- “El sueño rupturista [de 1978] fue vencido por la fuerza moderadora de una opinión pública que, aunque incipiente, no quería aventuras rompedoras de la convivencia social”
- “Aquí no hay hartazgo del régimen sino hartazgo de unos políticos que no sintonizan con las inquietudes ciudadanas”
- “No creo en el valor de la abstención, y menos en momentos donde los que hablan de reformas no las articulan, y los que aspiran a la ruptura camuflan sus verdaderas intenciones”
miércoles, 18 de mayo de 2016
Otra vez reforma o
ruptura
Artículo de Luis Marín Sicilia
- “El sueño rupturista [de 1978] fue vencido por la fuerza moderadora de una opinión pública que, aunque incipiente, no quería aventuras rompedoras de la convivencia social”
- “Aquí no hay hartazgo del régimen sino hartazgo de unos políticos que no sintonizan con las inquietudes ciudadanas”
- “No creo en el valor de la abstención, y menos en momentos donde los que hablan de reformas no las articulan, y los que aspiran a la ruptura camuflan sus verdaderas intenciones”
Empeñados en hablar de una segunda transición
implica, para muchos de los que así se pronuncian, no haber aceptado claramente
la transformación democrática que se produjo con la primera, es decir con la
verdadera Transición. Desacreditar el sistema democrático español, indicando
que fue una estafa por la cantidad de corruptos que el régimen ha generado, es
rotundamente falso y oportunista. Lo grave sería que, como ocurre por ejemplo
en Venezuela, la corrupción no se persiguiera y los corruptos camparan a sus
anchas. Cuando la persecución judicial contra la corrupción se realiza sin
miramientos, como ahora ocurre, no hay corrupción del régimen sino de las personas
concretas que están siendo encausadas.
Recordemos que el éxito de la Transición fue el
cambio de un régimen totalitario a un sistema democrático desde el respeto a la
legalidad. "De
la ley a la ley" en frase histórica tantas veces repetida. Ello estuvo precedido de un amplio
debate entre reforma o ruptura, preconizada esta por la oposición
antifranquista. El sueño rupturista fue vencido por la fuerza moderadora
de una opinión pública que, aunque incipiente, no quería aventuras rompedoras
de la convivencia social.
Gracias al sentimiento mayoritario de la sociedad
española, los reformistas del viejo régimen y la oposición al franquismo
terminaron coincidiendo, quedando descartada, como dice el catedrático de Historia
Juan Pablo Fusi, la tesis de la ruptura que preconizó el Partido Comunista, el cual terminó
aceptando el argumento de la reforma. Utilizando el instrumento legal,
respetando la legislación entonces vigente, se pasó de un régimen dictatorial a
uno democrático de modo que, respetando las formas, se cambió el fondo. Algunos bautizaron a este
fenómeno como reforma o ruptura pactada. Y otros, como el profesor Pedro de
Vega o el político catalán Miguel Roca, dijeron que en realidad
lo que hubo fue una ruptura consensuada que demolió el anterior régimen por la
vía de las reformas legales.
En estos preludios electorales, algunos vuelven a las tesis
rupturistas. Emocionado con el abrazo del viejo califa cordobés, Pablo Iglesias seguía
la exposición de Julio Anguita empecinado en que la segunda transición sería un
pacto entre PP, PSOE y C's para mantener el engaño y la estafa que supuso la
primera. El viejo político, tan honesto como perseverante en sus tesis
idealistas, ya recuerda en su libro "Atraco a la memoria" cómo algunos
jóvenes neocomunistas como Monedero pretendieron desmontar su obra en Izquierda
Unida con "la milonga de que era un comunista anticuado defendiendo la
ortodoxia".
Olvidando su faceta, tan tendenciosa como falsa, de
objetivos entrevistadores del programa La Tuerka, financiado por el régimen
teocrático iraní, estos jóvenes bolivarianos, comunistas desde su
infancia,
aunque intenten engañar con su transversalidad fingida, y que lloran
emocionados ante el abrazo del califa, pretenden una
ruptura que un PCE, bragado en la lucha antifranquista, no consiguió. Cometen un doble error:
primero, porque aquí no hay hartazgo del régimen sino hartazgo de unos políticos que no
sintonizan con las inquietudes ciudadanas. Hartazgo que afecta
tanto a los viejos como a los nuevos políticos, que nada novedoso han aportado
fuera de las proclamas populistas habituales.
Y un segundo error, porque la gente lo
que quiere de verdad es que la ley se cumpla, no que se viole. Para cambiar lo que hay deben seguirse
los procedimientos legales. Lo demás es ruptura revolucionaria que
bien sabemos, según demuestra la Historia, donde conduce. De eso, aunque ahora pretendan
silenciarlo, saben bastante los asesores podemitas del régimen bolivariano de Venezuela,
perceptores de buenas cantidades para exportarlo a nuestro país, según publican
distintos medios.
Precisamente en esta última semana se han conocido
noticias documentadas que dejan en entredicho a Pablo Iglesias y a su grupo. Noticias y
documentos cuya realidad no la discute el aludido, pretendiendo que se
querellen los demás cuando, de ser falsas, el que tendría que querellarse es el
ofendido o calumniado. ¿Cómo no se querella Iglesias contra el exministro
venezolano Rafael Isea o el presidente de la Asamblea Henry Ramos por las
graves acusaciones que contra los de Podemos han vertido recientemente? Cuando el
podemita habla de ruptura procede preguntarle si se refiere a la necesidad de romper
con la financiación ilegal de un gobierno extranjero para imponer en nuestro
país un régimen totalitario. O si quizás se refiera a romper los pagos en
paraísos fiscales como las islas San Vicente y las Granadinas donde el
chavismo, al parecer, les hacia los ingresos pertinentes.
