- No es que algo huela a podrido en este campo en ruinas que es la autonomía andaluza, sino que todo parece desprender esa fetidez.
- El ayer no muere sino que es la porvenir de una autonomía en manos de quien personaliza un pasado que se resiste a irse.
http://www.elmundo.es/andalucia/2015/05/17/55584a1fca47417a678b456e.html
Una mina de
corrupciones, por Francisco Rosell
CON SU GENIO para hermanar la brevedad con el talento,
Chéjov determinó que era difícil distinguirse en Moscú por ingerir mucho vodka.
Similar complejidad estriba descollar en corrupción en el seno de la clase
gobernante andaluza de estos treinta años largos de autonomía. No es para menos
tras la montonera de escándalos y desayunarse este miércoles, leyendo EL MUNDO,
un nuevo sapo. En vísperas de que el Parlamento rechazara por tercera vez su
investidura, Susana Díaz quedaba gravemente comprometida (y retratada) por un
auto judicial que avisa de que la reapertura de la mina de Aznalcóllar, en
vísperas de las elecciones autonómicas, está plagada de toda clase de
irregularidades.
Mostrado este concurso como
paradigma de la transparencia, la juez estima que no se
observó «el mínimo rigor en su adjudicación a una empresa (Magtel) inédita en
el sector. Pero con fuertes vínculos con la Junta, de la que ha recibido 50
millones en ayudas, y que fichó como conseguidor a un ex alto cargo, Andrés
Luque, con relevantes desempeños en la Consejería competente entre 2000 y 2011. Ello abona la
hipótesis de tráfico de influencias para un fruto tan desacorde a Derecho.
Para más inri, antes de revelarse el desenlace, la firma
agraciada contactó con su competidora canadiense Emerita Resources para darle
por sentado que ellos serían los escogidos. En base a ello, para lo cual les
anunció la llamada, como así hizo al rato, del secretario general de Industria
y Energía, Vicente Fernández, planteó un
conchabeo entre ambas.
Dado que Magtel ni siquiera debió superar la primera fase, a
criterio de la juez, todo sugiere un pelotazo por el que
Emerita, filial de una multinacional con varios yacimientos, reabriría la mina,
pero abonando un sobrecoste a Magtel por la licencia donada, entre otros, por una directora
general, María José Asensio, imputada por
tejemanejes en la mina onubense de Aguas Teñidas (MATSA), apoderada por la hija
de Chaves. Sorpresivamente, la demanda fue retirada a última hora.
Ineluctablemente, la riada de corrupciones prosigue su invariable
curso y desemboca, al
aguardo de cualquier otra trapacería por venir, en Aznalcóllar, donde la Junta
no se atuvo al «más mínimo rigor», según la juez, quien subraya el agravante de
registrarse en el lugar de autos del mayor desastre medioambiental de España.
Pese a lo cual, deprisa y corriendo, para llegar a tiempo a las elecciones y
pasearse en loor de multitudes por el pueblo, Díaz otorgó el 16 de
marzo su explotación por 30 años al grupo denunciado por prevaricación, cohecho
y fraude.
Si Díaz ya estaba en serios aprietos para alejarse de un
pretérito imperfecto del que es parte ineludible, ahora se le suma el apaño de
Aznalcóllar a este consorcio participado por una firma mexicana causante del
vertido tóxico del río Sonora. Esta catástrofe se parangona con la rotura de la
balsa que enlodó el río Guadiamar en l998 amenazando Doñana y obligando a desembolsos millonarios para limpiar
los millones de hectómetros cúbicos de residuos. No fue óbice para que la multinacional sueca Boliden se
fuera de rositas, pese a los alardes de la Junta con aquello tan lucido de que
«quien contamina paga».
Al trasluz del papel timbrado judicial, la
pregonada transparencia se trasluce en engaño con el que encalar la fachada de
un régimen podrido por la aluminosis de treinta años de inmovilidad política y
falta de alternancia. Por mor de ello,
hay que exclamar, no sin aflicción, como en el juanramoniano poema, «la
trasparencia, Dios, la trasparencia».
Esta tramparencia, más bien, allana el camino al abuso y la
arbitrariedad. Se favorece la opacidad, en vez de dejar que la luz del sol, junto al poder
desinfectante de sus rayos, alumbre la tarea de gobierno. Nada que ver con el
sabio consejo de James Madison, cuarto presidente de EEUU, de que «un pueblo que quiera ser su
soberano debe procurarse el poder del conocimiento». Parafraseando la advertencia a Hamlet y a Horacio,
no es que algo
huela a podrido en este campo en ruinas que es la autonomía andaluza sino que
todo parece desprender esa fetidez.
