martes, 2 de febrero de 2016

Bankia y su injusta relación con la justicia, por Paco Romero; La última sentencia salida de los fogones del Tribunal Supremo,....un canto a la sinrazón, a la arbitrariedad y, por tanto, a la injusticia. = Evidente dislate: ¿Si la operación hubiera sido un éxito y hubiera reportado a los inversores pingües beneficios, ¿vendrían ahora los jueces del Supremo negándoles sus legítimas rentas en beneficio de los paganinis de siempre? ¡Anda y que os den!

¿ Estamos locos?


 


  • “¡Que el desatino lo paguen los españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”
  • “¿En cabeza de quién cabe que todos tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos sin escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar dinero en bolsa?”






Bankia y su injusta relación con la justicia, por Paco Romero. 


 


“¡Que el desatino lo paguen los españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”

“¿En cabeza de quién cabe que todos tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos sin escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar dinero en bolsa?”


La última sentencia salida de los fogones del Tribunal Supremo, vuelve a mostrarse a los ojos de la mayoría como todo un canto a la sinrazón, a la arbitrariedad y, por tanto, a la injusticia.

El fallo, en toda la extensión de la palabra, da vía libre a recuperar su inversión a todos los que, en julio de 2011 -importante retener la fecha- adquirieron acciones de Bankia con motivo de su salida a Bolsa. Los motivos esgrimidos por los altos togados de inmaculadas puñetas no son otros que “las graves inexactitudes incluidas en el folleto de la oferta pública de suscripción”.


Y sus señorías se quedan tan panchos:¡que el desatino lo paguen los españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”. De tamaño dislate en forma de mil quinientos millones de euros que nos tocará apoquinar, ni una palabra, ni un reproche, para los auténticos culpables: entiéndanse como primeros espadas Elena Salgado, vicepresidenta del gobierno y ministra de Economía y Hacienda (y de la Costa Azul), y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, MAFO para los amigos, gobernador del Banco de España entre 2006 y 2012, que se pasó por el forro de su incompetencia los devastadores informes de “su” Dirección General de Supervisión Bancaria, centro directivo que acabó reduciendo a la mínima expresión, previa censura de los inspectores diligentes y en favor de los dóciles y sumisos que, al mejor estilo de la administración paralela, comenzaron a florecer; mejor, a ascender. Nada nuevo, por otra parte, en la constelación de ZP, el que por aquel entonces, confluyendo planetas y toda suerte de asteroides, presentaba en Washington, invitado por el FMI, sin sonrojo aparente y a los pies de Obama, “el sistema financiero más sólido del planeta”. De aquellos polvos de estrellas, estos lodos de la sima en la que nos han apantanado tanto lego y aprovechado.

Pero la emisión no solo fue dirigida por MAFO, al servicio de su Virrey de la Moncloa, sino autorizada con toda solemnidad por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y aprobada por las más prestigiosas auditoras a nivel mundial, sin echar en olvido a UGT, ni a CCOO, ni a la patronal, cuyos representantes, mientras tiraban de tarjetas tan negras como su honradez, motivo por el que ayer supimos que van a ser juzgados en la Audiencia Nacional, refrendaban todo lo que le ponían por delante para bendecir la operación. Año y medio antes, los partidos políticos ya habían hecho de las suyas cuando, caído en desgracia Miguel Blesa, con todas las bendiciones del Partido Popular madrileño, arribaba rutilante a la entonces Caja Madrid Rodrigo Rato como presidente, de la mano de sus vicepresidentes, a saber: Fernández Norniella, su hombre de confianza; Virgilio Zapatero, en representación del Partido Socialista de Madrid, y José Antonio Moral Santín, por Izquierda Unida, sin que ya pueda ocultarse, a estas alturas, que deambulaba por allí un tal Pedro Sánchez, el mismo que, tras previo y ventajoso préstamo hipotecario “de la casa”, santificó con su presencia en forma de voto favorable la asamblea que respaldó el negocio.


¿Que se engañaron a algunos preferentistas? Que paguen por ello los responsables con su patrimonio y con el Código Penal. Aquí quedan apuntados unos pocos. Al resto, a la mayoría de los que compraron acciones para lucrarse lícitamente, solo les queda apechugar con el riesgo. ¿En cabeza de quién cabe que todos tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos sin escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar dinero en bolsa?

Si la operación hubiera sido un éxito y hubiera reportado a los inversores pingües beneficios, ¿vendrían ahora los jueces del Supremo negándoles sus legítimas rentas en beneficio de los paganinis de siempre? ¡Anda y que os den!


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