Más humanos que los humanos, por Max Estrella
Mientras el contexto que nos rodea sigue su curso y enriquece poco; el resto
aprovechemos el tiempo, tomemos tierra y pisemos fuerte, porque si cada uno
aporta su grano de arena, suma y
contribuye a construir una sociedad mejor.
Feliz 2016. El año de las luces.
Encender tu luz, sólo depende de ti. ¿Te apuntas?
"No dudes nunca de que un pequeño grupo de ciudadanos conscientes y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, siempre ha sido así" Margaret Mead.
Más humanos que los humanos
2016. Nacerán los que sin embargo ya fueron y vieron
además su tiempo -su insuficiente tiempo- consumido. Cosas de esa paradoja humana que es el
tiempo. Materia deleznable, o sea, que se
desliza y resbala con suma facilidad, como ya apuntó el homérico poeta porteño.
Nacerán la temerosa Pris y el lúcido Roy Batty, replicantes.
Llegan a un mítico L.A. que, sin embargo, parece más
una de esas ciudades nuestras gobernadas por los Socio-Podemitas. Llenas de
bicicletas, suciedad y propaganda. Llegan y nada ha cambiado. Porque aquí nada cambia nunca. Llega un momento en que ni siquiera la podredumbre
avanza, lo piensa Roy Batty, y parece que estuviese pensando en Andalucía.
Nada ha cambiado ni para ellos –más
humanos que los humanos, según el lema de la Tyrell Corporation- ni para nosotros. Nada. Ni para ellos, creados para ser esclavos y vivir con miedo,
ni para nosotros. Pobres diablos que
vivimos una versión de la vida –no una vida- diseñada y escrita por otros. Que somos sólo modelos creados en serie, moldeados y, tal
vez algunos afortunados, pulidos. Que,
como a ellos, nos han implantado la ilusión de que somos dueños y señores de
una existencia real. Que nos han implantado en los genes la resignación y la
esperanza. Única forma de aceptar algo que ningún organismo vivo, después de
vivir y evolucionar miles de años, podría conciliar consigo mismo. Única forma
de soportar que la vida que nos toca representar es tan sólo una sombra irreal,
una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, como dijo
Shakespeare por boca del ambicioso, oblicuo y agudo Macbeth. Única forma de
aceptar la maldición –registrada en los más antiguos mitos- que pesa sobre la
especie: hacer el mal. ¿Para qué sirve todo esto, se pregunta Rick, el blade
runner, el asesino de androides? ¿Por qué debo hacer esto? Y la respuesta es
esa: a dondequiera que vayas te obligarán a hacer el mal. Esa es la condición
básica de la vida... Y la
paradoja de que a veces resulta mejor hacer algo malo que bueno.
Retornan y nada ha cambiado; y comprueban que nada
mejor ha hecho el hombre que pueda justificar su redención. Regresan y sólo
encuentran un mundo materialista. No existe la compasión: “…sólo tenemos la
palabra…sólo su palabra de que sienten compasión. Nada hay que pueda ser
conmovido en su interior”. Sin embargo, nos dan una lección. Hacen honor al
lema de sus creadores: “Más humanos que los humanos” y se rebelan porque aman
la libertad más que nosotros. A pesar de saber que no hay salvación posible.
¿Sueñan los androides?, se preguntaba Rick. Era
evidente; si no, no arriesgarían su corta existencia por vivir una
vida mejor, sin servidumbre.
Eso es lo que nos falta –no resignación y esperanza-, rebelión y deseo de ser libres. Sueños. Nos faltan sueños.
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