viernes, 15 de mayo de 2015

Secreto ibérico, por Berta Gónzález de Vega... = Para nada un tiempo nuevo, Susana.

Mas de lo mismo;  la Andalucía del "Régimen", con hechos...


HACÍA UN CALOR asfixiante en Sanlúcar la Mayor aquel verano de 1998 en el que empezaron a desfilar imputados por el juzgado de Celia Belhadj Ben Gómez, la magistrada a la que le tocó instruir la causa del vertido de Aznalcóllar......

 Pero descubrí más secretos o me caí de más guindos, o sea, maduré algo. En aquellas declaraciones, se escucharon versiones que, al final, provocaban cierto desasosiego al constatar la falta de control a la que la Junta había sometido a una balsa de lodos tóxicos situada en la cabecera de Doñana, Parque Nacional. Aquello fue un partido en el que todos se pasaban el balón.......

...... . Sí tuvo que contratar a personal la entonces Egmasa, que se jactaba en un folleto interno de lo bien que le vino el vertido para la facturación de la Junta. Por entonces, empezaron a llegar anónimos al periódico con la lista de enchufados del PSOE en esa empresa pública. No pudimos sacar nada. Los datos de la plantilla eran secretos. Otro guindo del que me caí. Susana Díaz sigue sin querer dar esas listas.

....Publicamos durante aquellos meses unos artículos de un colectivo de funcionarios bajo un pseudónimo. Allí contaban cómo en la Junta se pasaba olímpicamente de los criterios de los funcionarios más mayores y experimentados. Ojalá ahora hubiera valientes que relataran con pelos y señales cómo ha sido la adjudicación de Aznalcollar. Por cierto, las dos empresas llevan un informe de impacto ambiental firmado por los mismos. Ese sí que fue un guindo del que nos caímos muchos. Ver a técnicos combativos entonces convertidos ahora en firmas necesarias para avalar lo que sea. Nos salieron canas. Nos volvimos más cínicos. Pero no olvidamos que de aquellos lodos vinieron estos barros. Para nada un tiempo nuevo, Susana.



Secreto ibérico
BERTA GONZÁLEZ DE VEGA

HACÍA UN CALOR asfixiante en Sanlúcar la Mayor aquel verano de 1998 en el que empezaron a desfilar imputados por el juzgado de Celia Belhadj Ben Gómez, la magistrada a la que le tocó instruir la causa del vertido de Aznalcóllar. Había pocos sitios donde ir a comer y los periodistas que hacíamos guardia en la puerta tampoco sabíamos si justo, cuando estuviéramos pidiendo el primer plato, iba a salir uno de aquellos ingenieros con la pieza clave del caso. Los de las teles públicas no se quedaban a almorzar porque había cambio de turno e iba el chófer a recogerles. Aquellos días tomé conciencia de clase: estaban los de lo público y luego los que teníamos que tener la noticia para telediarios nocturnos o páginas de periódicos. Fueron días en los que se forjaron amistades. Con hambre, alguien dijo: «¿Y si vamos a comer a un sitio que ponen el mejor secreto de Sevilla?». Tuve que preguntar a qué se refería. Así fue como la forastera que era descubrió uno de mis platos favoritos, sin estrellas Michelín, sin más historia que unas buenas brasas.

Pero descubrí más secretos o me caí de más guindos, o sea, maduré algo. En aquellas declaraciones, se escucharon versiones que, al final, provocaban cierto desasosiego al constatar la falta de control a la que la Junta había sometido a una balsa de lodos tóxicos situada en la cabecera de Doñana, Parque Nacional. Aquello fue un partido en el que todos se pasaban el balón: Boliden a Geocisa, la empresa que hizo el proyecto de recrecida de la balsa, y Geocisa a Boliden, porque no eran ellos los que tenían que vigilar las herramientas de control. Aquellos días en los que nos tocó aprender de piezómetros.

Aquello acabó archivado en su vertiente penal, para mi pasmo. La vida ha hecho que vaya aceptando la posibilidad de accidentes sin responsables, pero no me parecía que era el caso de una balsa de escasa inspección. No sé si fue posible recuperar las ayudas millonarias que las administraciones habían dado a la multinacional sueca por crear un empleo que se destruyó cuando la balsa se rompió. Sí tuvo que contratar a personal la entonces Egmasa, que se jactaba en un folleto interno de lo bien que le vino el vertido para la facturación de la Junta. Por entonces, empezaron a llegar anónimos al periódico con la lista de enchufados del PSOE en esa empresa pública. No pudimos sacar nada. Los datos de la plantilla eran secretos. Otro guindo del que me caí. Susana Díaz sigue sin querer dar esas listas.

Publicamos durante aquellos meses unos artículos de un colectivo de funcionarios bajo un pseudónimo. Allí contaban cómo en la Junta se pasaba olímpicamente de los criterios de los funcionarios más mayores y experimentados. Ojalá ahora hubiera valientes que relataran con pelos y señales cómo ha sido la adjudicación de Aznalcollar. Por cierto, las dos empresas llevan un informe de impacto ambiental firmado por los mismos. Ese sí que fue un guindo del que nos caímos muchos. Ver a técnicos combativos entonces convertidos ahora en firmas necesarias para avalar lo que sea. Nos salieron canas. Nos volvimos más cínicos. Pero no olvidamos que de aquellos lodos vinieron estos barros. Para nada un tiempo nuevo, Susana.


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