¿La Andalucía del Régimen; la que todo el que quiere ya la pueden ver?
LA ACUSARON de querer condicionar la agenda política desde los juzgados, de actuar en función del calendario electoral. Insinuaron intereses inconfesables e intentaron menoscabar su imagen con vergonzosas campañas de desprestigio en las que participaron reputadísimos altos cargos socialistas y también feministas de carnet. Le hicieron escraches y la sometieron a un escrutinio en ocasiones delirante. Mientras los analistas del corazón le llevaban un recuento exhaustivo de sus estilismos, sus detractores analizaban con lupa sus actuaciones procesales esperando el resbalón que les permitiera desacreditar la instrucción de los casos que han puesto en jaque al régimen andaluz. Ahora, tras la decisión del TSJA que la aparta de esos procesos, la acusan de haber caído en su propia trampa. Primero, por ambicionar un puesto en la Audiencia de Sevilla al que tenía derecho y, después, por defender con uñas y dientes la posibilidad de seguir al frente de la causas abiertas, tal y como desde algunas instancias judiciales le habían garantizado.
El cambio de rumbo dado a las investigaciones por parte de su sucesora
invita a ser escépticos. La juez Bolaños tiene la responsabilidad de actuar sin
otro empeño que el de depurar todas las responsabilidades por el expolio de los
fondos públicos. Y la mejor manera de convencernos y de conjurar todas las
suspicacias originadas por el controvertido relevo será la vía de los hechos.
Pero, incluso en el peor de los escenarios, si las líneas de investigación
abiertas se cierran en falso, con condenas menores o incluso sin condenas, a
Mercedes Alaya siempre habrá que reconocerle el mérito de haber sido la mujer
que, desde un juzgado de Instrucción de Sevilla, rompió el muro de impunidad
que permitió que en la administración autonómica se instalaran unos hábitos de
gestión ajenos al derecho, a la transparencia, al rigor e incluso al sentido
común, para enriquecer a unos cuantos y alimentar una tupida red clientelar sin
la cual ya no se entiende la historia reciente de Andalucía. Si algo ha
cambiado en esos usos políticos es gracias a ella. A golpe de piqueta y de
auto. Después, otros jueces han emprendido procesos que, por el volumen de los
fondos investigados, pueden acabar dejando pequeño el escándalo de los ERE.
Pero, antes que ella, no hubo nadie que se atreviera a llegar tan lejos.
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