La UEFA ha sancionado por dos
veces al Barcelona por exhibir signos partidistas de división en partidos de
fútbol disputados en competiciones europeas. Se trataba de banderas llamadas
"esteladas", expresión formal del separatismo catalán que no
representa a todos los catalanes, cuya bandera oficial es la señera
cuatribarrada.
La legislación deportiva es cada
día más dura con la exhibición de toda clase de símbolos que generen conflicto,
división, racismo o xenofobia, por ser todo ello ajeno a la limpieza de la
confrontación deportiva. Así lo consagra la Ley del Deporte y todas las
disposiciones de legal aplicación en los eventos deportivos europeos. Lo
lamentable es que se haya llegado hasta aquí en la tolerancia hacia quienes
quieren imponer una visión sectaria y segregacionista al conjunto de los
españoles.
Mientras la UEFA no miraba hacia
otro lado cuando tal conducta barcelonista afrentaba a la limpieza del deporte, aquí se
permitía la exhibición masiva, sin decoro y provocadora de símbolos de
división, al tiempo que se pitaba al himno que representa al conjunto de los
españoles. Aún produce náuseas aquella imagen del mequetrefe Artur Mas junto al Rey de
España, en la Copa del pasado año, con su sonrisa cínica
y el rictus risueño de satisfacción, mientras los silbidos orquestados tapaban
los sones del himno nacional.
Parece que los sevillistas vamos
a tener la satisfacción de no ver a varios sectarios al lado del Rey en la
final copera del próximo domingo. Ni a los Puigdemont, las Colau y ojalá que a otros
muchos más, que bien harían en quedarse por Las Ramblas barcelonesas. El fútbol está hecho
para deportistas, no para políticos. Por ello, es hora de
que el Barcelona, como institución, diga claramente a lo que juega.
La libertad de expresión termina
cuando se ofende a los demás. Si esto no lo entienden en "can
Barca" sería conveniente que iniciaran sesiones intensivas de lo que es
educación, civismo y honestidad. Si las instituciones catalanas entienden que el símbolo
que los identifica ya no es la señera sino la llamada "estelada",
deben modificar su estatuto de autonomía para su aprobación por el conjunto de
catalanes. Mientras tanto, la "estrellada" es un
símbolo prohibido, sectario y provocador para la legislación deportiva.
De igual modo, si el Barcelona
piensa que su papel es hacer política, debe proceder en primer lugar a
modificar sus reglas estatutarias, inscribiéndose en el registro de
partidos políticos. Y acto
seguido, retirarse de todas las competiciones deportivas y concurrir a las
elecciones de rango político que en lo sucesivo se convoquen.
Por ello, nada me agradaría más que un club sano,
honesto, trabajador y estrictamente deportivo, como es el Sevilla, mi Sevilla
FC, le diera una lección de pundonor y limpieza a ese grupo de millonarios que
sirven de instrumento para los fines perversos, ajenos al deporte, de quienes
les pagan.
El domingo estará la humildad, la limpieza, la honra
deportiva y el trabajo bien hecho frente a un producto mercenario que ha puesto
el fútbol al servicio de una política sectaria, ofensiva incluso para muchos
barcelonistas que repudian tal maniobra perversa. Mientras allí se
manipula, aquí solo se canta...
"¡Y SEVILLA, SEVILLA,
SEVILLA, AQUÍ ESTAMOS CONTIGO SEVILLA...!"
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