lunes, 18 de mayo de 2015

Recomendado. Una mina de corrupciones, por Francisco Rosell = pactar con el PSOEde Díaz es atarse a un muerto.

  • No es que algo huela a podrido en este campo en ruinas que es la autonomía andaluza, sino que todo parece desprender esa fetidez.
  • El ayer no muere sino que es la porvenir de una autonomía en manos de quien personaliza un pasado que se resiste a irse.


http://www.elmundo.es/andalucia/2015/05/17/55584a1fca47417a678b456e.html


Una mina de corrupciones, por  Francisco Rosell      

   

CON SU GENIO para hermanar la brevedad con el talento, Chéjov determinó que era difícil distinguirse en Moscú por ingerir mucho vodka. Similar complejidad estriba descollar en corrupción en el seno de la clase gobernante andaluza de estos treinta años largos de autonomía. No es para menos tras la montonera de escándalos y desayunarse este miércoles, leyendo EL MUNDO, un nuevo sapo. En vísperas de que el Parlamento rechazara por tercera vez su investidura, Susana Díaz quedaba gravemente comprometida (y retratada) por un auto judicial que avisa de que la reapertura de la mina de Aznalcóllar, en vísperas de las elecciones autonómicas, está plagada de toda clase de irregularidades.

Mostrado este concurso como paradigma de la transparencia, la juez estima que no se observó «el mínimo rigor en su adjudicación a una empresa (Magtel) inédita en el sector. Pero con fuertes vínculos con la Junta, de la que ha recibido 50 millones en ayudas, y que fichó como conseguidor a un ex alto cargo, Andrés Luque, con relevantes desempeños en la Consejería competente entre 2000 y 2011. Ello abona la hipótesis de tráfico de influencias para un fruto tan desacorde a Derecho.

Para más inri, antes de revelarse el desenlace, la firma agraciada contactó con su competidora canadiense Emerita Resources para darle por sentado que ellos serían los escogidos. En base a ello, para lo cual les anunció la llamada, como así hizo al rato, del secretario general de Industria y Energía, Vicente Fernández, planteó un conchabeo entre ambas.

Dado que Magtel ni siquiera debió superar la primera fase, a criterio de la juez, todo sugiere un pelotazo por el que Emerita, filial de una multinacional con varios yacimientos, reabriría la mina, pero abonando un sobrecoste a Magtel por la licencia donada, entre otros, por una directora general, María José Asensio, imputada por tejemanejes en la mina onubense de Aguas Teñidas (MATSA), apoderada por la hija de Chaves. Sorpresivamente, la demanda fue retirada a última hora.

Ineluctablemente, la riada de corrupciones prosigue su invariable curso y desemboca, al aguardo de cualquier otra trapacería por venir, en Aznalcóllar, donde la Junta no se atuvo al «más mínimo rigor», según la juez, quien subraya el agravante de registrarse en el lugar de autos del mayor desastre medioambiental de España. Pese a lo cual, deprisa y corriendo, para llegar a tiempo a las elecciones y pasearse en loor de multitudes por el pueblo, Díaz otorgó el 16 de marzo su explotación por 30 años al grupo denunciado por prevaricación, cohecho y fraude.

Si Díaz ya estaba en serios aprietos para alejarse de un pretérito imperfecto del que es parte ineludible, ahora se le suma el apaño de Aznalcóllar a este consorcio participado por una firma mexicana causante del vertido tóxico del río Sonora. Esta catástrofe se parangona con la rotura de la balsa que enlodó el río Guadiamar en l998 amenazando Doñana y obligando a desembolsos millonarios para limpiar los millones de hectómetros cúbicos de residuos. No fue óbice para que la multinacional sueca Boliden se fuera de rositas, pese a los alardes de la Junta con aquello tan lucido de que «quien contamina paga».

Al trasluz del papel timbrado judicial, la pregonada transparencia se trasluce en engaño con el que encalar la fachada de un régimen podrido por la aluminosis de treinta años de inmovilidad política y falta de alternancia. Por mor de ello, hay que exclamar, no sin aflicción, como en el juanramoniano poema, «la trasparencia, Dios, la trasparencia».

