¿ Estamos locos?
- “¡Que el desatino lo paguen los españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”
- “¿En cabeza de quién cabe que todos tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos sin escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar dinero en bolsa?”
Bankia y su injusta relación con la justicia, por Paco Romero.
“¡Que el desatino lo paguen los
españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”
“¿En cabeza de quién cabe que todos
tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos sin
escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar dinero
en bolsa?”
La última sentencia salida de los
fogones del Tribunal Supremo, vuelve a mostrarse a
los ojos de la mayoría como todo un canto a la sinrazón, a la
arbitrariedad y, por tanto, a la injusticia.
El fallo, en toda la
extensión de la palabra, da vía libre a recuperar su inversión a
todos los que, en julio de 2011 -importante retener la fecha- adquirieron
acciones de Bankia con motivo de su salida a Bolsa. Los motivos
esgrimidos por los altos togados de inmaculadas puñetas no son otros que “las graves
inexactitudes incluidas en el folleto de la oferta pública de suscripción”.
Y sus señorías se quedan tan
panchos: “¡que el desatino lo paguen los
españoles, que para eso, como los romanos, tienen el pecho de lata!”. De tamaño
dislate en forma de mil quinientos millones de euros que nos tocará apoquinar,
ni una palabra, ni un reproche, para los auténticos culpables: entiéndanse
como primeros espadas Elena Salgado, vicepresidenta
del gobierno y ministra de Economía y Hacienda (y de la Costa Azul), y Miguel Ángel
Fernández Ordóñez, MAFO para los amigos, gobernador del Banco de
España entre 2006 y 2012, que se pasó por el forro de su
incompetencia los devastadores informes de “su”
Dirección General de Supervisión Bancaria, centro directivo que
acabó reduciendo a la mínima expresión, previa censura
de los inspectores diligentes y en favor de los dóciles y sumisos que, al mejor
estilo de la administración paralela, comenzaron a florecer; mejor, a
ascender. Nada nuevo, por otra parte, en la
constelación de ZP, el que por aquel entonces, confluyendo planetas y
toda suerte de asteroides, presentaba en Washington, invitado por
el FMI, sin sonrojo aparente y a los pies de Obama, “el sistema
financiero más sólido del planeta”. De aquellos
polvos de estrellas, estos lodos de la sima en la que nos han apantanado tanto
lego y aprovechado.
Pero la emisión no solo fue
dirigida por MAFO, al servicio de su Virrey de la Moncloa, sino autorizada con toda
solemnidad por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y
aprobada por las más prestigiosas auditoras a nivel mundial, sin echar en
olvido a UGT, ni a CCOO, ni a la patronal, cuyos representantes, mientras
tiraban de tarjetas tan negras como su honradez, motivo por el que ayer supimos
que van a ser juzgados en la Audiencia Nacional, refrendaban
todo lo que le ponían por delante para bendecir la operación. Año y medio
antes, los partidos políticos ya habían hecho de las suyas cuando, caído
en desgracia Miguel Blesa, con todas las bendiciones del Partido Popular
madrileño, arribaba rutilante a la entonces Caja Madrid Rodrigo Rato como
presidente, de la mano de sus vicepresidentes, a saber: Fernández Norniella, su
hombre de confianza; Virgilio Zapatero, en representación del Partido
Socialista de Madrid, y José Antonio Moral Santín, por Izquierda Unida, sin que ya
pueda ocultarse, a estas alturas, que deambulaba por allí un tal Pedro Sánchez, el mismo que,
tras previo y ventajoso préstamo hipotecario “de la casa”, santificó
con su presencia en forma de voto favorable la asamblea que respaldó el
negocio.
¿Que se engañaron a algunos
preferentistas? Que paguen por ello los responsables con su patrimonio y
con el Código Penal. Aquí quedan apuntados unos pocos. Al resto, a la mayoría
de los que compraron acciones para lucrarse lícitamente, solo les queda
apechugar con el riesgo. ¿En cabeza de quién
cabe que todos tengamos que pagar, además del desatino de banqueros y políticos
sin escrúpulos, los afanes, cuando no la avaricia, de quien pretende ganar
dinero en bolsa?
Si la operación hubiera sido un
éxito y hubiera reportado a los inversores pingües beneficios, ¿vendrían
ahora los jueces del Supremo negándoles sus legítimas rentas en beneficio de
los paganinis de siempre? ¡Anda y que os den!
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