ENTRE LAS LEYENDAS que envuelven con una gasa de misterio la belleza de la
ciudad de Granada, figura una que tiene asiento en un señorial palacete
renacentista enclavado en la carrera del Darro. En la blasonada fachada de la
Casa de Castril, antiguo dominio familiar de Hernando de Zafra, secretario de
los Reyes Católicos, se distingue un balcón lateral ciego en el que reza:
«Esperando la (Justicia) del cielo». Buscando desentrañar el enigma se han
compuesto diversas variantes del mito de una dama de blanco que vagaría por el
actual Museo Arqueológico con la luz de una vela.Se trataría de una hermosa
muchacha que, contraviniendo la admonición paternal, se enamoró de un joven con
el que intercambiaba mensajes de amor por medio de un paje. La mala fortuna
quiso que fuese sorprendido por el progenitor que lo tomó por su amante,
recluyéndolo en el balcón que enladrilló. Por muchas que fueron sus súplicas,
el infausto escudero obtuvo este dicterio del colérico caballero: «Pide
justicia, que ahí ahorcado podrás quedar esperando la del cielo el tiempo que
quieras». Al poco, la desdichada falleció en la estancia aledaña al mirador sin
vistas y su espíritu danza como alma en pena.
Tras emparedar a Alaya y defenestrarla de la instrucción de los ERE y los
cursos de Formación, esto es, de las macrocausas que probarían la
institucionalización de la corrupción andaluza como sistema socialista para
garantizarse su intangible hegemonía, no se sabe si su espectro recorrerá los
salones de los órganos de gobierno judiciales y se hará presente a sus togados.
Cuando la política entra por
la puerta de la Justicia, el Derecho salta por la ventana como la instructora
de los ERE
Como estaba cantado por mor de unas maniobras orquestales difícilmente
disimulables, el desenlace se ha registrado cuando hasta el instructor de la
causa en el Tribunal Supremo, Alberto J. Barreiro, ya había percibido signos
inequívocos para imputar a los aforados expresidentes de la Junta como Chaves y
Griñán, así como a algunos exconsejeros que gozaban de igual privilegio para
burlar a la Justicia. Antes de acreditar que se trataba de una corrupción
piramidal y jerárquica, el juez se percató a las claras -y así lo reflejó en un
auto- de que sólo ganaban tiempo para escapar de Alaya y luego, si se veían con
la soga del Supremo al cuello, renunciar al escaño para retornar a la casilla
inicial con la pugnaz instructora fuera si la labor de zapa daba fruto.
Después de sufrir el acoso socialista intentando su muerte civil como el
juez Barbero cuando tiró de la manta de la financiación ilegal socialista a
través de Filesa y de ver como la Junta le negaba medios materiales como
administración competente, a la par que le dilataba la entrega de pruebas como
las actas de los Consejos de Gobierno, Alaya vio cómo se nombraba un consejero
específicamente para que se desembarazara de ella: el antiguo fiscal De Llera,
quien nunca reparó en la existencia de la corrupción cuando era el encargado de
investigar tales delitos. En este sentido, parodiando la frase histórica de
Torcuato Fernández Miranda al culminar su estrategia para que el Consejo del
Reino designara a Suárez como relevo de Arias Navarro, de modo que impulsara la
transición a la democracia como quería don Juan Carlos, Llera le ha podido
decir tanto a Griñán que lo escogió como a Susana Díaz que lo refrendó: «Estoy
en condiciones de ofrecer lo que me han pedido».
En pago de sus artimañas, la presidenta de la Junta ha premiado con el
número dos de la lista del PSOE por Sevilla al Congreso de los Diputados a la
mujer del susodicho, Juana Amalia Rodríguez. Esta se ha visto propulsada su
carrera política gracias a la juez Alaya, en la misma proporción que el marido
de su sustituta en el juzgado de instrucción número seis de Sevilla, María
Nuñez Bolaños, se ha servido del favor socialista. En esas circunstancias, se
hacen presentes los versos de Bartolomé Leonardo Argensola, el divino Juvenal
aragonés: «Pesquen los magistrados por los charcos/ que hacen más las ranas que
las leyes».
