- En parangón con 'las aldeas Potemkin', el ex consejero Ojeda expolió el Presupuesto con sus oficinas de quita y pon
- Como en el cervantino Patio de Monipodio, la corrupción de la Junta se ha ajustado a una perfecta reglamentación
....Si este latrocinio continuado fue posible hasta que la Prensa destapó el fraude y desenmascaró al golfo de guante blanco, como hizo este diario, y luego la Justicia, no archivando las denuncias a cuenta de inventario, como tantas veces, obedece a la connivencia de la Junta. Más allá de la familiaridad con la que sus empleados aluden, según los atestados policiales, a la «visita de Maripaz, mi técnico de seguimiento del SAE», esos funcionarios tenían claro que cajas no destapar y, si lo hacían, les daban regletazos en los nudillos de las manos. Valga el botón de muestra de esas dos funcionarias de la Junta en Málaga que han denunciado esta semana que su superior les recriminó que quisieran revisar subvenciones, en materia de riesgos laborales, por un montante cercano a 1,5 millones de E.
Hasta ahora, era vox populi que había conseguidores que gozaban de patente de corso y que el funcionariado, para no tener problemas ni entorpecer su promoción, enterraba la cabeza en tierra como el avestruz sin meterse en camisa de once varas. Empero, a raíz de que la juez Alaya imputara a empleados públicos por su laxitud con los fraudes de los ERE y los cursos de formación, y de que otros magistrados obraran igual, como en la adjudicación de la mina de Aznalcóllar, estos no están dispuestos a firmar en barbecho y ser anuentes convidados de piedra para no ser empitonados. Eran contados con los dedos de una mano los funcionarios que rompían esta espiral de silencio rayana en la omertá mafiosa. No es muy alentador que Susana Díaz, al ser encausada su directora general de Minas por el escándalo del yacimiento de Aznalcóllar que la Presidenta de la Junta abrió deprisa y corriendo la ultima campaña electoral, se limite a cesarla temporalmente para que ella y sus socios de Ciudadanos salven las apariencias.
Como en el Patio de Monipodio, la corrupción institucionalizada de la Junta se ha ajustado a una perfecta reglamentación para, con concierto y orden, llevar a buen fin el saqueo y en loor de agradecimientos. Así, con las asignaciones presupuestadas para los más necesitados, sus autoridades se permiten gran fama cuando no los rescatan de su postración y reporta, en cambio, un elevado tren de vida a logreros del partido. Robando la Hacienda, destruyeron la autonomía....
.....Como en el Patio de Monipodio, la corrupción institucionalizada de la Junta se ha ajustado a una perfecta reglamentación para, con concierto y orden, llevar a buen fin el saqueo y en loor de agradecimientos. Así, con las asignaciones presupuestadas para los más necesitados, sus autoridades se permiten gran fama cuando no los rescatan de su postración y reporta, en cambio, un elevado tren de vida a logreros del partido. Robando la Hacienda, destruyeron la autonomía.
http://www.elmundo.es/
Nuevo Mester de Picardía
EN LAS carnestolendas de 1985, el escritor Rafael de Cózar
publicó Cuerda andaluza de pícaros, murcios y embaucadores, una antología sobre
la República de Picardía que se fraguó en Sevilla al calor del oro de Indias y
que hizo que incluso el Guadalquivir tuviera mucho de río golfo. Bajo su
enlodado cauce, sepultó parte de esos preciados tesoros hasta que, debido al
aumento del tonelaje de las galeras y a las dificultades de la barra de
Sanlúcar de Barrameda, la Casa de la Contratación hubo de asentarse en Cádiz,
precipitando a Sevilla de su orto como capital del mundo al ocaso.
Al cabo de 35 años, su compilación podría engrosarse por una
caterva de tunantes graduados como maestros de la garduña sevillana, no a costa
de las abundancias de allende los mares, sino de aquende por la vía del
Presupuesto. Por sus tunanterías, descuella un malandrín de buena crianza, un
Don Guido socialista, diestro en el manejo del caballo y un maestro en
refrescar manzanilla de Bajo Guía, cuya «vida ejemplar» merece figurar, sin
desdoro de sus insignes predecesores, en esta cofradía, si bien está a la busca
de autor que narre sus truhanerías de gran buscón.
