- Pasada la primera fase de politiqueo, es decir de brujulear haciendo política superficial, plena de intrigas y bajezas, con fáciles eslóganes de cambios de progreso y avances sociales, ha llegado el momento de empezar a hacer Política con mayúsculas”
- “Hoy comienza la segunda ronda de consultas regias y, salvo un avance notable de los contactos entre los partidos, hasta ahora apenas ensayado, no se atisba que el Rey pueda nominar candidato con opciones de ser investido”
- “Lo mejor para España sería que ‘el destino no sonría a Pedro Sánchez’ y que el socialismo recupere el papel moderado que, desde la Transición, tan buenos servicios prestó a la prosperidad del país”
Un país sin tradición pactista de
gobierno asiste, desde la incertidumbre y la preocupación, a una proclamación
de voluntades sin articular que han tenido como protagonistas principales a un experto en
chulear al prójimo y a un ambicioso ahogado por la ansiedad de alcanzar su
objetivo. Éste, acreditando su ingenuidad
infantil, acorde con sus pretensiones infundadas, que ponen en peligro, no sólo
la economía sino también la subsistencia de España como nación europea y el propio
sistema democrático. Aquél, como buen caudillo leninista, poniendo de
manifiesto, como acertadamente dice Ignacio Camacho, que “el suyo no es un programa para sacar a
España de la crisis, sino un proyecto de poder, un asalto al núcleo del
Estado”. Porque Iglesias ha dado pruebas
sobradas de su soberbia intelectual, saliéndole a borbotones su talante
totalitario a la menor oportunidad que se le presente.
El politiqueo que Pedro y Pablo,
“Los Picapiedras” como algunos les llaman, se han traído entre manos, quedó
al descubierto con la declinación de Rajoy a someterse a una investidura
fallida de antemano, a la vista de que los dos “fenómenos” ya tenían pactado
hasta el llamado “gobierno de progreso”, amparado a priori, según el ingenuo,
en que “sus electores no entenderían que no se produjera el maridaje” con el
estrafalario leninista.
Pasada la primera fase de politiqueo, es decir de
brujulear haciendo política superficial, plena de intrigas y bajezas, con
fáciles eslóganes de cambios de progreso y avances sociales, ha
llegado el momento de empezar a hacer Política con mayúsculas, es decir a acreditar la
disposición, virtud o habilidad para conducir el gobierno de la nación
española. Y aquí sobra la palabrería y hace
falta acreditar cómo, con quién y de qué manera se pretende hacer frente a los
grandes retos que nos asedian.
El candidato socialista debe
explicar claramente por qué quiere ir en coalición, llamándola de progreso, con
quienes han inspirado, cobrando, al chavismo que ha hundido en la miseria a uno de los países más ricos del mundo, como era Venezuela. Peculiar
forma de progresismo de esta
izquierda que, además, ha vivido de las finanzas de un régimen iraní,
especialista en persecución de gays y menosprecio
de la dignidad de la mujer. Y
también debe explicarnos su afán de contar con el apoyo o la abstención
positiva de quienes han manifestado inequívocamente su incompatibilidad con el
interés general de España, porque si hay algo
más alejado, histórica y doctrinalmente, del concepto de la izquierda es el
nacionalismo, ya que distinguir por territorios
es aceptar desigualdades.
Hoy comienza la segunda ronda de consultas regias y,
salvo un avance notable de los contactos entre los partidos, hasta ahora apenas
ensayado, no se atisba que el Rey pueda nominar candidato con
opciones de ser investido, a no ser que el Comité Federal del PSOE dé vía
libre al suicidio, cuya soga ya había
comprado su secretario general, pactando con Podemos y otras fuerzas soberanistas y
antisistema.
De entrada hay que distinguir entre la mayor o
menor dificultad que un candidato tenga para ser investido, que se
consigue por una mera suma de votos, y la
mayor o menor dificultad que ese candidato vaya a tener para gobernar.
Y de esto ya saben
algo los presidentes socialistas de autonomías auspiciados con los votos de los
podemitas, como Fernández en Asturias, cuya
dificultad para aprobar presupuestos le ha hecho advertir que “los gobiernos heterogéneos hacen
imposible una gestión eficaz”. Por ello, ninguna
persona sensata, y no digamos los inversores, duda de que un pacto con Podemos
provocará una enorme inestabilidad en una difícil coyuntura.
El “pacto a la portuguesa” que pretende Pedro
Sánchez ya está produciendo unos efectos muy negativos en términos económicos y
sociales, hasta el extremo de que, en menos de tres meses, han provocado la
victoria abrumadora de la derecha en las presidenciales del pasado domingo. Y
por otra parte, el sector más responsable del socialismo
español no ignora que Podemos va a por ellos, tal como el propio Iglesias manifestó, en mayo pasado, a la
revista New Left Review, al distinguir
en el PSOE dos corrientes diferenciadas, la de régimen o socialdemócrata y la
socialista radical de izquierdas. Y
no se cortó al aseverar que “Podemos explotará las contradicciones del PSOE” y le empujará al
precipicio.
La mayor parte de los españoles, según todos
los sondeos y el propio resultado electoral, quieren que los grandes partidos constitucionalistas
se entiendan y tengan la grandeza de fijar los grandes retos del momento,
es decir, hacer un diagnóstico de la situación y,
ante la misma, consensuar medidas concretas, plazos de ejecución y apoyo
parlamentario. Ello exigirá grandeza de
miras, dejando a un lado planteamientos maximalistas y buscando puntos de encuentro,
que sin duda pueden conseguirse.
Expertos economistas y financieros hablan del
momento expectante en los circuitos del dinero, con enormes posibilidades para
España, en cuanto se clarifique el panorama político. Si alguien cree que están
esperando a que fragüe el gobierno del cambio hacia la izquierda podemita que
alientan Pedro, con entusiasmo e ignorancia, y Pablo, con mala fe, puede
durarle la ingenuidad menos de los dos meses que han tardado los portugueses en
desengañarse. Y eso que en el país vecino el socialismo triplica en votos a los
comunistas y podemitas, cuando aquí están prácticamente empatados, por lo que
el desastre sería mayor y más rápido.
Lo mejor para España sería que “el
destino no sonría a Pedro Sánchez” y que el socialismo recupere el papel
moderado que,
desde la Transición, tan buenos servicios prestó a la prosperidad del país. Y que
junto a PP y Ciudadanos pacten una Legislatura, más o menos larga, en función
de los acuerdos que alcancen, acuerdos
que deben abordar relaciones laborales, pactos educativo y sobre pensiones,
reforma constitucional, reforma de la Justicia, atenciones sociales, directivas
europeas y salvaguarda de la unidad nacional.
Tal pacto de Legislatura puede ejecutarlo un
Gobierno de coalición o uno de uno o dos partidos, con apoyo legislativo en los
temas convenidos. Así gobierna la coalición alemana de socialdemócratas y
demócrata-cristianos, con un pacto de doscientos folios suscrito tras largas
conversaciones entre los dos grandes partidos germanos que, en la campaña
electoral se habían dicho de todo. Pero llegó la hora de hacer Política, con mayúsculas,
y así está Alemania. Comparémosla con lo que pasa en Grecia o
en Portugal, y ya podemos concluir dónde está el gobierno de
progreso.
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