra arena, en las calles y plazas contra los bestias.
La policía vasca tampoco estaba para baños sino
ocupada, por primera vez a cara descubierta, en evitar un posible linchamiento
de los cobardes atrincherados en una sede de HB que, una vez a salvo y limpios
los borbotones de mierda de sus propias nalgas, tildaron con desprecio la
indignación de los españoles como manifestación de histeria colectiva.
Kichi, majadero, el día que la banda de
asesinos a la que pertenecía mató a Miguel Ángel Blanco, Arnaldo Otegui se fue a la playa sin saber lo que harían
y sin haberlo podido prever a pesar de que "él y algunos plantearon alguna
iniciativa" para evitar el seguro asesinato.
Desde Venezuela con amor
LA CRUZ DEL SUR
La dignidad del cargo
JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN
EN UNA OCASIÓN, en la tertulia radiofónica de Protagonistas, hube de soportar los insultos más necios de Jesús Gil porque, porque para interrumpir su cadena de insultantes disparates, pregunté en directo si era imprescindible seguir escuchando a aquel 'delincuente ex-presidiario', indultado en una ocasión por Franco y en otra por González, cada cual con su cuenta y razón. Gil me dijo de todo, pero ese todo naufragaba sin remedio tras mi descalificación. Y bien, ¿no parece normal exigir al Poder que sus representantes -que lo son del pueblo soberano, no se olvide- carezcan al menos de antecedentes penales y no sean personas de mal vivir ni miembros de la cofradía de Monipodio? Ahora mismo tenemos planteada la candidatura para lehendakari de Otegi -Otegui en castellano-, un secuestrador terrorista que jamás mostró siquiera atrición por sus crímenes, en cuyas manos manchadas ignominiosamente de sangre pudiera acabar el poder en el País Vasco, y todavía hay quien discute si su inhabilitación judicial, que es firme, cubre el supuesto de esa candidatura o se refiere a la mar y a los peces. Y en Jaén, un profesional de la agitación campesina como Diego Cañamero, que ya no es aquel muchacho valeroso que acompañaba al cura Diamantino, sino un delincuente condenado por okupar fincas y asaltar supermercados, irá seguramente al Congreso como número uno en la lista de Podemos. La democracia española no podrá tal vez hundirse más.
No hay delincuentes buenos y delincuentes malos, sino delincuentes a secas, es decir, ciudadanos que se han saltado la Ley y han sido condenados en firme por un juez. ¿Cabe imaginar unas Cortes salpimentadas con la presencia de estos out-siders o su presencia no será sino una señal elocuente del grado de descomposición moral, ética y política alcanzado por nuestro sistema de libertades? Hay más candidatos impropios, por descontado, un poco en todos esos partidos que suscriben de boquilla frente a las corrupciones el latiguillo de la «tolerancia cero». Pero el caso de los delincuentes sin más, es decir, de quienes han sido condenados en firme, es ya harina de un costal distinto. En Barcelona manda una agitadora de barrio asistida por una partidaria de la educación tribal, en Cádiz un mochilero antisistema y en los Madriles una abuela que planta en su terraza tomates y claveles, acelgas y lechugas. El Poder ha perdido su fulgor natural. A la democracia, sencillamente, se le ido la olla.
Nadie escarmienta en cabeza ajena, por Lus Marín Sicilia, recomendado; ¿llegamos al esperpento?. = …Es hora de reflexionar; los nuevos son iguales que los otros políticos, pero con menos conocimientos y con bastante menos experiencia, el resultado de la gestión lo padecerán los ciudadanos cuyos intereses han de gestionar.
Miércoles, 1 de junio de 2016
Nadie escarmienta en cabeza ajena
Artículo de Luis Marín Sicilia
- “Comprar voluntades para no enfrentarse a los problemas es el primer paso para abrir las puertas al populismo más descarnado”
- “El populismo español parece haber despertado un cierto entusiasmo, lo que no resulta difícil en un país tan dado a dejarse llevar por las palabras bonitas y la demagogia fácil”
- “En España hemos de curarnos de ese populismo ramplón que merodea por la izquierda”
Miércoles,
1 de junio de 2016
Nadie escarmienta en cabeza ajena
Artículo
de Luis Marín Sicilia
- “Comprar voluntades para no enfrentarse a los problemas es el primer paso para abrir las puertas al populismo más descarnado”
- “El populismo español parece haber despertado un cierto entusiasmo, lo que no resulta difícil en un país tan dado a dejarse llevar por las palabras bonitas y la demagogia fácil”
- “En España hemos de curarnos de ese populismo ramplón que merodea por la izquierda”
Calificar de insensata la actuación de las fuerzas de
seguridad, a las que se agrede mientras evitan actos violentos y ocupaciones
ilegales, es tan esperpéntico como participar en manifestaciones de protesta por la debida
aplicación de la ley quienes tienen como primera obligación respetar y hacer
cumplir el orden constitucional.
