- “Si recurriéramos a la hemeroteca más reciente nos percataríamos de la tomadura de pelo que estos políticos nuevos y ambiciosos están practicando con los ciudadanos”
- “España se hizo grande y fue poderosa cuando superó la fragmentación de su territorio en múltiples taifas medievales. Taifas que unos políticos novatos, egoístas y trileros pretenden resucitar con el llamado derecho a decidir, eufemismo de un inexistente derecho a hacer lo que me dé la gana”
- “Cuando uno mira lo que ocurrió en Alemania, en una situación similar, y lo que está ocurriendo en nuestro país, se explica por qué Alemania es lo que es y nosotros somos lo que somos”
Del paseíllo al triple salto mortal.
- “Si recurriéramos a la hemeroteca más reciente nos percataríamos de la tomadura de pelo que estos políticos nuevos y ambiciosos están practicando con los ciudadanos”
- “España se hizo grande y fue poderosa cuando superó la fragmentación de su territorio en múltiples taifas medievales. Taifas que unos políticos novatos, egoístas y trileros pretenden resucitar con el llamado derecho a decidir, eufemismo de un inexistente derecho a hacer lo que me dé la gana”
- “Cuando uno mira lo que ocurrió en Alemania, en una situación similar, y lo que está ocurriendo en nuestro país, se explica por qué Alemania es lo que es y nosotros somos lo que somos”
En septiembre de 2013 las elecciones alemanas dibujaron un panorama que
obligaba a los partidos a elegir entre tres opciones de pacto para formar
gobierno: 1) la gran coalición de democristianos y socialdemócratas, 2)
democristianos y verdes o 3) socialdemócratas, verdes y la izquierda. Después
de sondeos previos de todas las fuerzas implicadas, se descartó, por su marginalidad,
a la izquierda, por lo que los contactos se dieron entre democristianos,
socialdemócratas y verdes.
Un mes después de las elecciones se constató que la única pareja posible
para constituir un gobierno estable y
cohesionado era la gran coalición que obligaba a entenderse a los dos grandes
partidos alemanes. Se acometió el reto mediante la creación de una
estructura piramidal que, una vez cerradas cuestiones menores, se pasaba al
escalón superior para acometer las desavenencias de mayor calado. El escalón
inferior lo formaron 12 grupos de trabajo, cada uno centrado en un aspecto
concreto. Por encima de ese escalón se formó la llamada "mesa
camilla", en la que estaban los jefes de los partidos implicados y doce
colaboradores. Y en la cúspide, como último escalón, se formó la "mesa de
los Presidentes" encargados de la última negociación.
Casi tres meses después de las elecciones, basado
en un acuerdo plasmado en 185 folios, Angela Merkel tomaba posesión del cargo
de canciller. Cualquier parecido con lo que está ocurriendo en España es
mera coincidencia. Allí, el trabajo concienzudo, el estudio sobre la
realidad, la búsqueda de puntos de encuentro y el diagnóstico sobre los
problemas de la sociedad alemana. Aquí,
el paseíllo, la foto, los "whatsapp", los "twitter" y las
tres "p": paseos, posados y postureos. Como artista invitado Pedro Sánchez, quien esta semana
pretende dar el triple salto mortal, que él llama de los 199 escaños,
intentando meter en la misma olla a Ciudadanos, PSOE y Podemos. Su único argumento es que "hay que reformar España
con una política de cambio", pero no dice en qué sentido y cómo lo hará
con tales compañeros de viaje.
Lo único cierto es que, mientras el señor Sánchez se pasea por todo tipo
de pasarelas mediáticas, han
pasado 110 días desde las elecciones y España, gracias a la incertidumbre
derivada de sus ambiciones, ha perdido dos décimas del crecimiento previsto y,
de mantenerse tal situación, los expertos alertan del riesgo de frenarse el
ritmo de crecimiento, pasando del 3 % previsto al 0,5 / 1 %. Por si fuera
poco, el presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal,
señor. Escrivá, duda
sobre la sostenibilidad de la deuda pública española y calcula que en 2018 se
habrán agotado los fondos de la llamada "hucha de las pensiones".
El riesgo de intervención, si se incumplen
los objetivos, es evidente.
Aparte de "echar a Rajoy", parece que de las pocas cosas en que puede coincidir el trío del
dislate es en la derogación de la reforma laboral del PP, esa que pretende copiar en Francia un gobierno socialista,
ensalzada por Solchaga y otros socialistas españoles y encomiada por el Banco
de España y el centro de estudios del BBVA para quien, de haberla puesto en
práctica el gobierno de Zapatero, tendríamos dos millones de parados menos.
