- La juez Bolaños da señales de que su aterrizaje place a quienes sueñan hacer una pira con sumarios tan expuestos
- No es un asunto personal entre dos mujeres de armas tomar, sino un órdago en el que la Justicia se juega su ser o no ser
HACE DOS jueves, el presidente del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, con el Rey de testigo, recalcaba a 35 nuevos
jueces, durante la entrega de despachos, que su independencia estriba en su
integridad ante las presiones, garantizándoles el amparo del CGPJ. A la misma
hora que esto sucedía en Barcelona, el Tribunal Superior de Andalucía (TSJA),
con su presidente al mando, Lorenzo del Río, escabechaba en Granada a la juez
Alaya para apartarla de los sumarios que enredan al Régimen andaluz, del que el
TSJA es un adarve axial, como ilustran sus últimos presidentes.
Desde que uno de ellos, Augusto Méndez de Lugo, auspiciara
la «autonomización» de la Justicia, este sometimiento ha llegado a la ósmosis
obscena de que, según se ha destapado esta semana, su actual titular percibe
desde octubre de 2010, con Griñán al frente del Gobierno, un fondo secreto de
1.300 euros para vivienda, asimilándole a un cargo de la Junta, cuando sus
honorarios incumben al Ministerio. Siempre amor, interés o miedo pervirtieron
la Justicia.
Publicada la exclusiva, se ha asumido con la normalidad
distintiva de una sociedad sedada en la que el presidente de su Consejo
Consultivo, Juan Cano Bueso, se erige en defensor de Chaves pronosticando que
los ERE se disolverán como un azucarillo, el antiguo Letrado Mayor del
Parlamento, José Antonio Víboras, se dota de la bicoca de «exletrado mayor»
compatible con su destino actual en la Cámara, o el exvicepresidente Valderas
se lucra con cesantías de 100.000 E, por no extenderse con diputados que cobran
dietas mientras veranean. ¡Ay la desordenada codicia de los bienes ajenos de
nuestros pícaros de todo tiempo!
La juez Bolaños da señales de que su aterrizaje place a
quienes sueñan hacer una pira con sumarios tan expuestos
Por eso, atendiendo al dicho inglés de «Quien paga al
gaitero elige la canción», versión refinada del dicho español «Quien paga,
manda», la Sala de Gobierno del TSJA reclama al CGPJ, para deleite de la Junta,
que liquide a Alaya de los sumarios que ella ha tejido a contracorriente. Se
vale del ardid de que no está en condiciones de «colaborar» con su sustituta en
el juzgado, María Nuñez Bolaños. Blande a este fin el informe que aquella elevó
al Consejo donde resalta la poca idoneidad de sus sutituta para abordar
macrocausas como los ERE y los cursos de formación de quien carece de experiencia
penal al provenir de un juzgado de familia. Añadía el propósito de ésta
-consumado el jueves- de filetear los litigios para que lo que una
prevaricación-malversación quede en irregularidades administrativas y en «cosa
de cuatro golfos» (Chaves dixit).
Con vivaz desparpajo, Bolaños desoye el dictamen del
instructor de la pieza de los ERE en el Supremo, Alberto José Barreiro, sobre
lo difícil de «escindir» causas que obedecen a una «estructura piramidal y
jerárquica». Se entiende que el consejero-fiscal de Justicia, Emilio de Llera,
aplauda con las orejas y anime a Bolaños a que también despiece los cursos de
formación, cuyas brasas pueden alcanzar a la presidenta Díaz, como Aznalcóllar.
Más allá de que resulte poco elegante que Alaya aluda a la
amistad entre Bolaños y De Llera, cuyo apadrinamiento nadie ignora, el
presidente del TSJA es el río que pretende llevarse por delante a Alaya. Arguye
que existe «evidente falta de voluntad de cumplir el objetivo de colaboración
con la titular» para que el CGPJ deniegue la comisión de servicio e
imposibilite, tras pasar a la Audiencia de Sevilla, que siga instruyendo las
macrocausas que inició.
Parafraseando la ironía de Joe Griffin en Cinco minutos de
gloria -«A la gente lo que más le gusta es darle la mano a un asesino»-,
película que parece inspirar al TSJA, ¿cree Del Río que lo que más puede
encantar a Alaya es asentir con quien desteje la instrucción de fraudes tan
mayúsculos? Por ahora, el CGPJ guarda silencio, mientras Bolaños pulveriza las
actuaciones y los imputados lo festejan con felicidad indisimulada. Desmontando
a Alaya, su sustituta espera que el mundo se adapte a su distorsión de la
realidad.