Cuando a la progresía se le inquiere su opinión sobre la gravedad
de la violencia antisistema siempre suelta su infructuosa conclusión:
"rechazo rotundamente cualquier violencia, pero... hay que preguntarse qué
hay detrás". Pues lo que hay detrás,
no de cualquier violencia sino de
esta específica antisistema, es una progresiva dejación de funciones por parte
de quienes han perdido el sentido de autoridad del
que, democráticamente, están investidos.
Ante actividades incívicas hay quien, para ahorrarse los inconvenientes de hacerles
frente salvaguardando el
principio de autoridad, prefieren, en su buenismo indoloro, congraciarse con los malhechores otorgándoles algunas
prebendas, incluso costeando sus cuitas con el
dinero de todos los ciudadanos, a
los que luego sangran sin piedad con unos impuestos cada vez más abusivos.
Comprar voluntades para no enfrentarse a los
problemas es el primer paso para abrir las puertas al populismo más descarnado.
Quienes, como ha ocurrido con la
burguesía catalana, pactan con los
antisistema buscando un atajo que les lleve a
la ensoñación independentista, ya están comprobando que la dinámica populista acaba devorando todos los
principios que hacen posible la convivencia en una sociedad civilizada.
Quienes desde las propias instituciones han practicado la
permanente burla de la legalidad, no pueden llamarse andana cuando se ven desbordados por una turba que ha aprendido de
ellos a violar las normas por las que se rigen las sociedades democráticas. Sabido es que quien siembra vientos recoge tempestades, y
que quien para gobernar se apoya en antisistemas no puede defender el sistema.
En realidad el fenómeno del populismo, que con diferente faz se
muestra en las sociedades modernas, tiene en nuestra patria la afectación de
una doble
desgracia. Por una parte, hemos generado una sociedad endeble e inmadura adormecida
por mensajes simples y atractivamente falsarios. Y
de otra, ha ido
emergiendo una clase política irresponsable, sin liderazgo ético y
condescendiente con lo más frívolo y estéril, que pugna por no molestar el nirvana en que está
sumido el pueblo.
Acostumbrados a pensar que todo es gratis,
porque así se lo han transmitido los que buscan su
voto, muchos españoles no valoran nada ni creen en nada que no sea el derecho
universal a todo. Consecuentemente, la sociedad
española se ha sumergido en una mediocridad sin límites que la hace muy vulnerable ante la realidad a la que, más
pronto que tarde, tendrá que enfrentarse.
La crisis económica iniciada a mediados del 2007 ha provocado
entre nosotros mayores daños porque afecta a una sociedad enferma moralmente,
circunstancia aprovechada por el populismo de todos los colores para ocupar el
vacío dejado por políticos
vulgares incapaces de afrontar con rectitud y firmeza los retos del momento. La escasez de líderes solventes, junto a
un electorado que se balanceaba entre la envidia y la pobreza intelectual, afloraron políticos de ínfimo nivel que, en ningún país serio, habrían pasado de la
categoría subalterna de cualquier organización.
El populismo español, surgido de cuanto llevamos dicho, parece
haber despertado un cierto entusiasmo, lo que no resulta difícil en un país tan
dado a dejarse llevar por las palabras bonitas y la demagogia fácil. De demagogia y populismo saben bastante en Italia,
donde desde la Democracia Cristiana hasta
Berlusconi la han practicado. La diferencia con España es el escepticismo de
los italianos con la clase política, mientras aquí pensamos que los políticos nos van a arreglar la vida. Por algo, con cierto desencanto, se dijo que íbamos a una
situación a la italiana, pero sin italianos.
En Italia, desde sus
raíces en la Roma imperial, prevaleció un
relativismo escéptico respecto a la capacidad de los políticos para influir
decisivamente en la sociedad, se llamen
de derecha, de centro o de izquierda. Para
los italianos, a la hora de la verdad, a la hora de gobernar, la realidad
impone sus coordenadas y los
representantes de la plebe se mimetizan con los de la casta, en cuanto aquellos
adquieren su estatus. Como está
ocurriendo ya en Grecia con Syriza, en Italia el populismo tiene poco
recorrido, habiendo anunciado el abandono de la política Beppe Grillo, tres
años después de haber sido primera fuerza, porque considera a la actividad
política como "una enfermedad mental".
En España hemos de curarnos de ese populismo
ramplón que merodea por la
izquierda. Sus contactos con la realidad provocarán una rápida obsolescencia
por fatiga de sus materiales ideológicos. Y como nunca aprendemos de errores
ajenos, a lo mejor tenemos que
experimentar lo que muchos politólogos auguran: “que toquen poder para que así, en poco tiempo, dejen de
existir”.
El problema es lo que nos costaría el aprendizaje
de tales personajes. Porque, aunque no se
lo crean, la realidad les enseñará sus falacias populistas, como ya van
aprendiendo en ayuntamientos y autonomías. Como dicen los italianos, los nuevos serán iguales que los otros
políticos, pero con menos conocimientos y con bastante menos experiencia, para desgracia de los ciudadanos cuyos intereses han de
gestionar.
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