lunes, 3 de agosto de 2015

Deconstruyendo a la juez Alaya, artículo de lectura inexcusable, por Francisco Rosell = No es un asunto personal entre dos mujeres de armas tomar, sino un órdago en el que la Justicia se juega su ser o no ser.

  • La juez Bolaños da señales de que su aterrizaje place a quienes sueñan hacer una pira con sumarios tan expuestos
  • No es un asunto personal entre dos mujeres de armas tomar, sino un órdago en el que la Justicia se juega su ser o no ser

Idígoras y Pachi

HACE DOS jueves, el presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, con el Rey de testigo, recalcaba a 35 nuevos jueces, durante la entrega de despachos, que su independencia estriba en su integridad ante las presiones, garantizándoles el amparo del CGPJ. A la misma hora que esto sucedía en Barcelona, el Tribunal Superior de Andalucía (TSJA), con su presidente al mando, Lorenzo del Río, escabechaba en Granada a la juez Alaya para apartarla de los sumarios que enredan al Régimen andaluz, del que el TSJA es un adarve axial, como ilustran sus últimos presidentes.

Desde que uno de ellos, Augusto Méndez de Lugo, auspiciara la «autonomización» de la Justicia, este sometimiento ha llegado a la ósmosis obscena de que, según se ha destapado esta semana, su actual titular percibe desde octubre de 2010, con Griñán al frente del Gobierno, un fondo secreto de 1.300 euros para vivienda, asimilándole a un cargo de la Junta, cuando sus honorarios incumben al Ministerio. Siempre amor, interés o miedo pervirtieron la Justicia.



Publicada la exclusiva, se ha asumido con la normalidad distintiva de una sociedad sedada en la que el presidente de su Consejo Consultivo, Juan Cano Bueso, se erige en defensor de Chaves pronosticando que los ERE se disolverán como un azucarillo, el antiguo Letrado Mayor del Parlamento, José Antonio Víboras, se dota de la bicoca de «exletrado mayor» compatible con su destino actual en la Cámara, o el exvicepresidente Valderas se lucra con cesantías de 100.000 E, por no extenderse con diputados que cobran dietas mientras veranean. ¡Ay la desordenada codicia de los bienes ajenos de nuestros pícaros de todo tiempo!

La juez Bolaños da señales de que su aterrizaje place a quienes sueñan hacer una pira con sumarios tan expuestos

Por eso, atendiendo al dicho inglés de «Quien paga al gaitero elige la canción», versión refinada del dicho español «Quien paga, manda», la Sala de Gobierno del TSJA reclama al CGPJ, para deleite de la Junta, que liquide a Alaya de los sumarios que ella ha tejido a contracorriente. Se vale del ardid de que no está en condiciones de «colaborar» con su sustituta en el juzgado, María Nuñez Bolaños. Blande a este fin el informe que aquella elevó al Consejo donde resalta la poca idoneidad de sus sutituta para abordar macrocausas como los ERE y los cursos de formación de quien carece de experiencia penal al provenir de un juzgado de familia. Añadía el propósito de ésta -consumado el jueves- de filetear los litigios para que lo que una prevaricación-malversación quede en irregularidades administrativas y en «cosa de cuatro golfos» (Chaves dixit).

Con vivaz desparpajo, Bolaños desoye el dictamen del instructor de la pieza de los ERE en el Supremo, Alberto José Barreiro, sobre lo difícil de «escindir» causas que obedecen a una «estructura piramidal y jerárquica». Se entiende que el consejero-fiscal de Justicia, Emilio de Llera, aplauda con las orejas y anime a Bolaños a que también despiece los cursos de formación, cuyas brasas pueden alcanzar a la presidenta Díaz, como Aznalcóllar.

Más allá de que resulte poco elegante que Alaya aluda a la amistad entre Bolaños y De Llera, cuyo apadrinamiento nadie ignora, el presidente del TSJA es el río que pretende llevarse por delante a Alaya. Arguye que existe «evidente falta de voluntad de cumplir el objetivo de colaboración con la titular» para que el CGPJ deniegue la comisión de servicio e imposibilite, tras pasar a la Audiencia de Sevilla, que siga instruyendo las macrocausas que inició.

Parafraseando la ironía de Joe Griffin en Cinco minutos de gloria -«A la gente lo que más le gusta es darle la mano a un asesino»-, película que parece inspirar al TSJA, ¿cree Del Río que lo que más puede encantar a Alaya es asentir con quien desteje la instrucción de fraudes tan mayúsculos? Por ahora, el CGPJ guarda silencio, mientras Bolaños pulveriza las actuaciones y los imputados lo festejan con felicidad indisimulada. Desmontando a Alaya, su sustituta espera que el mundo se adapte a su distorsión de la realidad.