A este respecto, irrita la acre campaña contra Alaya de
cierta prensa que siempre tapó el escándalo, al beneficiarse del fondo de
reptiles. Todo por no plegarse a quien demuele su instrucción, ajustada al
criterio de una Fiscalía que antaño quiso recusarla y que, cuando la ejercía el
hoy consejero, no veía un burro delante. Merced a esa ceguera voluntaria, Llera
ha acabado en el Consejo de Gobierno, no para resolver los males de la
Justicia, sino para hostigar a una magistrada que no usa la misma como medio
para pasar del Palacio de Justicia a otro donde se atosiga a la Justicia. Hace
tiempo que Marx (Carlos, no Groucho) sentenció que la existencia determina la
conciencia.
O portet ut scandala eveniant (Está bien que los escándalos
exploten), enseña el adagio latino para que la sangre no se envenene y la
gangrena acarree la muerte. Sólo quedaba que Alaya, en vez de enrabietarse,
aplaudiera los destrozos del elefante en cacharrería. Si es frecuente el mutuo
rechazo entre personas de las que se espera la mutua aprobación, según Samuel
Johnson, ¿cómo se puede pedir a quien ha mostrado una insólita sangre fría que
se porte encima como si ésta no fluyera por sus venas observando cómo se hace
trizas la instrucción que le costó la salud? No es un asunto personal entre dos
mujeres de armas tomar, como algunos frivolizan, sino un órdago en el que la
Justicia se juega su ser o no ser. Mismamente como en Gürtel. Pareciera que,
sentados en el sillón del dentista, PSOE y PP profirieran prendiéndose de
pudendas partes: «¡Verdad, doctor, que no hemos de hacernos daño!».
Si atendiendo al método de Le Carré para distinguir la
casualidad de la causalidad -una coincidencia puede ser casual, dos prueban la
sospecha y tres la certifican-, Bolaños ya está en la fase de certificación. En
su escrito al TSJA, Alaya avisaba de que usaría el lapso hasta el arbitraje del
CGPJ para despiezar los ERE y evitar su comisión de servicio, y el jueves
Bolaños lo firmaba con puntos y comas. Contradiciendo lo dicho por Schiller de
que lo que se presenta como azar surge de fuentes profundas, no hay que
adentrarse tanto para probar que esta casualidad es más bien causalidad.
En las fechas que lleva, Bolaños da señales, con hartos
medios de prueba, que su aterrizaje place a quienes sueñan hacer una pira con
sumarios tan expuestos para que sirvan de aviso a navegantes de que los sonoros
discursos son mera retórica. Por eso, si se inquiere por los agujeros negros de
la Justicia, sirve la réplica que Woody Allen en Desmontando a Harry pone en boca
de la prostituta negra al que el protagonista invita al homenaje que le rinde
la Universidad que le expulsó: «¿Con qué te crees que me gano la vida?».
Las impertinencias de Alaya son verdades incómodas, y mal
servicio prestaría no elevándolas a sus superiores cuando, a velocidad que
espanta, Bolaños desbarata lo habido y por haber. ¡Qué raro que, por sistema,
tome derroteros opuestos a su antecesora! Aunque suenen a insolencia, son
realidades como puños. Si Llera reprocha a Alaya que sus formas no son propias
de un magistrado, ¿acaso si las de quienes, citando a Quevedo, por dar gusto no
hacen justicia haciendo bizcos a los derechos que no hace tuertos? Malos
tiempos para la lírica... y la Justicia.
Doblándole el brazo a Alaya, se allana el camino a la
podredumbre. Donde la Justicia rinde su espada, pliega su balanza y se cruza de
brazos la deshonestidad campa a sus anchas hasta hacer de la corrupción el
Sistema. Dado como el entramado del Régimen hace bandera contra Alaya, sin que
el TSJA obre de parapeto, se enfanga la reputación de la magistrada
transfigurándola, en parangón con el encomiable drama de Ibsen, en «un enemigo
del pueblo». Si al doctor Stockmann lo estigmatiza el descubrimiento de una
bacteria contaminante en el balneario del que vive el pueblo, lo que le
enemista con los poderosos del lugar, a la prensa y a su familia por no
silenciar tan grave riesgo para la salud, a Alaya la infama desnudar una
corrupción institucionalizada que prohíja la impunidad de una Justicia ciega de
tanto mirar sin ver o que se tapa por no querer ver más.
francisco.rosell@elmundo.es
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