Ya has abierto los ojos...
......«la Junta
colabora con quien colabora»= piedra Rosetta de los jeroglíficos de nuestra
singular cultura política.
.....Sucede lo mismo con la
gestión -inexistente- de Su Peronísima Majestad: los hechos desmienten cuanto
proclaman sus argumentarios.
Su retorno, presentado por algunos como una nueva entrada en
Jerusalén, ha dejado
maniatado al Parlamento,
a la oposición enfurecida -pero
remisa aún a romper la baraja y salir a la calle- y al Adelantado Marín más callado que
una estatua. La lideresa de los astros
celestes está, de nuevo, ocupada con su agenda paralela.....
El peronismo rociero no tolera los cambios.... En Andalucía no hemos vivido ningún cambio de valores,
sino su desaparición.
.....Los patriarcas del PSOE,
jubilados entre lágrimas de cocodrilo y acusaciones
en los juzgados, imitaron al poder bajo el que se criaron. Hacían teatro porque sus modelos
practicaban la doble moral, pero siempre han creído que tienen derecho a todo.
Sus herederos no se molestan en fingir: están
convencidos de que todo lo que hacen es un derecho. La Querida Presidenta, símbolo de esta
nueva casta, presume de ser el vivo ejemplo de
la igualdad de oportunidades. Su ascenso al Quirinale de San Telmo no es precisamente el de las clases humildes. Es el resultado de la manipulación
maquiavélica del capital social.
CRÓNICAS INDÍGENAS
La legislatura efímera
Una de las patologías del
mundo indígena es la alergia a la sinceridad. Los aborígenes de la
República de las Marismas insinúan las cosas de forma oblicua, lateral e
indirecta. No hacen esfuerzos por ser entendidos, pero exigen ser comprendidos
en cualquier situación, confiando en el campo sin vallar de los sobrentendidos
-«la Junta colabora con quien
colabora»-, que es la
piedra Rosetta de los jeroglíficos de nuestra singular cultura política.
T.S. Eliot escribió: «En un
mundo asustado ante la sinceridad, la franqueza es un ingrediente terrorífico».
Por eso el susanato se dice
perseguido cada vez que alguien llama a las cosas por su nombre. La
política patriótica parece el coup de dés de Mallarmé, un poema que niega la
propia poesía.
Sucede lo mismo con la gestión
-inexistente- de Su Peronísima Majestad: los hechos desmienten cuanto proclaman
sus argumentarios. Su retorno, presentado por algunos como una nueva entrada en Jerusalén, ha dejado maniatado al Parlamento, a
la oposición enfurecida -pero remisa aún a romper la baraja y salir
a la calle- y al Adelantado
Marín más callado que una estatua. La lideresa de los astros celestes está, de nuevo, ocupada
con su agenda paralela. Nada más
llegar, marchóse a la campaña de las catalanas -cuya resolución ya conocen- y buscóse hueco en una televisión
nacional para decir lo de
siempre. Si no fuera una mina para los
articulistas, diríamos que el susanato -retóricamente hablando- nació agotado. Nunca cambia el disco del cinismo: ahora exige para su presupuesto el apoyo de los grupos
parlamentarios que maniata gracias al uso sectario de la Presidencia de las
Cinco Llagas y el apoyo varonil de la franquicia naranja, evocando una pinza
más vieja que Matusalén.
No avanzamos nada en el «tiempo
nuevo» que profetizó la reina de Macedonia, por mucho que,
transcurridos los primeros cien días, Jiménez Barrios nos jure que en Andalucía
se mueve tanto dinero como en Wall Street. El desahogo ha llegado al punto de
que Ella ni se molesta en rendir cuentas. Nos manda al escudero mientras
retorna a sus particulares traumas. Le pasa como a los hijos de los militares:
todo lo arreglan enviando tropas. Parece un desastre, y ciertamente lo es, pero
tiene coherencia porque hasta el caos es sistemático. El peronismo rociero no tolera los
cambios. Lo suyo es otra cosa: una
perversión de la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset, que creía que
la evolución cultural en las sociedades funcionaba a partir del relevo
intergeneracional. No es nuestro caso.
En Andalucía no hemos vivido
ningún cambio de valores, sino su desaparición. Los
patriarcas del PSOE, jubilados entre lágrimas
de cocodrilo y acusaciones en los juzgados, imitaron al poder bajo el que se
criaron. Hacían
teatro porque sus modelos practicaban la doble moral, pero siempre han creído
que tienen derecho a todo. Sus
herederos no se molestan en fingir: están convencidos de que todo lo que hacen
es un derecho. La
Querida Presidenta, símbolo de esta nueva casta, presume de ser el vivo ejemplo de la igualdad de
oportunidades. Su
ascenso al Quirinale de San Telmo no es
precisamente el de las clases humildes. Es el resultado de la manipulación maquiavélica del capital
social. Ella no ha alcanzado el camarín
porque el origen social no cuente y seamos ciudadanos parejos. No. Llegó porque lo único que vale en esta República
Indígena es el capital tribal. Esta
legislatura será la más corta de la historia. Tan efímera es, que ya ha
terminado. Empezó con el asalto a la mesa del Parlamento. Culminó con la
Segunda Coronación de Pentecostés. Despidámonos del sueño de la justicia
social. El presente que nos espera es el tiempo sonrosado del maternalismo.
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