Tal estado de cosa evoca la desmoralizada Roma en la que un
crepuscular Cicerón, pero brillante en su relumbrante estertor, publicó su
última y mejor obra, De officiis, sobre el deber del hombre moral ante sí y el
Estado de anteponer el interés común al personal.
Para Cicerón, restituir
el crédito de la república impone evitar el despilfarro y la disipación. A la par, el pueblo no ha de dejarse sobornar por un partido
al preferir el buen gobierno y su libertad, en vez de desentenderse de todo y
sólo desear «pan y circo».
Esta mina de corrupciones no empieza y se finiquita con Chaves, como tampoco con los
ERE, sino que no parece tener acabose,
al ser un
instrumento de dominio electoral del PSOE, lo que ayuda a explicar su
hegemonía. Creer
que la corrupción fenece con los ERE es engañarse por conveniencia como lo hace el líder de Ciudadanos (Cs), Albert
Rivera, al
declararse seguro de que Díaz «querría pasar página, pero no puede». Encantado
con su papel de galán de la gobernación, no reparó en el aguijonazo de ésta.
Sin esperar a que la rana le ayude a vadear el río de su investidura,
el escorpión le reprochó que hable del «PSOE de los
ERE» cuando su sosia, Juan Marín, ha gobernado ocho años tan a gusto Sanlúcar
de Barrameda con ese denostado PSOE. Como
Díaz no sabe otro modo de actuar
en política, suena a burla su implacabilidad contra la corrupción. Pura retórica insubstancial que, en palabras de Galdós, «viene siendo la
función abusiva de los cerebros políticos, y ha concluido por esterilizarlos».
En esas condiciones, pactar con el PSOEde
Díaz es atarse a un muerto. Por eso, el dilema
no es
generacional, sino regeneracional, por
más que Rivera incurra en el adanismo zapaterista. Los bebesaurios del
«régimen andaluz», como los del PRI, no
se enviciaron en el gobierno, como sus mayores, so pretexto del agujero
contable del referéndum de la OTAN, al
pasar del «de entrada, no» en la oposición al «de salida, tampoco» ya en La
Moncloa, sino que han echado los dientes en un sistema de corrupción
institucional que defienden con la saña, pero mayor brío, que sus mayores.
En México, se opina que los antiguos priistas,
hipócritas de alta escuela, eran maestros guardando las apariencias, pero sus
nietos admiran a Calígula y se esmeran por imitarlo.
Al mando de un partido de
aluvión, cargado ineludiblemente de oportunistas como los que secundaron a González en vísperas de su barrida
de 1982, penosamente
meterá en vereda a un incorregible PSOE andaluz. Rivera exhibe una ligereza pareja a la dama de Riga del
relato de Kipling. Salió a pasear a lomos de un tigre, retornando el felino sin
jinete y con una sonrisa de oreja a oreja. Si el fenómeno Podemos se ha desinflado al darse de bruces
sus prédicas con la conducta de dirigentes procedentes de una «casta» no
menos deleznable (la universitaria) e igualmente viciada con chanchullos varios, Cs puede morir de mala digestión
de sus expectativas electorales. La política
puede ser tan azarosa y volátil como la vida.
Como los regímenes son, en esencia, irreformables, el inicio de unos «nuevos
tiempos» requiere enterrar los viejos. Pero Díaz
no puede romper con ese pasado del que no ha sido una mera figurante, aunque no ocupara cabeza de cartel hasta que la juez Alaya
puso en fuga a Griñán. Es incapaz de sepultarlo sin sepultarse, como prueba el gatuperio de la mina de Aznalcóllar que entronca
con el de Matsa que, apoderada por Paula
Chaves, como acreditó EL MUNDO, percibió una subvención de 10,1 millones en un Consejo de
Gobierno presidido por su padre, tras alterar la norma a capricho.
Con esa común ligazón, incluso en lo simbólico, el ayer no muere, sino que el porvenir de una
Andalucía manejada por quien personaliza el pasado que se resiste a irse. Glosando a Ortega en otra histórica
encrucijada, cabe concluir: ¡Andaluces, vuestra autonomía no existe!
Reconstruidla. Delenda est autonomía.
francisco.rosell@elmundo.es
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