Si recurriéramos a la hemeroteca
más reciente nos percataríamos de la tomadura de pelo que estos políticos
nuevos y ambiciosos están practicando con los ciudadanos. De excluirse radicalmente
("Rivera es lo mismo que Rajoy", "No pactaré con
populistas", "Rivera se parece al Aznar de las Azores",
"Sánchez va a cometer los mismos errores que Zapatero",
"Terminará pactando con los separatistas", "Su partido tiene las
manos manchadas de cal viva"...) hemos pasado al "besuqueo" más
empalagoso ("Doy las gracias a Rivera por su valentía, coraje y
arrojo", "Me satisface firmar con Sánchez para gobernar España",
"Lo más sensato es entendernos, olvidar las líneas rojas y gobernar juntos
o con apoyos puntuales"...). En realidad se trata del miedo a que
los ciudadanos, hartos de que los políticos los interpreten a capricho de sus intereses, vuelvan a pronunciarse en las urnas. Ese miedo a las urnas hace extraños compañeros de cama.
Si Pedro Sánchez hubiera hecho algo aparte de vivir de la política,
posiblemente se habría dedicado al
estraperlo, ese comercio de chanchullo e intriga en el que terminan dándote
gato por liebre. Un
personaje que quedó el cuarto en su distrito electoral pretende ser Presidente
de España con 90 escaños de 350, sin experiencia alguna de gestión, hipotecado
por antisistemas y ensoñaciones, con un
órdago secesionista de envergadura y una situación económica que se deteriora
por momentos. Y está dispuesto, para conseguir su objetivo, a apoyarse en
Podemos, los populistas con los que nunca pactaría, aunque ello suponga
encender todas las alarmas y llevar a España al despeñadero.
Estos chicos jóvenes, tan listos y audaces como
atrevidos, son capaces, según dicen, de incrementar el gasto público en 60.000
millones de euros y, al mismo tiempo, bajar el déficit al 1 % en 2017. Lo que no dicen es
quien les va a prestar el dinero que necesitarán para mantener el estado de
bienestar, porque con esas políticas, lo normal es que los "hombres de
negro" convivan con nosotros durante mucho tiempo... hasta que otra vez
vengan "los de la derechona" a poner orden en las cuentas.
Frente a los mensajes facilones, la
única forma de enderezar el rumbo es frenar el gasto ideológico. No se puede
gastar lo que no se ingresa. Ante la asfixia
tributaria, la única forma es rebajar los gastos de
las administraciones, reducir las agencias y otros entes para el enchufe,
administrar los recursos públicos con rigor y eficiencia y gestionar con
severidad las cuentas públicas.
España se hizo grande y fue poderosa cuando superó
la fragmentación de su territorio en múltiples taifas medievales. Taifas que unos políticos novatos, egoístas y trileros pretenden resucitar
con el llamado "derecho a decidir",
eufemismo de un inexistente "derecho a hacer lo que me dé la gana".
Un país que ha pasado en cuatro años del precipicio
de la quiebra al crecimiento sostenido, acreditando la laboriosidad, el ingenio, el
tesón y el sacrificio de una ciudadanía que está a años luz de sus políticos, confirma la vieja sentencia sobre el pueblo español que concluía:
"¡qué gran vasallo si hubiera un gran señor!". España, que, aunque lo
ignoren los jóvenes, ha dado un gran salto en los últimos 40 años, solo necesita un liderazgo político y
social que presuma de lo que
somos, que se rebele ante el derrotismo, que profundice en la autoestima, que
imponga un orden organizativo, que respete y haga respetar las leyes emanadas
de la soberanía popular y que garantice el debido funcionamiento e
independencia de las instituciones.
Al mismo tiempo procede desenmascarar a los
profetas del odio, a los que emponzoñan la convivencia, a los que tratan como
apestados a sus adversarios, a los que incumplen las leyes que no les gustan, a quienes ven
la paja en el ojo ajeno y están ciegos ante la viga que obstruye el propio, a
quienes confunden la libertad con la ofensa al discrepante o la paliza al
adversario... y a quienes, sin
trayectoria vital que acrediten virtudes de eficacia, prometen un manantial de
venturas con recetas que solo han traído atraso y miseria.
Lejos de sentirse afectado por el
doble fracaso de su investidura, que jamás debió aceptar si no contaba con el
respaldo suficiente, el ambicioso Sánchez insiste en su postureo, para mejor
gloria de sí mismo, intentando el acrobático salto mortal, no sabemos si
hacia adelante o hacia detrás, buscando una alianza, que debiera ser imposible,
con Podemos y Ciudadanos y la complicidad de los separatistas.
Desgraciadamente esta es la
llamada "nueva política" y estos son los que quieren gobernar España. Cuando uno
mira lo que ocurrió en Alemania, en una situación similar, y lo que está
ocurriendo en nuestro país, se explica por qué Alemania es lo que es y nosotros
somos lo que somos.
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