LA DIGESTIÓN de la administración paralela está siendo muy pesada. La Junta
de Andalucía ha engordado en las últimas décadas y ahora tendría que someterse
a un proceso de adelgazamiento, pero ha preferido engañarse a sí misma y
colocarse unos pantalones de un par de tallas menos. La crisis, ya una
compañera, llevó no sólo a la Junta sino a todos los gobiernos de la
administración que fuera a asumir que tenían que encogerse un poco, que el
sobrepeso al que se habían acostumbrado en las últimas décadas no era saludable
para sus propias finanzas y, sobre todo, para las del ciudadano. A partir de
ahí empezó el ejercicio de simulación por el que se pretendía hacer pasar por
recortes del gasto lo que en realidad no era más que un maquillaje. El
clientelismo, una de las grandes razones para hacer más grande el entramado
público, tenía que seguir caminando.
En Andalucía prosigue la labor de blanqueo de la grasa acumulada. Y en vez
de cortar con la Administración paralela se ha dispuesto que lo más conveniente
es que se convierta en integrada. La chapuza ha sido de tal calibre que hay
trabajadores como empleados públicos que en realidad no pueden hacer el papel
que en teoría se necesita. Es el caso de la Fundación Faffe, destinada en
principio a gestionar fondos de formación para el empleo y cuya labor ha
acabado, como no, en manos de los tribunales.
La llamada administración paralela era una forma de trabajar sin control. Y
de contratar sin control, por tanto. En la Faffe hay unos 1.300 trabajadores
que, si la falta de mayoría absoluta del PSOE no lo remedia, van a pasar a
poder realizar labores como si de un funcionario más se tratase. Así llegaría a
su fin el proceso clásico de entrar a trabajar arrimando el hombro como sea y
luego ir poniendo norma tras norma hasta la colocación final.
La Faffe ha sido un foco de
enchufismo, no el único, de familiares y militantes socialistas. La semana
pasada, uno de los que fueran directivos de la fundación dijo en el Parlamento
que podía haber personas del PSOE pero también de otros partidos, lo cual, si
fuera cierto, sería tapar un escándalo con otro aún mayor. Sería pasar a un
enchufismo global en el que todos estarían pringados, lo cual, aunque no parece
éste el caso, ha sido práctica habitual en otras administraciones. Tú colocas a
los tuyos, yo a los míos.
Así que lo que se plantea aprobar el Parlamento de Andalucía, ese decreto
que ahonda en integrar a la Administración paralela, es mantener todos los
males que trajeron los kilos de más a costa del presupuesto. Si faltan
empleados públicos hay procedimientos para ello, aunque son engorrosos y están
sujetos a puntillosos controles. Por eso se habla de decretazo y se habla de
enchufismo. Ante el sobrepeso, el Gobierno andaluz contiene la respiración y se
sube la cremallera del estrecho pantalón, que aprieta pero no ahoga.
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