- “Lejos de respetar los estatutos
del partido, que fijan las competencias de cada órgano, el neopopulista Pedro Sánchez
recurre al mantra asambleario de ‘las bases del partido’ en una actitud similar
a la del Maduro venezolano que, ante la pérdida democrática de
unas elecciones, se inventa una ‘Asamblea popular’ que respalde su
trayectoria”.
- “La socialdemocracia española deberá refundarse, víctima de un personaje ambicioso que acredita, una vez más, que lo más perjudicial de la política es dar poder a quien no tiene donde ir fuera de la misma”
Pedro ha decidido jugar a Pablo. Si éste quería
liderar el descontento ciudadano, se inventaba los "círculos
asamblearios" que le dieron popularidad y le sirvieron de
autopista para alcanzar la gloria. Si aquél se ve
exigido por los órganos competentes de su partido ante ciertas decisiones, apela a la
militancia de base para frenar el respeto a las normas
competenciales de una democracia representativa.
Alcanzado el poder produce risa la
democracia asamblearia que tanto sirvió para que Pablo Iglesias se erigiera en
jefe supremo de la misma. Sus amigos y leales
se han encaramado a los puestos decisorios, y ya no hay que convocar
"círculos", o los convocados son un auténtico fracaso, puesto que su única
finalidad era que los nuevos bolcheviques consiguieran sus objetivos de mando.
Para conservar el poder partidario,
tras el fracaso electoral que amenaza con llevar al PSOE a la irrelevancia,
Pedro Sánchez se dispone a pactar con quienes pueden convertir al socialismo
español en los nuevos mencheviques, los "tontos útiles" del ramplante
y pretencioso nuevo leninismo. Lejos de respetar los estatutos del
partido, que fijan las competencias de cada órgano, el neopopulista Pedro
Sánchez recurre al mantra asambleario de "las bases del partido" en una actitud
similar a la del Maduro venezolano que, ante la pérdida democrática de unas
elecciones, se inventa una "Asamblea popular" que respalde su
trayectoria.
Escribo estas líneas mientras el Rey recibe a los
representantes de PSOE y PP en una segunda ronda de consultas que, a tenor de lo acaecido desde la
primera, debe concluir con el encargo al socialista de intentar la investidura,
ya que, mientras el popular
carece por el momento de apoyos expresos, aquel cuenta con el compromiso negociador de fuerzas
políticas suficientes como para intentar la investidura. La frase petulante de Sánchez, advirtiendo al PP que pierda toda
esperanza, además de constatar
que el personaje en cuestión está copiando, en su lenguaje y modales, la
actitud chulesca de su "alter ego" Pablo Iglesias, supone un órdago que debe corresponderse
conque, tan presuntuoso individuo, protagonice la primera sesión de
investidura.
Ha llegado la hora de retratarse y si desde las filas socialistas se ha
mostrado indignación por la falta de respeto de los podemitas al PSOE, habría
que ver cómo calificar la reiterada animadversión mostrada por el menchevique Sánchez y sus acólitos a los
cerca de siete millones y medio de electores que dieron su confianza a los
populares. Ya no les va a
bastar descalificar al partido más votado, pretendiendo liderar un frente
popular "anti PP".
Deben explicar cómo, con
quién y cuándo van a abordar los problemas reales del país y las inquietudes
ciudadanas que, con tanta
alegría como falta de rigor, prometen resolver si consiguen gobernar.
Con la experiencia acumulada en la corta trayectoria de las
nuevas corporaciones locales podemos colegir que la nueva política no difiere
gran cosa de la vieja, sobre todo en materia de ventajas y
nepotismos. Así, amañar
contratos por debajo del límite, para dárselo a los amigos, como ha pasado con
el callejero de Madrid; nombrar un becario emparentado como director de la
Alcaldía de Barcelona, con 77.000 euros de sueldo; designar a dedo al gestor de
la M-30 con más de 100.000 euros; disfrutar viviendas protegidas por quien no
es su titular para usos mercantiles, o aprobar eres con despidos masivos
mientras se pide acabar con la flexibilidad laboral, son ejemplos de lo que
dista lo dicho de lo hecho, según el viejo refrán español.
