Todo sea por Andalucía. Porque, como ya es de todos sabido y por muchos asumido, Andalucía es Susana y Susana es Andalucía. Vosotros sabréis a lo que ateneros si la hacéis sufrir más de la cuenta. A la pobre.
Lo que no acabo de entender yo es, que si tienen tan claro que repitiendo elecciones Susana las gana de calle, a qué demonios están esperando para disolver el parlamento andaluz mañana mismo.
Pero ahí siguen, dispuestos a no bajarse del burro, convencidos de que toda la razón es suya, que los otros acabarán cediendo y no contemplando, ni por asomos, la posibilidad de ser ellos los equivocados.
Y si alguna vez lo piensan, para eso cuentan con la acreditada soberbia cincelada a conciencia durante tantos años: morirán matando. Y lo harán pensando que les ha merecido la pena. Porque Andalucía es Susana. Y Susana, como todo el mundo sabe y el que aún no lo sepa peor para él, es Andalucía. Faltaría más.
¿Paranoía juntera?
Comentario de la EXPA:
Juan tortosa lo ha clavao. Le ha faltao decir que se cree "La Faraona", como Lola Flores ("Si me queréis, irse").
No me llames Susana, llámame Andalucía
Primero fue el cabreo con Izquierda Unida, sus ingenuos
socios en el gobierno anterior, aquellos “tontos útiles” a quienes no dudó en
propinar una sonora patada en el culo apenas consiguió que le firmaran los
presupuestos para 2015. ¿La excusa? Que
querían, los muy demócratas, someter a la opinión de sus bases la continuidad
del pacto de gobierno con el PSOE.
– No quiero que decidan cuatro
mil, en ese caso que sean todos los votantes de la comunidad quienes decidan el
futuro de Andalucía, es decir, mi
futuro, era lo que estaba pensando en ese momento una Susana Díaz cuyo ego, a
medida que pasaban las semanas y los meses, ha ido creciendo a mucha más
velocidad que ahora su embarazo.
Así que adelantó las
elecciones un año. Apareció
entonces la ampulosidad de la campaña electoral. En la mejor tradición faraónica, en línea
con el manual que tantos años usara Jordi Pujol en Catalunya, la imagen de Susana y
el nombre de Andalucía empezaron a fundirse y a convertirse en una sola cosa en
la propaganda de campaña. En buena parte
de los carteles no aparecía siquiera el
logo del PSOE. Solo una imagen: ella; y un nombre: Andalucía. La manipuladora lluvia fina empezaba a estar servida.
Con la noche electoral llegaría
la euforia, las risas a mandíbula batiente y aquella memorable bajada de rampa
que ahí queda para la historia.
Hasta que se pusieron a hacer
cuentas en serio y se les comenzó a helar la sonrisa: de pronto cayeron en la cuenta que se habían pasado de
chulos y que seducir a alguien para que votara que sí en la investidura o
conseguir dieciséis abstenciones en segunda, tercera o cuarta convocatoria
podía acabar resultando una tarea mucho más complicada de lo que en un
principio habían imaginado.
Es lo que tiene llevar tanto tiempo en el pedestal.
Acostumbrados a ser los dueños del cotarro durante treinta y cinco años, no han
sabido asumir ahora su fragilidad ni mucho menos actuar en consecuencia. Es
decir, ser humildes por una vez en su vida. No tienen cultura de
pacto, sino del ordeno y mando, no han levantado ni una puñetera alfombra nunca
y harán todo lo posible por evitarlo todo el tiempo que puedan.
Los primeros nervios
afloraron el día de la composición de la mesa del parlamento, cuando faltó poco para que el PP y el PSOE
acabaran tirándose de los pelos al no conseguir ponerse de acuerdo en cuanto al
número de componentes. En su línea de desprecio habitual, el PSOE acabó haciendo lo que le dio la gana, y hasta se permitió nombrar como
presidente de la cámara autonómica a quien había sido condenado a un multazo
por irregularidades en la gestión de Cajasur durante sus tiempos de consejero
de aquella mítica entidad de ahorro cordobesa.
– Estos pringaos me
apoyarán por la cuenta que les trae, debió pensar Andalucía, perdón, Susana,
cuando empezaron las negociaciones por
los nueve votos que le faltaban para tener mayoría absoluta. Pero los días
pasaban, las conversaciones se sucedían y los acuerdos no llegaban.