A este respecto, irrita la acre campaña contra Alaya de cierta prensa que siempre tapó el escándalo, al beneficiarse del fondo de reptiles. Todo por no plegarse a quien demuele su instrucción, ajustada al criterio de una Fiscalía que antaño quiso recusarla y que, cuando la ejercía el hoy consejero, no veía un burro delante. Merced a esa ceguera voluntaria, Llera ha acabado en el Consejo de Gobierno, no para resolver los males de la Justicia, sino para hostigar a una magistrada que no usa la misma como medio para pasar del Palacio de Justicia a otro donde se atosiga a la Justicia. Hace tiempo que Marx (Carlos, no Groucho) sentenció que la existencia determina la conciencia.

O portet ut scandala eveniant (Está bien que los escándalos exploten), enseña el adagio latino para que la sangre no se envenene y la gangrena acarree la muerte. Sólo quedaba que Alaya, en vez de enrabietarse, aplaudiera los destrozos del elefante en cacharrería. Si es frecuente el mutuo rechazo entre personas de las que se espera la mutua aprobación, según Samuel Johnson, ¿cómo se puede pedir a quien ha mostrado una insólita sangre fría que se porte encima como si ésta no fluyera por sus venas observando cómo se hace trizas la instrucción que le costó la salud? No es un asunto personal entre dos mujeres de armas tomar, como algunos frivolizan, sino un órdago en el que la Justicia se juega su ser o no ser. Mismamente como en Gürtel. Pareciera que, sentados en el sillón del dentista, PSOE y PP profirieran prendiéndose de pudendas partes: «¡Verdad, doctor, que no hemos de hacernos daño!».

Si atendiendo al método de Le Carré para distinguir la casualidad de la causalidad -una coincidencia puede ser casual, dos prueban la sospecha y tres la certifican-, Bolaños ya está en la fase de certificación. En su escrito al TSJA, Alaya avisaba de que usaría el lapso hasta el arbitraje del CGPJ para despiezar los ERE y evitar su comisión de servicio, y el jueves Bolaños lo firmaba con puntos y comas. Contradiciendo lo dicho por Schiller de que lo que se presenta como azar surge de fuentes profundas, no hay que adentrarse tanto para probar que esta casualidad es más bien causalidad.

En las fechas que lleva, Bolaños da señales, con hartos medios de prueba, que su aterrizaje place a quienes sueñan hacer una pira con sumarios tan expuestos para que sirvan de aviso a navegantes de que los sonoros discursos son mera retórica. Por eso, si se inquiere por los agujeros negros de la Justicia, sirve la réplica que Woody Allen en Desmontando a Harry pone en boca de la prostituta negra al que el protagonista invita al homenaje que le rinde la Universidad que le expulsó: «¿Con qué te crees que me gano la vida?».

Las impertinencias de Alaya son verdades incómodas, y mal servicio prestaría no elevándolas a sus superiores cuando, a velocidad que espanta, Bolaños desbarata lo habido y por haber. ¡Qué raro que, por sistema, tome derroteros opuestos a su antecesora! Aunque suenen a insolencia, son realidades como puños. Si Llera reprocha a Alaya que sus formas no son propias de un magistrado, ¿acaso si las de quienes, citando a Quevedo, por dar gusto no hacen justicia haciendo bizcos a los derechos que no hace tuertos? Malos tiempos para la lírica... y la Justicia.

Doblándole el brazo a Alaya, se allana el camino a la podredumbre. Donde la Justicia rinde su espada, pliega su balanza y se cruza de brazos la deshonestidad campa a sus anchas hasta hacer de la corrupción el Sistema. Dado como el entramado del Régimen hace bandera contra Alaya, sin que el TSJA obre de parapeto, se enfanga la reputación de la magistrada transfigurándola, en parangón con el encomiable drama de Ibsen, en «un enemigo del pueblo». Si al doctor Stockmann lo estigmatiza el descubrimiento de una bacteria contaminante en el balneario del que vive el pueblo, lo que le enemista con los poderosos del lugar, a la prensa y a su familia por no silenciar tan grave riesgo para la salud, a Alaya la infama desnudar una corrupción institucionalizada que prohíja la impunidad de una Justicia ciega de tanto mirar sin ver o que se tapa por no querer ver más.


francisco.rosell@elmundo.es


http://www.elmundo.es/andalucia/2015/08/02/55bdd03122601d51588b4572.html


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate para poner comentarios.
Los comentarios solo se podrán poner durante unos días...