Ya es proverbial la desenvoltura con la que la izquierda se
sacude las acusaciones de nepotismo, aquellas que iban a abolir en cuanto
tocaran poder. La singular
Carmena, la que, siendo magistrada aceptó burlar los legítimos derechos de los
empleados de su marido, poniendo a su nombre los bienes de ambos, se limita a
decir que lo que ahora molesta es que "sea nuestro dedo el que
designa", cuando lo que molesta es que no acaben, como prometieron, con
los nombramientos digitales. Como dijo Fukuyama, uno de los mayores peligros de la política es "la
tiranía de los primos",
tendencia conocida como nepotismo
que, en última instancia, conduce a la corrupción.
El mismo Fukuyama,
en su análisis del futuro
político tras la caída del muro de Berlín, advirtió sobre la obsesión de todos
los países en llamarse democráticos haciendo hincapié en que, para que la democracia siga siendo el
mejor régimen posible, son necesarios tres vectores: un Estado fuerte, el imperio de la Ley y un Gobierno
responsable ante los ciudadanos.
La proximidad de posibles
pactos de investidura debe contemplar si, mediante los mismos, se consigue
garantizar la firmeza de tales principios. Es decir, ¿será fuerte un Estado que
preconice la posibilidad de su desmembramiento? ¿Se puede construir un régimen
democrático al margen de la legalidad? ¿Puede llamarse democrático un Gobierno
que burle la voluntad ciudadana esquivando el principio de soberanía?
Los populismos son fáciles para conseguir votos pero su
gestión, cuando han accedido al poder, ha sido históricamente catastrófica. Los apóstoles del populismo, Pedro y
Pablo, están negociando cómo acceder al poder, no como gestionarlo
correctamente. Los retos que se encontrarán, en la hipótesis de conseguir su
objetivo, son harto complicados. En un reciente debate, el economista liberal Daniel Lacalle le
espetaba al economista podemita Nacho Álvarez: "contéstame a esta pregunta
elemental: con vuestras propuestas, el día primero de
gobierno ¿cómo te financias?".
Si las pretensiones populistas, alentadas inconsciente o conscientemente
por Pedro Sánchez, se
impusieran, los mercados se cerrarían, la financiación dispararía su coste, si es que la conseguíamos, y la falta de liquidez nos llevaría al
corralito. No se trata de
infundir miedo, es simplemente relatar
lo que ha ocurrido en situaciones similares. Cuando se habla de impagos de deuda, de renegociaciones
caprichosas, o se oferta disparar el gasto público y amenazar con un
intervencionismo feroz o expropiaciones indiscriminadas, el resultado es la
penuria económica y el retraso social. Y los primeros damnificados son las clases populares a las
que se dice representar.
Seguro que algunos, muchos, van a disimular una cierta moderación en sus
mensajes de cara a las negociaciones. Es la táctica del populismo, cuyo fin
último es la toma del poder del que luego dispondrán de la forma más
intolerante posible. La
realidad es que España tiene unos compromisos que no puede eludir por mucho que
se juegue a la democracia directa, como hizo Grecia recurriendo a un referéndum
para no cumplir con sus acreedores. El gobierno griego ganó la consulta, porque el pueblo se deja llevar por las promesas fáciles, pero fue el pueblo el que perdió porque, además, de caldo se tuvo que tomar dos
tazas. Con las cosas de comer
no debe jugarse.
Si como presiento Pedro Sánchez negocia para su investidura
con su "alter ego" populista y el pacto lo someten a sus bases, los
neobolcheviques de Pablo Iglesias le habrán engullido sin remisión, consiga o
no la investidura. La
socialdemocracia española deberá refundarse, víctima de un personaje ambicioso
que acredita, una vez más, que
lo más perjudicial de la
política es dar poder a quien
no tiene donde ir fuera de la misma.
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