LA TRONERA
Soberbia o tontería
SER POLÍTICO no es aconsejable, salvo que traiga
bien (al pueblo, no al político). En España acostumbramos respetar a quien nos presentan como tal:
somos bastante imbéciles. Abrimos
nuestros brazos y, aún peor, nuestras esperanzas, al primero que llega: a un
catalán, por ejemplo. Un político
ha de serlo por exigencias de su pueblo.
Nadie de verdad inteligente desea
gobernar y hacerse -ni por amor siquiera- responsable de los irresponsables. Para eso se requiere algún grado de deficiencia mental. O
de trastorno, al menos. La soberbia no da para esa estupidez. Nadie consciente acepta la carga que tal
responsabilidad lleva consigo. El
político es una excepción: generoso de sí, ha de darse a ciegas después de
poner a prueba su generosidad, su inteligencia, su amor al género humano que lo
obliga a aceptar una carga tan dura como
es el bien ajeno. Tener una vocación así
requeriría la existencia de dios y su claro mandato. Y dios, si existe, calla y
tolera. Quien se dedica a la política da
pruebas de su escasez mental. Su escasez económica es la peor de las
justificaciones. Yo quiero al pueblo y
no a sus gobernantes. Siempre fui así. Y lo seguiré siendo. Todo buen gobernante lo es a la pura fuerza. Los demás son
imbéciles. Ojalá fuesen cariñosos también
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