Díaz pretende armar un imposible puzle ideológico para
gobernar = cuestión de simple
sentido común: tratar de complacer a todos es la mejor forma de no satisfacer a
nadie; jugar con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, para resistir en la
Junta aun a costa de los intereses de los andaluces, inadmisible.
.... donde la
candidata socialista incurrió en contradicciones más evidentes y más difíciles
de salvar fue en sus propuestas económicas. Sin dar ninguna explicación de cómo se las va a arreglar para
financiar esas medidas, Díaz ofreció con una mano a Ciudadanos una rebaja del
tramo autonómico del IRPF y de la base imponible de Sucesiones mientras, con la
otra, obsequiaba a Podemos con un incremento del gasto público que incluye un
aumento de unos 1.000 funcionarios en Sanidad y Educación, la compra de
inmuebles para destinarlos a alquiler social, por si el parque de viviendas de
la Junta fuese pequeño, y un remedo de renta básica universal.
La política pierde su
fundamento de servicio público cuando se fija como principal objetivo el poder,
o su conservación, a cualquier precio. Díaz no tiene reparos en jugar
con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, como
ya hiciera con las de IU, para resistir en la Junta aun a costa de los intereses de
los andaluces.
EDITORIAL
Díaz pretende
armar un imposible puzle ideológico para gobernar
Susana Díaz enhebró ayer un discurso de investidura
buenista, deslavazado y sin coherencia programática que fue muy revelador de la
encrucijada en la que se encuentra la dirigente andaluza, obligada
a contentar a dos partidos de vocación tan diferente como Ciudadanos y Podemos
para obtener al menos su abstención, pero evitando al mismo tiempo la asunción
de renuncias que para ella representen un coste demasiado alto. A los primeros, les prometió que bajaría los
impuestos directos; a los segundos, que aumentaría el gasto público. La ambición de la
candidata socialista a la Presidencia de la Junta la empuja además a intentar
conseguirlo cuanto antes, para evitar que la
incertidumbre que provoca la inestabilidad política lastre la campaña del PSOE
andaluz a las municipales y para eludir asimismo el desgaste que ella
interpreta que supondría acabar dependiendo del PP para no repetir las
elecciones. No es extraño que todas las fuerzas
de la oposición coincidiesen en valorar negativamente su alegato: tratar de complacer a todos es
la mejor forma de no satisfacer a nadie.
La alocución de Díaz estuvo centrada fundamentalmente en la
corrupción, lo que ya constituye de por
sí un logro que hay que atribuir al hartazgo de la ciudadanía, materializado en
el creciente apoyo electoral a las formaciones emergentes.
Lo que hizo fue aceptar parte de las propuestas de
Ciudadanos y Podemos, descafeinando algunas e intentado directamente dar gato
por liebre en otras. El resultado fue una
combinación de medidas muy positivas, como la que obligaría a los partidos a
hacer pública su configuración orgánica y la remuneración de sus dirigentes;
otras que son demagógicos brindis al sol, como la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción,
que con toda seguridad sería inconstitucional, y, finalmente, algunas claramente insuficientes, como la reducción de un escaso 10% del número de altos
cargos y contratados eventuales en una administración, como la andaluza, con
una estructura elefantiásica. Capítulo aparte merece que no se haya comprometido a impulsar,
como le pedía Ciudadanos, la responsabilidad civil subsidiaria de los partidos
políticos en los delitos cometidos por sus dirigentes, con los ERE y el fraude
de la formación como elocuente telón de fondo,
o la contradicción de prometer que los imputados por
corrupción serán inmediatamente apartados. Y eso lo dice quien mantuvo a José Antonio Griñán (al que debe gran parte de su proyección política), quien defendió a Manuel Chaves y
quien blindó el aforamiento de varios altos cargos colocándolos en la
Diputación Permanente días antes de disolver el Parlamento. Ése es el problema de Díaz: que contra la corrupción no basta
con las palabras para resultar creíble. Y su pasado no la avala. En este sentido, hay que
advertir a la formación de Albert Rivera de que la presidenta ha soslayado ya aspectos
muy importantes del acuerdo anticorrupción que sellaron el fin de semana.
Con todo, donde la
candidata socialista incurrió en contradicciones más evidentes y más difíciles
de salvar fue en sus propuestas económicas. Sin dar ninguna explicación de cómo se las va a arreglar para
financiar esas medidas, Díaz ofreció con una mano a Ciudadanos una rebaja del
tramo autonómico del IRPF y de la base imponible de Sucesiones mientras, con la
otra, obsequiaba a Podemos con un incremento del gasto público que incluye un
aumento de unos 1.000 funcionarios en Sanidad y Educación, la compra de
inmuebles para destinarlos a alquiler social, por si el parque de viviendas de
la Junta fuese pequeño, y un remedo de renta básica universal.
La política pierde su fundamento de servicio público cuando
se fija como principal objetivo el poder, o su conservación, a cualquier precio. Díaz no tiene
reparos en jugar con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, como ya hiciera con las de IU, para resistir en la
Junta aun a costa de los intereses de los andaluces.
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