El Diccionario de la lengua española define la propaganda en su primera acepción como “Acción o efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores” y en la cuarta, y última, como “Asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones, etc.”. .....
.......En los últimos cinco años el Gobierno andaluz ha “invertido” mil millones en "comunicación", casi 600 con Susana Díaz como responsable de la partida, sin contar con los casi 200 millones con los que se nutre a tanto medio mamón desde la Consejería de Turismo.
......Surgen así preguntas con necesarias respuestas afirmativas: ¿tales ayudas graciables explicarían el ocultamiento, por esos medios, de los escándalos que se achacan a sectores importantes del gobierno andaluz o al mismísimo PSOE, valga la redundancia?, ¿resultan beneficiarios, por ejemplo, los editores que criminalizan la labor de la Juez Alaya al tiempo que alaban a los dirigentes por ella señalados?
Propaganda: el rayo que no cesa
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
(Miguel Hernández)
El Diccionario de la lengua española define la propaganda en
su primera acepción como “Acción o efecto de dar a conocer algo con el fin de
atraer adeptos o compradores” y en la cuarta, y última, como “Asociación cuyo
fin es propagar doctrinas, opiniones, etc.”.
Busquen, comparen y, si encuentran una mejor... Mejor que no
pierdan el tiempo, porque no la hallarán.
Ni diseñados al efecto, ambos significados serían capaces de
retratar con tanta precisión la política de comunicación de la Junta de
Andalucía y su relación con los medios “amigos”, esos a los que abreva con
publicidad institucional a cambio de nada, o de casi todo, que para eso está el
dogma. Pero no solo con ellos, también con el resto, con los que sin pertenecer
al Régimen, al menos en apariencia, a cambio de un trato afable y cordial,
representan a la perfección la escena del paciente tendido en la camilla,
blandiendo por sus partes al dentista que, tenacillas en mano, le ordena abrir
la boca: “¿verdad que no vamos a hacernos daño?”.
En los últimos cinco años el Gobierno andaluz ha “invertido”
mil millones en "comunicación", casi 600 con Susana Díaz como
responsable de la partida, sin contar con los casi 200 millones con los que se
nutre a tanto medio mamón desde la Consejería de Turismo.
Y el problema, con serlo, no es ya el exorbitante volumen
del reparto de fondos a empresas privadas de comunicación -a cambio casi
siempre del silencio, de inexistentes críticas valientes o de hipotéticas
valoraciones audaces... como mucho de juicios bonachones y timoratos- sino la
absoluta falta de transparencia tanto de sus destinatarios finales como de la
propia cuantificación de tales subvenciones, una vez más concedidas al margen
de los principios generales de contratación administrativa.
Es la propia Cámara de Cuentas de Andalucía quien confiesa
desconocer el destino de las voluminosas partidas que maneja el plan anual de
comunicación, al tiempo que denuncia el empleo constante del latrocinio, perdón
del patrocinio; es decir, del trato de favor digitalizado en detrimento de los
procedimientos de concurso y publicidad, o, al menos, del socorrido contrato
menor en el que se precisan tres ofertas previas, eligiéndose la más favorable
económicamente. Sistema que, por otra parte, sirve para ocultar los contratos
de cuantía inferior a los 30.000 euros tramitados al efecto.
Y a la cabeza del ranking -¡qué boda sin la tía Juana!- el
Grupo Prisa (El País, la SER, As...) y algunos de sus programas radiofónicos
estrellas tales como Carrusel Deportivo y La Ventana, cuyos patrocinios, según
el órgano de control de la cámara andaluza superan con creces, sin ninguna
justificación técnica, los del resto de medios paniaguados. Así, a mucha
distancia, recogen las migajas el Grupo Joly, Antena 3, Onda Cero, Unidad
Editorial, la Cope y ese guadianesco El Correo de Andalucía que permanece
latente con el arribo de Morera y Vallejo pero con -lo que resulta
trascendental- la sempiterna respiración asistida de la Junta de Andalucía.
Surgen así preguntas con necesarias respuestas afirmativas:
¿tales ayudas graciables explicarían el ocultamiento, por esos medios, de los
escándalos que se achacan a sectores importantes del gobierno andaluz o al mismísimo PSOE, valga la redundancia?,
¿resultan beneficiarios, por ejemplo, los editores que criminalizan la labor de
la Juez Alaya al tiempo que alaban a los dirigentes por ella señalados?
Y una interrogación final, que se responde con un rotundo
no: ¿en estas circunstancias en las que, como se pretende, la propaganda llega
al lector, riega al editor y anula la libertad del periodista, puede existir el
periodismo?
Valga como ejemplo verídico el de un dibujante de lujo que,
clamando inteligencia como el poeta de Orihuela, desechó, hace escasos meses,
una invitación del siguiente tenor en un medio de difusión de esta Andalucía
del XXI: “Queremos que publiques en nuestro periódico, estamos
interesantísimos; eso sí, nada de política, ni de religión, ni de fútbol... ”.
¡Todo sea por la pasta!
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