ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO
Se acabó el carbón
El tres es un número mágico en
el toreo. "Uno, dos y tres, tres banderilleros en el redondel", recitaba Gabriela Ortega en el
cadencioso poema de Benítez Carrasco. Tres banderilleros llevan en su cuadrilla
los diestros actuantes. Que son tres. A cada toro le ponen tres pares de
banderillas. Y tres son los tercios de la
lidia. Y tres los avisos que puede oír el
torero cuando está quedando como Cagancho en Almagro
y no acaba de dar muerte el toro. Esos avisos se los ordena dar al clarinero un
presidente que está en un palco, formando también tríada con el asesor
artístico y con el veterinario. Y esos tres avisos, tres, son los que le han
dado a Susana Díaz en su pretendida investidura en el ruedo del Parlamento
Andaluz. Si en Andalucía en vez de Estatuto de
Autonomía hubiera Reglamento Taurino, que sería más propio, ya le habrían echado a Susana Díaz el toro de su investidura
al corral. La
investidura se le ha puesto durísima. ¡Y dos huevos duros en este camarote meridional de los
Hermanos Marx!
Así no hay manera. Pero
más que al Reglamento Taurino y al toro al corral, las reiteradas negaciones a
Susana Díaz me recuerdan al carbonero de Triana que
de chiripa no entró Juan Ramón Jiménez entre sus currelantes de "El
trabajo gustoso". Eran los años de la retaguardia sevillana en la guerra
civil. El carbonero de Triana veía que en todos los periódicos, en todos los escritos oficiales, en
los papeles, en el parte de guerra en Radio Sevilla, siempre se remataba con
una media verónica:
"1937, Segundo Año Triunfal" o
"1938, Tercer Año Triunfal". Y un buen día, por las carestías
derivadas del conflicto, porque no podían ir a la sierra los piconeros del
cuplé de Imperio Argentina, fue que se
quedó sin mercancía que vender en su carbonería. ¿Para
qué abrir, si no hay carbón que vender?, pensó. Y como no podía vender ni una
escoba, se le ocurrió cerrar por aquel día la carbonería. En cuya puerta, muy de acuerdo con el espíritu imperial de
los tiempos que corrían, puso escrito
con cisco picón sobre un cartón un letrero que decía, con la
solemnidad de un jerarca de Falange:
"Se acabó el carbón. Tercer
año triunfal".
Un letrero así tenía que haber puesto Susana Díaz a las puertas
del Parlamento, tras presentar su dimisión, obviamente.
Un letrero
escrito, ¿qué digo yo?, con la tinta de las
facturas falsas, o de los expedientes de los ERE, o de los cursos de formación, que dijera:
"Se me acabó el
carbón. Tercera votación de investidura triunfal".
Porque a Susana se le ha acabado
el carbón. No solamente no tenemos aún oficialmente de presidenta en
Andalucía a la trianera del Tardón que hablaba como La Pantoja, que tenía su
misma soberbia y que se iba a comer el mundo, sino que el PSOE se ha quedado sin lideresa nacional. No sólo le han dicho que nanai de la China a pactar con
el Partido de los ERE, ni siquiera por el método de la abstención, sino que
dónde vas con mantón de Manila, queriendo ser la lideresa del PSOE en toda España.
Susana Díaz se hizo su
propio cuento de la lechera. Lo que iba
a sacar cuando el dedo del imputado Griñán la puso de presidenta iba a ganar de
calle las elecciones anticipadas, e iba a llegar a Madrid, a la calle Ferraz y
a la Moncloa, a alta velocidad, sin necesidad de Ave. Otro globo que se desinfla en
esta temporada de perros deshinchados, como Podemos y Ciudadanos en las
encuestas. Como a Susana se le acabó el
carbón, ya no es que no vaya a ser la
lideresa nacional del PSOE quitando al Guapito de Cara, es que veremos a ver si no empieza ya el alboroto y el tiroteo de
"Váyase, señora Díaz". Se le acabó el carbón, ha oído los tres
avisos y le han echado el toro al corral. Aquella lideresa nunca existió. Lo
que sigue existiendo es el Régimen Andaluz, que
sigues levantando una piedra y te sigue saliendo una mina de Aznalcóllar
adjudicada a dedo a un adicto. ¡No es Susana, es el Régimen, imbéciles!
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