La ley, nada más y nada
menos
Escribo en domingo, 27 de septiembre, mientras los
catalanes eligen sus representantes en el Parlamento autonómico. Y lo hago recordando que, hace
unos días, él estaba allí, mirando a la plebe inclinado sobre el balcón del
Ayuntamiento de Barcelona, mientras sus compañeros de ilegalidad colgaban una
bandera separatista en una fiesta que era, debiera ser, de todos los
ciudadanos. Con ese rictus risueño de satisfacción, con la misma sonrisa cínica
de la final de la Copa del Rey, acreditando, una vez más, su falta de
educación, su cinismo y su desvergüenza.
Ese personaje insufrible, ridículo y traidor ha
batido todos los récords:
quien jura en falso es un
perjuro; quien incumple sus compromisos institucionales es un traidor; quien
ofende a la verdad es un mentiroso; quien halaga a la plebe para
instrumentalizarla en su beneficio es un demagogo; quien falsea o corrompe la
realidad es un falsario. Todo eso y
mucho más ha resultado ser el mequetrefe, que se cree un mesías, llamado Artur
Mas, ese que repudiaba hace poco el atraso
social, político y económico que provocaría el separatismo, y que hoy,
fracasado como gobernante, ha hundido su mediocridad en ensoñaciones
soberanistas.
“Este personaje, y el entorno
subvencionado que le apoya, es un alumno aventajado de Goebbels”
Su único fruto perceptible es la
ruptura. Ha roto la convivencia ciudadana, ha fracturado a la
sociedad catalana, ha roto su propio partido, ha enfrentado y ofendido al
conjunto de los españoles, incluso a los muchos catalanes que no comulgan con
su esquizofrenia. Ha
roto la Constitución que juró servir y a la que debe su cargo. Y con sus recortes sociales y su mala gestión ha perjudicado
la adecuada gestión de la Sanidad y demás servicios públicos. Con las monjas
Forcades y Caram y con la televisiva Karmele Marchante, haría un buen papel en
la tele basura, cuyo nivel se degradaría aun más con su sola presencia.
Este personaje, y el entorno
subvencionado que le apoya, es un alumno aventajado de Goebbels, el ministro de
Propaganda de la Alemania nazi. Para manipular al pueblo ha puesto en
marcha los once principios que aquel estableció para adoctrinar en la xenofobia
y la insolidaridad, empezando por la
simplificación y el enemigo único y siguiendo con el método de contagio, la
transposición de los errores, la desfiguración de la realidad, la vulgarización
populista, la orquestación de la mentira, la renovación del mensaje, los globos
sondas o las informaciones fragmentarias, el silencio sobre lo negativo, la
transfusión de prejuicios mitológico-nacionalistas, y el empeño de ser único
portavoz de la verdad. Si alguien tiene
duda sobre la xenofobia nazista puesta en marcha en Cataluña, que lea a
Goebbels sin demora y contraste su programa con lo acontecido en aquella
comunidad.
Ignoro cual será el resultado electoral, pero no me ofrece duda de que, cualquiera que sea, a partir del día 28,
en España se aplicará la ley si no queremos convertirnos en un estado fallido.
Desde la lectura negativa para los sediciosos hay
que dejar claro la contundencia del derecho internacional, cuyo derecho no se
aplica a terceros países, por lo que quedarían fuera de la ONU, OTAN, FMI, OMC,
OIT, OMS, UE y un largo etcétera. En consecuencia, en los territorios
escindidos deja de aplicarse todo el sistema de libre circulación de personas y
mercancías, las subvenciones, la financiación de sus políticas, la liquidez del
Banco Central Europeo y el estatuto de ciudadanía que solo conservan los de los
Estados miembros.
Y desde la lectura positiva, es decir, de lo que hay que aplicar, debe quedar muy claro que la ley se
cumple y la Constitución se respeta, sancionando los actos contrarios a la una
y a la otra.
Y no hay que tener miedo a las reformas que se
propongan y que se hagan con arreglo a las previsiones constitucionales. Una minoría, por muy amplia que
sea, no puede poner en un brete a la convivencia pacífica de la ciudadanía.
Pero, desde el concepto del cumplimiento de la
ley, hay que ir más allá, para remover las razones que nos han llevado a este
incumplimiento generalizado de la norma. Y
ello entronca con la crisis política motivada por el descrédito de las
instituciones y de las personas que las encarnan. Superar todo ello, no solo el secesionismo oportunista e
insolidario, implica abordar
un proceso real de regeneración democrática, en el que juega un papel fundamental
que los políticos saquen las manos de la Justicia, que la Administración se despoje de todos los
logreros y enchufados que la asolan, que los partidos se gobiernen democráticamente, con
participación ciudadana, y
que el Estado ejerza, sin complejos, el control inspector necesario sobre las
competencias transferidas a las comunidades, para que no se produzcan sectarismos y desigualdades
en los derechos de todos los ciudadanos.
“Las maniobras políticas de toda
índole han llevado la causa de los ERES a Andalucía, a la vista de que allí, el
fiscal-consejero ha conseguido colocar a su amiga”
En lo tocante a la independencia judicial, la
situación en Andalucía se muestra particularmente escandalosa. Resulta llamativa la renuncia de Viera a su escaño de diputado, justo
unos días antes de que el Congreso aprobara el suplicatorio para su
procesamiento por los ERES. A
cualquier observador imparcial no se le escapa que, tanto Viera como antes
Chaves y Griñán, escapan de la
instrucción del Supremo a raíz de que el juez instructor, Alberto J. Barreiro,
hiciera suyas las conclusiones de la juez Alaya. Separada ésta de la causa, con un toma y
daca escandaloso por parte de los órganos superiores del poder judicial y del tribunal autonómico, en cuyo
nombramiento tiene mucho que ver el partido investigado, la vergüenza popular alcanza a quienes, lejos de
facilitar la aplicación neutral de la Justicia, la emponzoñan y mediatizan.
Las maniobras políticas de toda
índole han llevado la causa de los ERES a Andalucía, a la vista de que allí, el
fiscal-consejero ha conseguido colocar a su amiga, la juez Bolaños, al frente
del juzgado competente, mientras el Tribunal Supremo hacía suyos los planteamientos
de la juez Alaya. Si
esta farsa judicial resulta triunfante,
los ciudadanos no solo se escandalizarán con que la ley no se haya aplicado,
hasta ahora, en Cataluña. Se escandalizarán también por la forma burda con que se orilla su
aplicación en Andalucía. Porque en todas
partes y en todas las facetas de la vida, si queremos un Estado de derecho, como
establece nuestra Constitución, hay que aplicar
la ley. Nada más y nada menos.
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