......expolio con el dinero de los parados que puede tener como corolario una colosal farsa procesal con choteo de la Justicia
incluido y consentido.
Así, degenerando que es gerundio, se origina esa
gran degeneración en la que los excesos tienen acomodo y en la que los
saqueadores públicos son librados por una Justicia de campos vedados. Lo peor
es que, al hacerse hábito la podredumbre, nadie dice cuanto a juicio de los
biempensantes no se debe decir.
Tango de Alaya y Nuñez ¿¿??
Ayer, @abcsevilla tuiteteaba: "El presidente del TSJA frena un acuerdo para mantener a Alaya en el caso de los ERE". Segun la noticia, un resultado de 4 a 2 a favor de Alaya no le habría gustado a Lorenzo del Río, que termino por no incluir el asunto en el orden del día. ¿Para dar tiempo a recapacitar?. Olviden esa olimpiada de la Justicia que hemos seguido con los ERE. Todo se decidirá en casa, entre pantuflas y cucarachas. Como estaba planeado.
A VUELTA DE PÁGINA
Degenerando que es gerundio
DESDE QUE SE echó el periódico a la cara con la foto
del gobierno que Chaves formó en abril del 2000, aquel jubilado no había dejado
de dar vueltas a la cabeza sobre quien figuraba como consejero de Empleo y
(nada menos) Desarrollo Tecnológico, José Antonio Viera. Aunque la política no le
suscitaba especial interés a este pensionista que calzó borceguíes de jugador y
que luego ascendió a Primera División como entrenador al mismo Real Betis en el
que descolló como defensa, aguardaba con premura que se descolgara por su
domicilio uno de sus hijos, funcionario autonómico, para despejar su sospecha.
Cuando asomó por la puerta, fuese para él con la
intrepidez de antaño para atajar el avance del delantero rival. Casi sin
dejarle abrir la boca, le compelió tamborileando la foto cual badana de balón:
«Escucha, este Viera al que han hecho consejero de no sé qué, ¿no será el vaina
-le salió del alma- que acudía a mis entrenamientos dando la tabarra?». ¡Para
qué se lo atestiguó! Circunspecto, lo escrutó de arriba abajo sin decir palabra
-pocos silencios le fueron tan elocuentes- hasta que verbalizó su sofoco: «¿Y
se puede saber qué coño haces tú en un sitio como ése?». La pregunta retumbó como si acabara de averiguar que su
hijo se ganaba la vida, en lugar de como letrado de la Junta, como pianista en
casa de putas. No daba crédito a que un sin objeto como Viera desempeñara tal
Consejería en la región con más desempleo del continente europeo.
Aquella leyenda del balompié le sobrevino con
Viera lo que a Belmonte con un banderillero suyo catapultado como gobernador.
Al presidir un festival benéfico al que asistía Juan Belmonte, un amigo
del Pasmo de Triana que había oído campanas sobre el ayer rehiletero del poncio
le curioseó: «Don Juan, dígame,
¿es verdad que el gobernador fue su banderillero?». Belmonte, con su proverbial laconismo, se lo ratificó con
un sí mondo y lirondo. Al volver su acompañante a la carga -«¿Y cómo se llega de subalterno a gobernador?»-, el maestro tartamudeó para los anales de la genialidad:
«¿Po... po... po cómo va a sé? De... de...
degenerando».
Sin acicate para designar a los
mejores, Chaves elevó a Viera a tal rango tras haber pugnado
en vano por cosechar laureles como entrenador de fútbol -lo fue del Sevilla
Atl., Algeciras y Jerez- hasta verse forzado a colgar su atuendo deportivo y
tomar el uniforme del PSOE. Este maestro desertor de la tiza se encaramó
primero como concejal de Tocina, luego como delegado de Educación y consejero
hasta mandar el PSOE provincial, tras apuñalar a su padrino José Caballos por
orden de Chaves, mientras el acuchillado se desangraba acusándole de no tener
los bolsillos de cristal.
Sin importarle buscar los cargos para las
personas, en vez de las personas para esos menesteres, Chaves
fio el pilotaje de la Consejería de Empleo a quien lo ignoraba todo y llegó a
ella para aprender el oficio en el cargo. Por
ello, no cabe asombrarse de cómo Viera facultó el gatuperio del fondo de
reptiles que proveyó subvenciones por valor de 855 millones entre militantes y
propincuos del PSOE.
Cuando quehaceres tan primordiales
reclaman personas muy enteras y cabales, Chaves optó,
pues, por alistar a quien tenía de los vicios experiencia y haría cualquier
iniquidad que se le requiriera. No en
vano, al primer tapón, zurrapas: hubo de ser
cesado como delegado de Educación en Sevilla al destaparse anomalías económicas
en las asignaciones para reparar colegios del tenor de esos 3,2 millones
evaporados en obras falsas en Cádiz.