Por desgracia, Fito Cózar, tras su infausta muerte al
incendiarse su casa y tratar de salvar su biblioteca, no podrá actualizar su
vademécum para acoger al descarado, por lo que tamaña empresa podría recaer en
sus grandes amigos Arturo Pérez-Reverte y Juan Eslava Galán. Quizá así
Pérez-Reverte podrá dejar de estar alatristecaído tras comprobar como los
alcahueleteos de la televisiva Hormigos figuran al lado de sus novelas en las
estanterías de El Corte Inglés y antes de que las pongan encima, como ironizó
en un tuit sobre la Lozana de Los Yébenes. Por su parte, su camarada Eslava
Galán, hermanado en genio, aportaría su brío cervantino.
A diferencia de los genuinos del Siglo de Oro, este tunante no sablea persiguiendo su ascenso social, sino que ejemplifica el abuso de posición dominante y caracteriza como la hipocresía puede llevar a predicar contra el fraude fiscal, como figuraba en su página web el día de su detención, a un contumaz defraudador. Trátase, en fin, del ex consejero socialista de Hacienda Ángel Ojeda, del que esta semana EL MUNDO reveló otra argucia de su municionada armería de trapisondas con la que se ha lucrado a manos llenas. En parangón con las aldeas Potemkin, los decorados con los que el sagaz príncipe hizo creer a Catalina la Grande que todo era prosperidad en la Ucrania de 1787 que recorrió a vista de barco, inaugurando una tradición que tuvo su aquilatada plasmación en la extinta URSS, este sacacuartos expoliaba el Presupuesto con sus oficinas de formación de quita y pon. Burlaba las anunciadas visitas de los inspectores de la Junta acondicionando sus subvencionados centros con materiales que, finiquitada la supervisión, cargaba en un camión para repetir la encamisada en otra dependencia de un entramado que pudo recibir casi 50 millones de euros (que no de vellón).
A diferencia de los genuinos del Siglo de Oro, este tunante no sablea persiguiendo su ascenso social, sino que ejemplifica el abuso de posición dominante y caracteriza como la hipocresía puede llevar a predicar contra el fraude fiscal, como figuraba en su página web el día de su detención, a un contumaz defraudador. Trátase, en fin, del ex consejero socialista de Hacienda Ángel Ojeda, del que esta semana EL MUNDO reveló otra argucia de su municionada armería de trapisondas con la que se ha lucrado a manos llenas. En parangón con las aldeas Potemkin, los decorados con los que el sagaz príncipe hizo creer a Catalina la Grande que todo era prosperidad en la Ucrania de 1787 que recorrió a vista de barco, inaugurando una tradición que tuvo su aquilatada plasmación en la extinta URSS, este sacacuartos expoliaba el Presupuesto con sus oficinas de formación de quita y pon. Burlaba las anunciadas visitas de los inspectores de la Junta acondicionando sus subvencionados centros con materiales que, finiquitada la supervisión, cargaba en un camión para repetir la encamisada en otra dependencia de un entramado que pudo recibir casi 50 millones de euros (que no de vellón).
Las aldeas Potemkin y las oficinas de quita y pon de Ojeda
exigían complicidades parejas. Así, al cazasubvenciones Ojeda se le exoneró de
justificar el dinero captado valiéndose de supuestas asociaciones sin afán de
lucro y la cooperación de su cuñada, Teresa Florido, directora del Servicio
Andaluz de Empleo (SAE) entre junio de 2011 y abril de 2012. Uno de sus chollos
fue el cierre de la factoría puertorrealeña Delphi en 2007 que dejó en la calle
a más de 1.500 trabajadores y donde forjó un gran patrimonio con el montaje de
cursos de puro divertimento -yendo desde la proyección de vídeos de kárate a
visitas al zoo- sin que nadie dijera esta boca es mía, empezando por los
sindicatos que sólo la abrieron para descalificar las denuncias periodísticas y
siguiendo por la Junta que se garantizó el voto de trabajadores que, amoldados
a los subsidios, esperaron en vano que ésta cumpliera su promesa de colocarlos.
