- ¿Por qué tanto silencio? Por Jesús Peinado, recomendado..... A Sagar Quintana, quien hace un cierto tiempo me refirió, escandalizado, la impunidad con que se mueven quienes se saltan las leyes a su antojo e incumplen las sentencias de los tribunales ...Y...... asistimos atónitos y escandalizados (al menos algunos) al silencio de muchos .... y a la pasividad y permisividad de quienes tienen encomendada la labor y la obligación de hacer que leyes y sentencias cumplan en todos y cada uno de sus términos.
- Colaboracionistas en la marea, por Luis Miguel Fuentes, recomendado....Igual que en la playa, lo que se pudre deja una alfombra para nuestro culo...... Supongo que aquí pensamos algo así de la corrupción, apenas el mar de siempre que nos salpica con la melena.............No es el tiempo, no es la latitud, no es una isla de cocos que nos ha tocado. Toda esta arena la han traído hasta nuestra boca y nuestra cintura como la obra de una gran presa egipcia, durante décadas de camionadas y cuadrillas. Y no han sido sólo nuestros gobernantes, que iban haciendo negocio con el pueblo y la autonomía como una franquicia de pollos asados para pobres; que iban tomado lo público como su playa para conseguir más poder con el poder igual que se consigue más dinero con el dinero o más lujuria con la lujuria. Están también los otros, los que se callaron, se malvendieron, se apartaron; los que justificaron, disimularon, dulcificaron o señalaron para otro lado; los lacayos, los esbirros, los comprados, los untados, pero también los tibios, los equidistantes, los apaciguadores; los que lo hacían como profesión o como bando, los ambiciosos, los vagos y los cobardes. Los hay gañanes y sobrados, los hay mendicantes y filosofantes, los hay que van de buena gente con cazo y caricia para el sufriente; los hay sacristanes y guerrilleros. Ya saben dónde están, en periódicos y fundaciones, en Canal Sur y en peñas, en chiringuitos y conferencias, en cátedras y garitas, encogiéndose o llamando enemigos de Andalucía al que señala a sus dioses ladrones y falsos. Todos ayudaron, haciendo o no haciendo.....Suena fuerte eso de colaboracionista, pero quizá no hay otra manera de llamar a los que han consentido, no ya la corrupción a la mayor escala posible, o sea la institucional, sino que Andalucía lo haya pagado con su naufragio.
¿Por qué tanto
silencio? Por Jesús Peinado.
(A Sagar Quintana, quien hace un cierto tiempo me refirió,
escandalizado, la impunidad con que se mueven quienes se saltan las leyes a
su antojo e incumplen las sentencias de los tribunales)
En esta carrera preelectoral, parece que se ha abierto la
veda del disparate. A veces, estos disparates sobrepasan ciertos límites y se
convierten en perversiones que es necesario denunciar y poner medios para su
corrección. Estamos asistiendo casi a diario al lamentable
espectáculo de ver y oír a algunos políticos erigirse en entes con capacidad de
decidir qué es punible y qué no lo es, al margen de lo que establezcan las
leyes. Entiendo que hay gradaciones, que
no todo es lo mismo, pero también entiendo que existen circunstancias que hacen
que hechos, en principio livianos, puedan llegar a ser de extrema gravedad.
He oído decir al líder de
Podemos que jueces y fiscales deben dedicarse a investigar las cuentas en Suiza
y Andorra y dejar las cuentas de Twitter; es decir, este caballero ha decidido que robar es delito
(cosa que todos sabemos y que denunciamos y
reprobamos), pero también ha decidido que
incitar al odio, difamar, injuriar... eso, todo eso, no lo es. O sea
que sólo hay que acatar los preceptos que convienen a sus fines políticos y de
acuerdo con sus postulados ideológicos. Por
cierto, ¿también se deben dejar en paz las cuentas y páginas web de quienes
hacen apología del terrorismo?
Mal empezamos si no
tenemos como punto de encuentro el respeto a las normas que obligan a todos. Pero a todas
las normas, no sólo a aquéllas que favorecen mensajes facilones de propaganda
populista. A algunos se les llena la
boca de derechos humanos (el mismo personaje ha criticado la dispersión de
presos etarras), pero sólo derechos para algunos humanos y sólo algunos
derechos. Me pregunto: según esta doctrina, ¿sólo se debe defender los derechos
de los afines políticos e ideológicos?
