El mundanal ruido
HACE una
temporada que, como quería el poeta, vivo aislado del mundanal ruido. Apenas leo periódicos- salvo los franceses, pero por
costumbre- ni veo telediarios más que a retazos. No me ausento de la audiencia
porque ande metido en un estudio grave y enojoso sino que -creo yo- estoy
medito en ese berenjenal para aislarme de ella. Mi pasión por la política tiene un límite, el
politiqueo, el por-aquí-te-quiero-ver, y la retórica cantinflesca
que se resuelve en sistemas de ecuaciones orales
imposibles por mendaces. Nadie dice la verdad, todos mienten,
y yo, la verdad, estoy de
que me camelen hasta el gorro. ¿Cómo ha podido
producirse esta debacle en la opinión cualificada, que es la única que aquí
sigue los avatares de la vida pública? Pues no
lo sé ni bien ni mal, a fuer de sociólogo, pero lo cierto es que se ha
producido, y que ya no es que la opinión no atienda a la política sino que
los propios políticos
viven como almejas refugiados en su bivalvo, hablando si escuchar el Otro.
Sí, sé de sobra que lo 'in' es mostrar atención a esos
bailes, pero para
los 'indies' empecinados como yo no caben disimulos. ¡Que asco de política, colegas! ¡Cuánto cuento, cuánta zancadilla,
cuánta deslealtad! La patria es ya sólo un vestigio hiper-ético, un sentimiento
órfico como la lira o uno cazurro como la gaita, (sí, sé que cito a
José Antonio, ¿y qué?), un rescoldo del fuego primordial que civilizó a la
horda en torno a un ideal. Qué le vamos a hacer.
No sé si, finalmente, los 'constitucionalistas' podridos o sin pudrir
llegarán a un acuerdo con un PSOE que
se bambolea en los Juzgados no menos que el PP. Tampoco si el
desenlace será un 'frentecillo popular' que nos arruinaría sin duda posible
pero podría hacer reinas por unos días a unos cuantos aventureros mientras la
patria se desmoronaba por brotes efervescentes. Yo, a lo mío, que me parece que ya cumplí sobradamente mi compromiso
colectivo y, además, no es que me dedique a sestear bajo la higuera sino que me
enredo en mi estudio. ¿La culpa? Tampoco tengo
respuesta para eso, pero no me cortaré un pelo
al expresar mi desprecio por los podridos y arrebatacapas que han okupado
nuestra democracia durante estos decenios. No
descarto mi vuelta al redil, eso sí, porque no hay mal que cien años dure ni
trileros que perduren y, además, porque nadie me va a echar de menos. Lo de
Asterix y Obelix es una fábula. Y yo, a estas alturas, me siento más dentro que
fuera de su aldea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate para poner comentarios.
Los comentarios solo se podrán poner durante unos días...