Presumible epílogo en cuanto
constató que no era cosa de 'cuatro golfos' sino implicaba a la cúpula de la
Junta
Ello no hubiera sido posible, desde luego, sin la anuencia del Consejo
General del Poder Judicial y de la Sala de Gobierno del TSJA. Nunca le
prestaron apoyo y amparo a Alaya, sino que participaron en maniobras arteras
por su empecinamiento en esclarecer estos abusos que afectaban a la columna
vertebral del régimen andaluz. Por no recoger la balanza de la Justicia y el
mazo, como el cinematográfico juez Mettrick, Alaya se ha quedado sola ante el
peligro. Igual que el sheriff Will Kane que encarna Gary Cooper en la
oscarizada película de ese título cuando corre como la pólvora la noticia de
que un criminal que había atrapado ha salido de la cárcel y llegará al pueblo
en el tren del mediodía para vengarse, sin que nadie socorra al representante
de la ley.
Siendo lo más lógico que se le otorgara una comisión de servicio para
cerrar estos dos voluminosos sumarios de una complejidad extraordinaria y que
ha ido instruyendo a un coste altísimo, incluso en términos de salud personal,
si es que realmente se quería servir a la Justicia, las salas de Gobierno
dieron largas para que su sustituta, sin experiencia penal alguna, pero
apadrinada por De Llera, fuera deconstruyendo la causa. Entretanto, Alaya
aguardaba en vano, tras su paso a la Audiencia, un pronunciamiento favorable
que no produciría. Dada la trama de intereses a la que se enfrentó, era el
presumible epílogo que acontecería en cuanto constató que no era cosa de
«cuatro golfos» (Chaves dixit) sino de un calado enorme al implicar a la cúpula
de la Junta.
Por eso, cuando los altos togados dependientes de la política han
defenestrado a Alaya, apelando a su incapacidad de entenderse con quien estaba
demoliendo su labor de años y presentándola casi como un culebrón con dos
mujeres de armas tomar que estaban a la greña, cobra actualidad inevitable la
escena final de la célebre comedia de Jacinto Benavente Los intereses creados.
Aquella en la que el juez logra, a instancias del sagaz Crispín, dejar libre a
su amo Leandro alterando tan sólo unas comas del escrito que le condena, lo que
lleva a Crispín a proclamar cínicamente: «Para salir adelante con todo, mejor
que crear afectos es crear intereses».
Justo esa confluencia de intereses es la que arrojado a Alaya de los ERE y
los cursos de formación, facultando que su sustituta los trocee y los deje en
asuntos de menor cuantía. Al fin y al cabo, «las leyes son como las telarañas:
los insectos pequeños quedan prendidos en ellas; los grandes, las rompen», como
proveyó aquel sabio príncipe suscita llamado Anarcasis en su controversia con
el gran jurista Solón.
Por desgracia, todo se orienta para que se repita lo acontecido con el
aquelarre del cobro de comisiones en la obra de la autovía Las
Pedrizas-Salinas. Debido a la anulación por ser anticonstitucionales las
escuchas policiales, la Audiencia de Sevilla saldó el caso Ollero con la
absolución a Manuel Ollero, ex director general de Carreteras de la Junta; a su
hermano, Jorge, y a dos ex directivos de la constructora Ocisa.
Si la burla llegó al extremo de que los imputados reclamaron incluso la
devolución del maletín de los veintitantos millones de la coima, interceptados
por la Policía en un control de carretera, la estafa de los ERE y los cursos de
formación no sólo puede quedar en agua de borrajas en manos de una juez de la confianza
del consejero De Llera, sino que tampoco se reintegre a las arcas públicas lo
mucho saqueado
Cuando la política entra por la puerta de las salas de Justicia y se
acomoda en sus estrados, el Derecho salta por la ventana de la manera como la
magistrada instructora de los ERE. «Esperando la (Justicia) del cielo», como la
leyenda granadina de la Casa de Castril, se hace certeza y pesadumbre lo que
Platón escribiera en Las leyes: «Un Estado en que la ley depende del capricho
del soberano está, a mi juicio, cerca de la ruina. En cambio, donde la ley es
señor sobre los señores, y éstos son sus servidores, allí veo florecer la dicha
y la prosperidad».
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