Julio Anguita, que ha sido siempre coherente con su
ideología, ha resaltado que "hay comunismo, comunistas y partidos
comunistas" y que para él no significan lo mismo tales términos. Anguita
opone a la Unión Europea, el euro y la deuda, como elemento de ruptura, el
comunismo en sentido filosófico, lo que implica una organización social sin
propiedad privada ni diferencia de clases, correspondiendo los medios de
producción al Estado que distribuirá los bienes de manera equitativa, según las
necesidades. Esto puede ser sugestivo y se parece bastante, en términos
filosóficos, a aquel movimiento conocido como "Cristianos por el
socialismo".
Siguiendo la diferenciación que hace Anguita, y pasando de la teoría a la
práctica,
ese comunismo idealizado lo llevan a cabo los comunistas y los
partidos comunistas, los cuales tienen históricamente acreditada su incapacidad
para construir un mundo mas próspero, más justo y más humano que el alcanzado
por las democracias occidentales. Basta ver los ejemplos de la URRS, Cuba, Venezuela y Grecia. Quizás por ello, el
pragmatismo chino llevo, a través de las reformas socio económicas iniciadas en
1979, a construir una llamada "economía socialista de mercado" que ha
provocado el crecimiento espectacular del gigante asiático, rompiendo la
aversión a la propiedad privada mediante un sistema mixto que nada tiene que
ver con el comunismo.
Las propuestas rupturistas de los
populistas que inspiraron al "chavismo" serían letales para España,
que es un país bastante más pobre que Venezuela. Los autores venezolanos Naim y Toro
decían en El País, en su edición del 15 de los corrientes, que "el experimento del socialismo del
siglo XXI propuesto por Hugo Chávez, autodenominado "paladín de los
pobres", que juró repartir la riqueza del país entre las masas, ha sido un
cruel fracaso." Y concluyen que "es algo monstruosamente
único en
los tiempos que corren: ni más ni menos que el hundimiento de un
país grande, rico y aparentemente moderno y democrático".
Que los de Pablo Iglesias no quieran hablar ahora de
sus vínculos con el bolivarismo sudamericano es explicable dado su rotundo
fracaso. Pero también es evidente que, de ese populismo de
izquierdas que pretendía integrar mediante su transversalidad, se ha pasado sin ambages a un
bloque ideológico radical de izquierdas con el pacto Podemos-IU y demás
apósitos soberanistas. Se pretende disputar, desde el viejo sueño del marxismo y
el gramscismo de Anguita, la hegemonía de la izquierda a la
socialdemocracia del PSOE. La pregunta es obvia: ¿Aceptarán el reto los socialistas,
como en su día lo aceptó Felipe González? ¿O creen tan poco en sus principios
que seguirán mendicando el pacto de izquierdas?
Un año electoral tan frustrante
como el que hemos vivido no es buen acicate para acercarse a las urnas el 26 de
Junio. El cansancio y la desilusión se ha apoderado de gran
parte de la ciudadanía, hastiada de tanto vendedor de humos como ha proliferado entre la
nueva casta política, que no mejora a la vieja y de ahí la creciente tentación
de mantenerse al margen de la consulta.
Soy de los que piensan que la sociedad
civil es más importante que la clase política, y por ello lamento la escasa presencia de
los cuerpos intermedios en el devenir de los hechos trascendentales para
nuestra convivencia y para el futuro de las nuevas generaciones. No creo en el
valor de la abstención, y menos en momentos donde los que
hablan de reformas no las articulan, y los que aspiran a la ruptura camuflan
sus verdaderas intenciones. Fomentar la apatía y el desencanto ha sido siempre un
viejo instrumento para alentar la abstención, tentación en la que han caído los
regímenes autoritarios, tratando con ello de que sean unos
pocos los que decidan por todos.
La abstención llamada activa, en el sentido de atribuir
implícitamente un voto de censura al sistema no yendo a votar, o bien votando
en blanco como una censura, no al sistema sino a los partidos concurrentes, es en mi
opinión un esfuerzo baldío, como lo acredita que países considerados ejemplarmente
democráticos, como EEUU, tengan una participación apenas del 50 %. España es
aún una nación muy joven en su andadura democrática y será la experiencia la que
obligue a reformar nuestro sistema electoral, obsoleto en cuanto la incapacidad de
los políticos hace inviable la formación de gobierno. Así las
cosas, los ciudadanos van a exigir, más pronto que tarde, una elección a doble
vuelta en los casos de ausencia de mayoría absoluta, para evitar, de una parte, que nadie
interprete erróneamente su voluntad, y de otra para poder formar así gobiernos estables.
En el fondo, aunque no se diga expresamente, el 26 de
junio hay latentes dos actitudes: una, que asume sin ambages la necesidad de introducir reformas trascendentes
en nuestro sistema político. Otra, que de forma sibilina aspira a la
ruptura con el sistema vigente. Los ciudadanos informados deben optar con conocimiento de
causa,
sabiendo que la llamada abstención activa, incluyendo el absentismo puro y el
voto nulo o en blanco, no es operativa a estos efectos.
En momentos trascendentales, donde operadores políticos con
probabilidad alta de influir en la gobernanza del país están
introduciendo en las instituciones, como pregoneros de la paz, a quienes no abdican
de sus raíces terroristas, o cuando, de forma expresa o taimada, tales
operadores buscan romper con el propio sistema democrático, es conveniente hacer
una apelación a la responsabilidad, entendiendo que los defectos del sistema
merecen su reforma pero no ponerlo patas arriba.
Actitudes neutras pueden
satisfacer convicciones propias pero, si se generalizaran, podrían dejar el
futuro del país sembrado de minas destructivas.
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