martes, 5 de mayo de 2015

Díaz pretende armar un imposible puzle ideológico para gobernar = ya nos conocemos, el objetivo ¿Mantener el "Régimen a toda costa?

Díaz pretende armar un imposible puzle ideológico para gobernar = cuestión de simple sentido común: tratar de complacer a todos es la mejor forma de no satisfacer a nadie; jugar con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, para resistir en la Junta aun a costa de los intereses de los andaluces, inadmisible.



.... donde la candidata socialista incurrió en contradicciones más evidentes y más difíciles de salvar fue en sus propuestas económicas. Sin dar ninguna explicación de cómo se las va a arreglar para financiar esas medidas, Díaz ofreció con una mano a Ciudadanos una rebaja del tramo autonómico del IRPF y de la base imponible de Sucesiones mientras, con la otra, obsequiaba a Podemos con un incremento del gasto público que incluye un aumento de unos 1.000 funcionarios en Sanidad y Educación, la compra de inmuebles para destinarlos a alquiler social, por si el parque de viviendas de la Junta fuese pequeño, y un remedo de renta básica universal.


La política pierde su fundamento de servicio público cuando se fija como principal objetivo el poder, o su conservación, a cualquier precio. Díaz no tiene reparos en jugar con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, como ya hiciera con las de IU, para resistir en la Junta aun a costa de los intereses de los andaluces.







EDITORIAL

Díaz pretende armar un imposible puzle ideológico para gobernar

Susana Díaz enhebró ayer un discurso de investidura buenista, deslavazado y sin coherencia programática que fue muy revelador de la encrucijada en la que se encuentra la dirigente andaluza, obligada a contentar a dos partidos de vocación tan diferente como Ciudadanos y Podemos para obtener al menos su abstención, pero evitando al mismo tiempo la asunción de renuncias que para ella representen un coste demasiado alto. A los primeros, les prometió que bajaría los impuestos directos; a los segundos, que aumentaría el gasto público. La ambición de la candidata socialista a la Presidencia de la Junta la empuja además a intentar conseguirlo cuanto antes, para evitar que la incertidumbre que provoca la inestabilidad política lastre la campaña del PSOE andaluz a las municipales y para eludir asimismo el desgaste que ella interpreta que supondría acabar dependiendo del PP para no repetir las elecciones. No es extraño que todas las fuerzas de la oposición coincidiesen en valorar negativamente su alegato: tratar de complacer a todos es la mejor forma de no satisfacer a nadie.

La alocución de Díaz estuvo centrada fundamentalmente en la corrupción, lo que ya constituye de por sí un logro que hay que atribuir al hartazgo de la ciudadanía, materializado en el creciente apoyo electoral a las formaciones emergentes. Lo que hizo fue aceptar parte de las propuestas de Ciudadanos y Podemos, descafeinando algunas e intentado directamente dar gato por liebre en otras. El resultado fue una combinación de medidas muy positivas, como la que obligaría a los partidos a hacer pública su configuración orgánica y la remuneración de sus dirigentes; otras que son demagógicos brindis al sol, como la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, que con toda seguridad sería inconstitucional, y, finalmente, algunas claramente insuficientes, como la reducción de un escaso 10% del número de altos cargos y contratados eventuales en una administración, como la andaluza, con una estructura elefantiásica. Capítulo aparte merece que no se haya comprometido a impulsar, como le pedía Ciudadanos, la responsabilidad civil subsidiaria de los partidos políticos en los delitos cometidos por sus dirigentes, con los ERE y el fraude de la formación como elocuente telón de fondo, o la contradicción de prometer que los imputados por corrupción serán inmediatamente apartados. Y eso lo dice quien mantuvo a José Antonio Griñán (al que debe gran parte de su proyección política), quien defendió a Manuel Chaves y quien blindó el aforamiento de varios altos cargos colocándolos en la Diputación Permanente días antes de disolver el Parlamento. Ése es el problema de Díaz: que contra la corrupción no basta con las palabras para resultar creíble. Y su pasado no la avala. En este sentido, hay que advertir a la formación de Albert Rivera de que la presidenta ha soslayado ya aspectos muy importantes del acuerdo anticorrupción que sellaron el fin de semana.

Con todo, donde la candidata socialista incurrió en contradicciones más evidentes y más difíciles de salvar fue en sus propuestas económicas. Sin dar ninguna explicación de cómo se las va a arreglar para financiar esas medidas, Díaz ofreció con una mano a Ciudadanos una rebaja del tramo autonómico del IRPF y de la base imponible de Sucesiones mientras, con la otra, obsequiaba a Podemos con un incremento del gasto público que incluye un aumento de unos 1.000 funcionarios en Sanidad y Educación, la compra de inmuebles para destinarlos a alquiler social, por si el parque de viviendas de la Junta fuese pequeño, y un remedo de renta básica universal.

La política pierde su fundamento de servicio público cuando se fija como principal objetivo el poder, o su conservación, a cualquier precio. Díaz no tiene reparos en jugar con las aspiraciones de Podemos y Ciudadanos, como ya hiciera con las de IU, para resistir en la Junta aun a costa de los intereses de los andaluces.


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