Un espejismo tan reiterado que Carlos Cano ya se burlaba de ello con Felipe
González en una murga de homenaje a Emilio el Moro: «Me han dicho que has puesto
en Madrid / un despacho de mucho postín / ¡Colócanos! ¡Colócanos!/ ¡Ay, por tu
madre, colócanos!».
La transcripción de los interrogatorios policiales a los
asalariados de Ojeda, amén de parecer entresacada de la literatura picaresca,
certifica su condición de privilegiado extractor de rentas públicas haciendo
del Presupuesto de la Junta una mina en el cerro de Potosí, esto es, una fuente
inagotable de riquezas, como se decía tras la odisea colombina. A diferencia de
los pícaros de la España de los Austria, para los que, hasta en el robo,
conviene mesura y contención, a Ojeda le creció el ojo y se llenó de codicia
transmutado en una de esas ventosas, a las que aludía Guzmán de Alfarache, que
«donde sienten que hay en qué asir, se hacen fuertes y chupan hasta sacar la
sustancia, sin que haya quien de allí los quite, hasta que ya están llenas»
....Si este latrocinio continuado fue posible hasta que la Prensa destapó el fraude y desenmascaró al golfo de guante blanco, como hizo este diario, y luego la Justicia, no archivando las denuncias a cuenta de inventario, como tantas veces, obedece a la connivencia de la Junta. Más allá de la familiaridad con la que sus empleados aluden, según los atestados policiales, a la «visita de Maripaz, mi técnico de seguimiento del SAE», esos funcionarios tenían claro que cajas no destapar y, si lo hacían, les daban regletazos en los nudillos de las manos. Valga el botón de muestra de esas dos funcionarias de la Junta en Málaga que han denunciado esta semana que su superior les recriminó que quisieran revisar subvenciones, en materia de riesgos laborales, por un montante cercano a 1,5 millones de E.
Hasta ahora, era vox populi que había conseguidores que gozaban de patente de corso y que el funcionariado, para no tener problemas ni entorpecer su promoción, enterraba la cabeza en tierra como el avestruz sin meterse en camisa de once varas. Empero, a raíz de que la juez Alaya imputara a empleados públicos por su laxitud con los fraudes de los ERE y los cursos de formación, y de que otros magistrados obraran igual, como en la adjudicación de la mina de Aznalcóllar, estos no están dispuestos a firmar en barbecho y ser anuentes convidados de piedra para no ser empitonados. Eran contados con los dedos de una mano los funcionarios que rompían esta espiral de silencio rayana en la omertá mafiosa. No es muy alentador que Susana Díaz, al ser encausada su directora general de Minas por el escándalo del yacimiento de Aznalcóllar que la Presidenta de la Junta abrió deprisa y corriendo la ultima campaña electoral, se limite a cesarla temporalmente para que ella y sus socios de Ciudadanos salven las apariencias.
Como en el Patio de Monipodio, la corrupción institucionalizada de la Junta se ha ajustado a una perfecta reglamentación para, con concierto y orden, llevar a buen fin el saqueo y en loor de agradecimientos. Así, con las asignaciones presupuestadas para los más necesitados, sus autoridades se permiten gran fama cuando no los rescatan de su postración y reporta, en cambio, un elevado tren de vida a logreros del partido. Robando la Hacienda, destruyeron la autonomía.
No se sabe bien si Ojeda apuntaba maneras cuando, tras ser
consejero de Borbolla, Mario Conde lo hizo director general de Banesto,
coincidiendo con la Expo 92, o bien si aprendió mañas a su sombra. Llegado
aprendido o aprendiendo allí, este bon vivant, hombre de dos caras, personaliza
como al nuevo Mester de Picardía que se ha hecho de oro apropiándose del
Presupuesto.
Esa recua de trujimanes, que hacen de Juan Guerra un pobre
diablo, alargarían hasta hacerla interminable la Cuerda andaluza de pícaros,
murcios y embaucadores que pergeñó el malogrado Fito Cózar bajo los auspicios
editoriales de una Junta recién bautismada. Quizá alguien entrevió que el
florilegio podía servir de útil manual para recrear el Patio de Monipodio en
una degenerada autonomía en la que un antiguo consejero de Hacienda hace del
Erario su particular botín de filibustero.
francisco.rosell@elmundo.es
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