sábado, 13 de febrero de 2016

García leía a Spinoza, por Berta González de la Vega, de lectura recomendada. = ¿Cesantías políticas?; no suena a chino cántones. Todos conocemos casos similares. ¿Años en un puesto sin contenido?. Así vamos, con partidos que piensan que la Administración está para sus asuntos propios. Todo perfectamente racionalizado, con una cultura permisiva con el clientelismo y alérgica a la meritocracia.

García cobraba una nómina del Ayuntamiento de Cádiz por leer a Spinoza. Se metía unas horas en un despacho y se empapaba del filósofo que le llevaría a entender que su situación laboral obedecía a las reglas y al determinismo de la administración española desde la época, al menos, de los cesantes retratados por Benito Pérez Galdós. Ana María Ortiz nos contaba en la crónica de este caso gaditano que al funcionario jubilado le reclama el Ayuntamiento ahora 27.000 euros por todos esos días de lecturas, porque nadie le había pedido disertaciones sobre las huellas de los estoicos en el pensamiento del filósofo holandés y sí, hace años, que vigilara las obras de una depuradora.




El caso de Joaquín García es un retrato demoledor de la administración que pagamos los sufridos contribuyentes. Esas situaciones que no han sufrido ni recortes, ni reformas, ni auditorías. A García, ingeniero con experiencia en Dragados y conexiones familiares con el ayuntamiento gaditano, le nombran los socialistas en los 90 -sí, ya escucho a los funcionarios clase A decir que eso es por el chollo de las empresas municipales-. Cuando llega el PP al poder, le marginan. No suena a chino cantonés. Todos conocemos casos similares. En Málaga, Celia Villalobos lo hizo con cargos técnicos nombrados por el alcalde Pedro Aparicio. En TVE a esa situación se le llamaba «hacer pasillos». En la antigua Confederación Hidrográfica del Sur se sabía que, al cambiar gobiernos, habría unos cuantos que pasarían a leer el periódico con cierta hiperactividad provocada por la ingesta de más de un café en el bar de abajo.

Cada vez que sale el debate sobre la conveniencia de que exista más teletrabajo por aquello de conciliar mejor, queda claro que es un método que exige de buenos jefes. Hay que poner objetivos. Siempre es más fácil para algunos tener a su cargo a trabajadores que hacen como que curran cuando en realidad están comentando por internet la prensa del día -no nos viene mal a los que vivimos de esto- o jugando al solitario con cara de concentrados. García, eso dice, sobrellevaba una jornada sin objetivos leyendo a Spinoza. Durante esos años, nadie se preocupó de qué hacía, pese a tener el despacho muy cerca del gerente de la empresa de aguas. Hasta que un día un concejal se acordó de él. Le llamó y García le dijo que estaba de «asuntos propios». No días, claro. Años en un «puesto sin contenido».

Así vamos, con partidos que piensan que la Administración está para sus asuntos propios. Todo perfectamente racionalizado, con una cultura permisiva con el clientelismo y alérgica a la meritocracia. Qué bien se debe de dormir pensando que has colocado a alguien. Estudiado ese determinismo chusco de los partidos, algún Arriola podría haber advertido que había riesgo de Kichi, pero nadie levantó la cabeza para contemplar el todo. Y ahora quieren que pague el ciudadano García, que se refugió en Spinoza.





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