Cuando parecía que la
convivencia, la tolerancia y el mutuo respeto se habían establecido en nuestra
sociedad, se están
abriendo paso posturas de todo lo contrario a esos valores. Cuando parecía que cada cual
cedía parte de su parcela para construir un amplio escenario de encuentro,
resulta que aparecen grupos organizados y
representativos que postulan y amenazan con cumplir sólo las leyes que les convengan
o, lo que es lo mismo, incumplir aquéllas que no les gusten. Cuando resulta que si un ciudadano de a pie no cumple una
resolución judicial se le cae el pelo, vemos cómo algunas organizaciones e
instituciones se pasan por el arco del triunfo sentencias de los tribunales
que, como a todos, les obligan.
Y, mientras tanto, asistimos atónitos y escandalizados (al menos algunos) al silencio de muchos
cuya función es no sólo insertar anuncios en sus páginas, y a la pasividad y
permisividad de quienes tienen encomendada la labor y la obligación de hacer
que leyes y sentencias cumplan en todos y cada uno de sus términos.
Jesús Peinado Quintana ha sido diputado
socialista en el Parlamento andaluz.
Colaboracionistas
en la marea
Por Luis Miguel Fuentes.
HUELE A marea, a pie de mariscador, a helado de verdina, a
ancla arrastrada, mientras pienso que un
día hablarán de los colaboracionistas que poblaron esta época como veraneantes
o piratas. Igual que en la playa,
lo que se pudre deja una alfombra para nuestro culo. En el desaguadero y
bebedero comunal, consuela la sensación de que nos enmanteca y nos descalza el
planeta, no nuestra propia vulgaridad o pereza. El verano, hortera y feliz, con
ingles como quillas, conchas en los cubatas y limón en los ojos, con chulos y
fritangas, con besos y hule; esto es lo que parece que quiere el pueblo. Pero
ningún mirón, durmiente, pinchadiscos, surfista o cuñado se siente
colaboracionista, cómplice, culpable de este verano con el cielo y los muslos
trepados por sargazos. Qué tontería sería ésa. Simplemente, es la estación de
coger el sol de sus palmeras y la carne de su racimo. Supongo que aquí pensamos algo
así de la corrupción, apenas el mar de siempre que nos salpica con la melena.
No es el tiempo, no es la
latitud, no es una isla de cocos que nos ha tocado. Toda esta arena la han traído hasta
nuestra boca y nuestra cintura como la obra de una gran presa egipcia, durante
décadas de camionadas y cuadrillas. Y no han sido sólo nuestros gobernantes,
que iban haciendo negocio con el pueblo y la
autonomía como una franquicia de pollos asados para pobres; que
iban tomado lo público como su playa para conseguir más poder con el poder
igual que se consigue más dinero con el dinero o más lujuria con la lujuria. Están también los otros, los que se callaron, se malvendieron, se
apartaron; los que justificaron, disimularon, dulcificaron o señalaron para
otro lado; los lacayos, los esbirros, los comprados, los untados, pero también
los tibios, los equidistantes, los apaciguadores; los que lo hacían como
profesión o como bando, los ambiciosos, los vagos y los cobardes. Los hay
gañanes y sobrados, los hay mendicantes y filosofantes, los hay que van de
buena gente con cazo y caricia para el sufriente; los hay sacristanes y
guerrilleros. Ya saben dónde están, en periódicos y fundaciones, en Canal Sur
y en peñas, en chiringuitos y conferencias, en cátedras y garitas, encogiéndose
o llamando enemigos de Andalucía al que señala a sus dioses ladrones y falsos.
Todos ayudaron, haciendo o no haciendo.
Un día, supongo, los recordarán como colaboracionistas. La
traición no me gusta como acusación, es demasiado sentimental y parece cosa de
reyes cornudos. Suena fuerte eso de colaboracionista, pero quizá no hay otra
manera de llamar a los que han consentido, no ya la corrupción a la mayor
escala posible, o sea la institucional, sino que Andalucía lo haya pagado con
su naufragio. El PSOE de
aquí no es que sea peor que otros partidos, sólo ha tenido mucho tiempo.
Y ayuda.
El mar, ahora, huele a
su podredumbre de aceitunas y peces. No importa.
La gente sigue
chapoteando. No hay tiempo ni culpa entre las
dunas que hacen las sombras y las miradas. Y yo soy un
malaje porque no me gusta la playa.
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