¿Esto es jaujaaa?
Las decisiones emocionales, propiciadas desde
el poder mediante concesiones y halagos, no son expresiones democráticas sino producto
de la más rancia demagogia. La Grecia actual, cuya
reminiscencia otomana la aleja de lo que fue la Grecia clásica, ha sido sometida a una decisión populista que sirviera de
coartada a quienes, para alcanzar el poder, prometieron “el fin del ahorro y
del austericidio” y dieron por fenecida a la “Troika” y extinguida la pobreza. Hoy,
cualquiera que sea el veredicto de la Comisión europea que ha sido convocada,
lo cierto es que la ineptitud
provocadora y la osadía mentirosa de sus dirigentes han aislado a Grecia del
resto de sus socios.
La democracia, antes que
nada, es respeto a las reglas del juego. Quien pide prestado bajo unas
condiciones no puede unilateralmente imponer otras distintas y, además de no
devolver lo prestado, pedir nuevas cantidades. Hurgar en la rabia, el odio, las privaciones de la
gente y sus agravios, dará réditos electorales pero no será fructífero como
base de un futuro más próspero.
La economía globalizada ha
obligado a todos los Estados con un mínimo de voluntad de permanencia y
bienestar a revisar sus políticas sociales. Y fueron precisamente los
países nórdicos, en cuyo modelo dicen inspirarse los nuevos
populistas, los
primeros que impusieron limitaciones al gasto desaforado estableciendo
porcentajes máximos de déficit presupuestario. Era la única forma de mantener el llamado Estado de Bienestar.
En
Alemania la llamada “Agenda 2010” supuso una serie de reformas puestas en
práctica por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder en 2003 que
supusieron recortes en los subsidios y otras prestaciones sociales y provocaron
el relanzamiento económico del país germánico. En tales reformas se han inspirado
los países rescatados para salvarse del empobrecimiento y de la ruina económica
y financiera.
No cabe duda de que el ajuste al que han
debido someterse las economías del primer mundo, amenazadas por el crecimiento
económico de China y los países asiáticos, ha provocado situaciones que habrá
que abordar con cautela, aunque con firmeza, como son el incremento del riesgo
de pobreza y la creciente desigualdad. Pero sin olvidar que la economía global tiene unos retos de tal envergadura
que cualquier irregularidad en el respeto a las reglas del juego implica una
inseguridad jurídica que ahuyenta de inmediato a los inversores, provocando una
masiva fuga de capitales y el empobrecimiento subsiguiente. La permanencia de la Unión
Europea solo será posible respetando las reglas del juego que inspiran a todo
Estado de Derecho. Dentro de ese respeto caben matizaciones para
hacer posible que nadie quede descolgado de las vías del progreso. Así se
aceptan principios de solidaridad que permiten cumplir más lentamente a los
rezagados. El problema se produce, como en todos los casos de
convivencia, cuando se abusa de la solidaridad hasta soliviantar y transgredir
las propias reglas del juego.
Como todos los principios, la solidaridad tiene
un límite: la paciencia de quienes la financian ante los abusos
de los beneficiarios. En términos europeos es lo
que ya está pasando con Grecia, donde, como bien ha dicho Daniel
Lacalle, “han votado los que cobran; veremos ahora que piensan los
que pagan”. Y en
términos españoles es lo que está empezando a pasar en Andalucía, donde la falta de respeto a las reglas del juego con
concursos que no son tales, como el de Aznalcóllar, y el abuso de la sociología
de la corrupción para mantener la red clientelar, comienzan a ser nauseabundos
para aquellos que, vía impuestos, mantienen el presupuesto.
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