No es cortesía,
es fraude
La noticia de que el PSOE ha cedido dos senadores a ERC y otros dos a DiL (cada uno de los cuales ha obtenido 8 escaños) para que puedan constituir grupo
parlamentario (para lo cual se exige un mínimo de
10), no solo ha sido materia que utilizan las diferentes formaciones políticas
para atacarse recíprocamente, sino que ha constituido un verdadero escándalo en la opinión pública ante la
maniobra de que un partido -supuestamente constitucional y democrático- ceda una parte de sus resultados
electorales para que otros partidos -abiertamente anticonstitucionales y totalitarios- puedan tener voz y privilegios en la
Cámara Alta.
Muchos ciudadanos
se preguntarán ¿pueden hacer esto
los políticos? ¿puede un político decidir que el voto a un senador socialista
se convierta en un apoyo a los independentistas catalanes para que puedan
alcanzar derechos que, legítimamente, no han obtenido?
Los políticos responsables (Pedro Sánchez, como
Secretario General del PSOE y Óscar López como responsable del Grupo
parlamentario socialista en el Senado) han alegado dos razones: que es una cuestión de
cortesía parlamentaria, ya utilizada en ocasiones anteriores; y que es
preferible oír los argumentos del contrario que someterle al silencio que les
ha procurado los resultados electorales.
Ambas razones son inaceptables desde un punto de vista político. La primera porque, como veremos, en ningún caso se trata de «cortesía
parlamentaria» sino de un verdadero fraude de ley y el hecho de haber sido
consentido en otras legislaturas no le da carta de naturaleza: seguirá siendo
un fraude de ley, siempre. Además, en esta ocasión se une el agravante de que se está teniendo una «falsa cortesía» con unos partidos que pretenden
destruir nuestra nación.
En segundo lugar,
dar voz en el Senado a quien no la ha
conseguido no es necesario para escuchar sus argumentos
pues, desgraciadamente, los oímos a diario en los medios de comunicación y,
mucho me temo, en el propio
Congreso, donde los españoles somos habitualmente insultados sin que exista nadie, insisto, nadie,
que defienda, adecuadamente, nuestras razones, nuestros derechos y nuestra
Constitución.
En realidad, lo que el secretario general del PSOE persigue es la abstención de estos partidos independentistas en una supuesta sesión
de investidura en la que, apoyado por Podemos, alcance la Presidencia del
Gobierno.
Y decimos que esta conducta es un fraude de ley porque
el reglamento del Senado prohíbe, expresamente, que los senadores de un mismo partido formen «más de un grupo
parlamentario» y ordena que cada grupo adopte una «denominación» que sea
conforme con aquélla con la que sus miembros concurrieron a las elecciones.
La intención del legislador está clara: pretende que todos
los senadores que concurrieron a las elecciones en un mismo partido conformen
un solo grupo parlamentario y que ninguno de ellos pueda formar (o ayudar a formar) un grupo parlamentario
diferente.
Es cierto que
cualquier senador puede, en un determinado momento, arrepentirse de las filas
en las que milita y solicitar -así lo permite el Reglamento- su incorporación a
un grupo parlamentario ya existente (sea el Grupo mixto u otro cualquiera) asumiendo que su posicionamiento
político ha variado. Pero este no es el caso que nos ocupa porque, si así fuera, los senadores socialistas «cedidos»
deberían integrarse, con vocación de permanencia, en un grupo del Senado bajo
la denominación «independentista», sometidos a su disciplina y compartiendo sus
fines.
Lo que el PSOE
persigue es ceder, transitoriamente, estos cuatro senadores para que se
constituyan dos grupos parlamentarios independentistas y, una vez constituidos,
se reintegren al Grupo socialista. El espíritu de la norma y, por tanto, su correcta interpretación, prohíbe
la maniobra política que se pretende, que es contraria a la voluntad del
legislador.
No existe -salvo que la Mesa lo impida- sanción para este
fraude de ley, de naturaleza política, salvo los
resultados electorales futuros pero, esta falta de previsión normativa, no se da en el ámbito penal en el que, en mi opinión, incurren el
secretario general del PSOE, el responsable del Grupo parlamentario socialista
y los propios senadores socialistas cedidos, amén de los grupos parlamentarios
beneficiados.
Efectivamente, el fraude de ley antes relatado, tiene unas consecuencias económicas y presupuestarias bien claras, dado que al constituirse estos
grupos parlamentarios resultan beneficiarios de subvenciones y ayudas, con
dinero público, que no
deberían tener, al no haber alcanzado los
resultados exigidos por el Reglamento (10 senadores).
Este fraude permite que los grupos independentistas perciban, cada uno de ellos, unas
subvenciones y ayudas públicas que podrían superar los 300.000 euros anuales, amén de sus
portavoces y adjuntos percibirían más de 2.000 euros mensuales.
En definitiva, no
solo nos encontramos ante un fraude político sino que, en mi opinión, si la operación se consuma, nos
encontraríamos ante una conducta penalmente tipificada (art. 308 del C. Penal) puesto que unas personas (las que hemos citado como responsables) habrían falseado las condiciones requeridas para disfrutar de unas
subvenciones y ayudas que, en realidad, nunca deberían obtener.
Espero que el Ministerio Fiscal y el Tribunal Supremo tomen cartas en el
asunto y frustren esta incalificable maniobra.
La razón, por una
vez, debe imponerse a la conveniencia política.
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