Aún así Andalucía, perdón, Susana no se arredró. Faltaría más. Siguiendo el comportamiento
de manual, llegó
entonces el momento de las intimidaciones, las presiones y hasta los insultos:
– Son unos
irresponsables si por lo menos no se abstienen.
– Seiscientos mil andaluces (en referencia a los votantes de
Podemos) no pueden determinar el destino de nueve millones (porque claro, el
PSOE, que consiguió un millón cuatrocientos mil votos, muchos menos que en la
convocatoria anterior, sí que podía arrogarse la representación de Andalucía
entera, pero los novatos estos de Podemos… ¿qué se habrán creído estos
“perroflatuas”? ¿Y estos advenedizos de Ciudadanos? ¡Ni agua!)
La soberbia en la que han estado
metidos tantos años les impedía aceptar que las cosas habían cambiado. Que ya no eran
como siempre habían sido.
Y en éstas llegó el primer pleno
de investidura. Los
bipartidistas se movían como Pedro por su casa, ejercían de veteranos de
colegio mayor, mientras que los recién llegados eran los novatos a los que
había que gastarles las putadas de rigor. Dicho y hecho. La tal Teresa se iba a
enterar de lo que valía un peine apenas subiera al estrado.
– Cállate, bonita
– No tienes ni puta idea
Y cuando a la “novata” se le
ocurrió pedir el amparo al presidente de la Cámara, el condenado por irregularidades en Cajasur va y hace como
que regaña a la traviesa y díscola bancada, pero añade a continuación,
dirigiéndose a la
oradora:
– No interpele usted.
Todo sea por Andalucía. Porque, como ya es de todos sabido y por
muchos asumido, Andalucía es Susana y Susana es Andalucía. Vosotros sabréis a
lo que ateneros si la hacéis sufrir más de la cuenta. A la pobre.
– Allá vosotros con vuestra rabia, han llegado a escribir
algunos palmeros del régimen andaluz y turiferarios varios.
– Basta, a la doña se le ha acabado la paciencia. Ya está
bien, escriben otros.
Y más:
– Qué pena las “actitudes de quienes viven de la demagogia” y
no alcanzan a comprender lo difícil que es construir y lo fácil que es
destruir.
– A ver cómo explica “el bloque del NO” (nueva denominación
puesta en circulación por Susana y los suyos para meter en el mismo saco a
todos los partidos de la oposición) por qué no permitieron echar a andar la
legislatura practicando simplemente una abstención que, ni política ni
programáticamente, los obligaba a nada.
– Nos están haciendo trampas, se quejan los socialistas,
campeones mundiales del trile, la conspiración y el subterfugio. Y a
continuación lo reproducen a coro la abultada nómina de periodistas orgánicos
públicos y privados.
– Todo lo hacen (“el bloque del NO”) por cálculos
electorales. No piensan en Andalucía, proclaman. Porque, como todo el mundo
sabe, Andalucía es el nuevo nombre de Susana Díaz. Y además rima.
Así van despachándose día tras
día los medios andaluces, incluidos los presuntamente críticos, utilizando un lenguaje
de “copia y pega” con lugares comunes y frases todas en una línea tan similar,
que diríanse extraídas directamente de los argumentarios urdidos en los
despachos de San Telmo.
– ¡Qué irresponsabilidad! Allá ellos -rematan. Si Susana
tiene que repetir elecciones, la culpa la tendrán quienes no le facilitan las
cosas. Y todos sabemos -añaden- quiénes van a salir perdiendo.
Lo que no acabo de
entender yo es, que si tienen tan claro que repitiendo elecciones Susana las
gana de calle, a qué demonios están esperando para disolver el parlamento
andaluz mañana mismo.
Pero ahí siguen,
dispuestos a no bajarse del burro, convencidos de que toda la razón es suya,
que los otros acabarán cediendo y no contemplando, ni por asomos, la
posibilidad de ser ellos los equivocados.
Y si alguna vez lo piensan, para eso cuentan con la
acreditada soberbia cincelada a conciencia durante tantos años: morirán
matando. Y lo harán pensando que les ha merecido la pena. Porque Andalucía es
Susana. Y Susana, como todo el mundo sabe y el que aún no lo sepa peor para él,
es Andalucía. Faltaría más.
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