Al no recaer sobre Viera ningún castigo que
levantara roncha, fue recolocado en cuanto se apagaron los ecos de la
investigación de Diario 16 Andalucía y de la inasequible Rosa María López. En vez de
resentirse su carrera, le dio alas y alzó su vuelo gallináceo en una
organización que galardona mejor los malos medios que los buenos, como si un
gobernante no debiera atenerse a las secuelas de sus actos. Nada que ver con aquello de
que «quien tal hace, que tal pagué», según peroraban los pregoneros que
escoltaban a los condenados in illo tempore.
Con aquella fechoría iniciática, Viera
consumaba su bautizo de sangre allí donde los delitos se tapaban al regir la
omertá. Como los vicios son tan
fáciles de recibir como dificultosos de dejar, Viera retornó a las andadas. Llamó con sus
propias manos a los daños de los ERE, al fijar la transferencia de financiación
desde la Consejería a una agencia pública (IFA-IDEA) para que abonara las
ayudas que su departamento ventilaba sin publicidad ni fiscalización. Merced a
arbitrariedad tan descarnada, se forjó la corrupción institucionalizada que
perpetua la hegemonía socialista.
Arrumbando sus deberes, robaron la
Hacienda y desollaron la autonomía, como acredita el sumario de la juez Alaya,
refrendado por el Tribunal Supremo, instancia de la que se han burlado
gradualmente los expresidentes Chaves y Griñán, así como varios exconsejeros,
entre ellos Viera. Primero se aforaron como
parlamentarios para escapar de la jurisdicción de Alaya y, al aprestarse el
Supremo a enjuiciarlos, desisten -el
último, Viera para ahorrarse el sonrojo de la votación de su suplicatorio-
para que la causa vuelva a Sevilla a la casilla de salida
de este privativo juego de la
oca.
Chaves y su cuadrilla ilustran
cómo este privilegio extemporáneo del aforamiento, que tan generoso cubre a la
clase política, es una patente de corso contra jueces «intratables» que guarece
la impunidad. Las jeremiadas de estos agraciados, quejándose de que disponen de una
instancia menos para recurrir las providencias, evocan un viejo chiste judío en
el que el rabino y los acaudalados de su sinagoga se concitan para darse golpes
de pecho en Yom Kipur (Día de la Expiación) salmodiando: «¡Soy un gusano, no
soy nada, no soy nadie!». Al observarlos un gentil, se conmueve ante tal gesto
de humildad y se suma al coro implorante: «¡No soy nadie! ¡No soy nadie!».
Perplejos, se revuelven comiéndose con la vista al pobre intruso y un ricacho
expide: «¡Miren quién piensa que no es nadie!». Para algunos,
indefectiblemente, hay clases ante Dios y ante la Justicia.
En sus autos, el instructor de los
ERE en el Supremo, Alberto Jorge Barreiro, ya anticipó la fullería de Chaves y sus
sosias, aunque la costumbre pueda ocultar, según Montaigne,
la auténtica faz de la vileza. De esta guisa, este expolio con el dinero de los parados
puede tener como corolario una colosal farsa procesal con choteo de la Justicia
incluido y consentido.
Pasma sobremanera el espectáculo
nada edificante que protagonizan a dúo el Consejo General del Poder Judicial y
la Sala de Gobierno (dicen) del TSJA peloteándose informes sobre la comisión de
servicio recabada hace meses por Alaya para finiquitar el sumario de los ERE,
mientras su advenediza sustituta
lo desbarata hasta hacerlo irreconocible a la madre que lo parió. Entre dimes y diretes, llevan enfrascados tiempo
bastante como para esclarecer el sexo de los ángeles. Al paso (no de tortuga,
sino de cangrejo) que van prescribirán los delitos de los ERE enfrascados en
bizantinismos sin que resuelvan qué juez (Alaya o Bolaños) deberá finiquitar la
instrucción. Estos altos togados
emulan aquella otra inagotable discusión que propició la pérdida de Bizancio
abatida por los otomanos.
La vergüenza, cuando se extravía, es ilusorio
hallarla entre quienes presumen de honra hallándose tan apartados de ella. Así, degenerando que es gerundio, se origina esa gran degeneración en la
que los excesos tienen acomodo y en la que los saqueadores públicos son
librados por una Justicia de campos vedados. Lo peor es que, al hacerse hábito
la podredumbre, nadie dice cuanto a juicio de los biempensantes no se debe
decir. Al revés de aquel valladar
verdiblanco al aparecérsele Viera en la foto del Gobierno de una comunidad
vasta como Portugal y más densa que Bélgica, al igual que a Belmonte se le
transfiguró su subalterno en gobernador.
francisco.rosell@elmundo.es
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