Esta tramparencia, más bien, allana el camino al abuso y la arbitrariedad. Se favorece la opacidad, en vez de dejar que la luz del sol, junto al poder desinfectante de sus rayos, alumbre la tarea de gobierno. Nada que ver con el sabio consejo de James Madison, cuarto presidente de EEUU, de que «un pueblo que quiera ser su soberano debe procurarse el poder del conocimiento». Parafraseando la advertencia a Hamlet y a Horacio, no es que algo huela a podrido en este campo en ruinas que es la autonomía andaluza sino que todo parece desprender esa fetidez.

Tal estado de cosa evoca la desmoralizada Roma en la que un crepuscular Cicerón, pero brillante en su relumbrante estertor, publicó su última y mejor obra, De officiis, sobre el deber del hombre moral ante sí y el Estado de anteponer el interés común al personal. Para Cicerón, restituir el crédito de la república impone evitar el despilfarro y la disipación. A la par, el pueblo no ha de dejarse sobornar por un partido al preferir el buen gobierno y su libertad, en vez de desentenderse de todo y sólo desear «pan y circo».

Esta mina de corrupciones no empieza y se finiquita con Chaves, como tampoco con los ERE, sino que no parece tener acabose, al ser un instrumento de dominio electoral del PSOE, lo que ayuda a explicar su hegemonía. Creer que la corrupción fenece con los ERE es engañarse por conveniencia como lo hace el líder de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera, al declararse seguro de que Díaz «querría pasar página, pero no puede». Encantado con su papel de galán de la gobernación, no reparó en el aguijonazo de ésta. Sin esperar a que la rana le ayude a vadear el río de su investidura, el escorpión le reprochó que hable del «PSOE de los ERE» cuando su sosia, Juan Marín, ha gobernado ocho años tan a gusto Sanlúcar de Barrameda con ese denostado PSOE. Como Díaz no sabe otro modo de actuar en política, suena a burla su implacabilidad contra la corrupción. Pura retórica insubstancial que, en palabras de Galdós, «viene siendo la función abusiva de los cerebros políticos, y ha concluido por esterilizarlos».

En esas condiciones, pactar con el PSOEde Díaz es atarse a un muerto. Por eso, el dilema no es generacional, sino regeneracional, por más que Rivera incurra en el adanismo zapaterista. Los bebesaurios del «régimen andaluz», como los del PRI, no se enviciaron en el gobierno, como sus mayores, so pretexto del agujero contable del referéndum de la OTAN, al pasar del «de entrada, no» en la oposición al «de salida, tampoco» ya en La Moncloa, sino que han echado los dientes en un sistema de corrupción institucional que defienden con la saña, pero mayor brío, que sus mayores. En México, se opina que los antiguos priistas, hipócritas de alta escuela, eran maestros guardando las apariencias, pero sus nietos admiran a Calígula y se esmeran por imitarlo.

Al mando de un partido de aluvión, cargado ineludiblemente de oportunistas como los que secundaron a González en vísperas de su barrida de 1982, penosamente meterá en vereda a un incorregible PSOE andaluz. Rivera exhibe una ligereza pareja a la dama de Riga del relato de Kipling. Salió a pasear a lomos de un tigre, retornando el felino sin jinete y con una sonrisa de oreja a oreja. Si el fenómeno Podemos se ha desinflado al darse de bruces sus prédicas con la conducta de dirigentes procedentes de una «casta» no menos deleznable (la universitaria) e igualmente viciada con chanchullos varios, Cs puede morir de mala digestión de sus expectativas electorales. La política puede ser tan azarosa y volátil como la vida.

Como los regímenes son, en esencia, irreformables, el inicio de unos «nuevos tiempos» requiere enterrar los viejos. Pero Díaz no puede romper con ese pasado del que no ha sido una mera figurante, aunque no ocupara cabeza de cartel hasta que la juez Alaya puso en fuga a Griñán. Es incapaz de sepultarlo sin sepultarse, como prueba el gatuperio de la mina de Aznalcóllar que entronca con el de Matsa que, apoderada por Paula Chaves, como acreditó EL MUNDO, percibió una subvención de 10,1 millones en un Consejo de Gobierno presidido por su padre, tras alterar la norma a capricho.

Con esa común ligazón, incluso en lo simbólico, el ayer no muere, sino que el porvenir de una Andalucía manejada por quien personaliza el pasado que se resiste a irse. Glosando a Ortega en otra histórica encrucijada, cabe concluir: ¡Andaluces, vuestra autonomía no existe! Reconstruidla. Delenda est autonomía.

francisco.rosell@elmundo.es



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