- Pensar que, por un décalogo rimbombante, el PSOE modificará 30 años de régimen es de una ingenuidad delirante
- A este paso, Rivera va camino de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver (político), como James Dean
C's y el 'Pacto de Montpensier' , por
Francisco Rosell.
- Pensar que, por un décalogo rimbombante, el PSOE modificará 30 años de régimen es de una ingenuidad delirante
- A este paso, Rivera va camino de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver (político), como James Dean
SI NO fuera porque el Estatuto de Autonomía lo impide y fija
imperiosamente dos meses para que acarree los votos precisos para seguir como
inquilina del Palacio de San Telmo, si no apetece vérselas
con las urnas, Susana Díaz aguantaría como regente, es decir, en funciones,
toda la legislatura. Profesaría la estela del director general de la
RTVA, Joaquín Durán, que trasiega tres años de interinato por el bloqueo del
PSOE a la renovación del Consejo de Administración tras la victoria del PP en
2012. Saltándose clamorosamente la
legalidad, como en la conformación de la
Mesa del Parlamento, el PSOE se garantizó el férreo control de una cadena
pública erigida, desde su origen, en un baluarte socialista. Eso sí que fue un
boicot, y no el que esgrime Díaz para que los demás le saquen del atolladero en
el que ella sola se ha empotrado.
Lo pasmoso es que, ante tamaña barrabasada, el PP se
resignara y no denunciara a la Justicia el atropello. Parece rectificar su pasividad
anunciando ahora que recurrirá el pucherazo cocinado por el antiguo edecán de
Chaves, Luis Pizarro, como presidente de
la Mesa de Edad, y que desprende un olor a
podrido que orienta por dónde van los viejos nuevos tiempos de Díaz. Aplicando
una aritmética creativa, Pizarro resolvió
que a los 33 diputados del PP correspondía un puesto en el órgano de gobierno
de la Cámara, mientras que los 47 socialistas, elevando su potencia al cubo,
tocaban a tres. Incluida la Jefatura de la Cámara, a donde encaramó a
quien personaliza los peores vicios del régimen.
Perpetrada la fechoría, Díaz no se ha ruborizado en apremiar
su entronización por parte de ese mismo PP al que el PSOE desplumó la
Presidencia merced a su pacto de perdedores con IU. Parafraseando a Borges sobre los peronistas, no es que sean ni
buenos ni malos, sencillamente son incorregibles. Mucho más cuando se envejece
en el poder hasta perpetuarse. Escrito está que, cuando se pierde la
vergüenza, es imposible hallarla. No debe ser
de la misma opinión Ciudadanos.
Luego de la arrogancia con la que festejó su triunfo del
24-M, enarbolando que ella no tenía por qué entenderse con nadie porque ya
había sido proclamada por «la gente», Díaz ha visto humillada su soberbia al
cotejar con los días que su amarga victoria le impone un tributo de vasallaje
que no fenecerá con su investidura. Maquinando que cogería con el paso cambiado
a sus rivales, fingió una inestabilidad falsa, pues IU fue tan fiel que se hizo
indistinguible del PSOE. Díaz se ha debido consolar con un éxito pírrico, fruto
más del cataclismo del PP que de su tirón. Arriesgando temerariamente por ser
demasiado codiciosa, registró el peor resultado del PSOE en la historia de la
autonomía y quedó atrapada en su propia ratonera.
Apeada de la carroza antes de ser calabaza, una vez que los
ratones ya no se le figuran corceles como la noche de la ilusión electoral, no
le queda otra que prodigar cortesías y cuidados. Hace bueno el proverbio: «Si te hace caricias el
que no las acostumbra hacer, o engañar te quiere o te ha menester». Los gatos escaldados de esta mujer nada de fiar
pensarán que primero te ha de menester para luego engañarte y dejarte en la
estacada como hizo con IU o con sus colegas de partido para auparse al Poder.
Si finalmente C's tragara con la ida de dos políticos
amortizados por la corrupción y que ya estaban de salida como Griñán y Chaves
para facultar que Díaz sea investida, habría hecho un pan como unas tortas y se
plasmaría la
paradoja de que antiguos votantes del PP -bien que optaron por ella como voto
útil para frenar a Podemos o que migraron a C's por contravenir sus promesas-
entronizarían a Díaz, al cabo de los tres años de la gesta del PP. En la práctica, el pacto de investidura
solo comprometería a C's que, una vez mordida
la fruta prohibida, no sólo habrá perdido su
estado de gracia, sino que seguirá los derroteros del PA y de IU. Mucho más una formación de aluvión, cuya tripulación es del
desconocimiento pleno de un capitán que contrata detectives para certificar sus
buenas conductas.
Pensar que, por un
decálogo rimbombante, el PSOE modificará la forma de conducirse de treinta años
de régimen es de una ingenuidad delirante. Basta ver la
relación de imputados arrecogidos en los beaterios de la administración
paralela, tras verse obligados a quitarles de en medio y preservarles la nómina
pública. Pongamos que hablamos de Irene Sabalete y sus testigos de
Jehová. Dado que el papel lo aguanta todo, más
cuando la necesidad apremia, firmarán hasta lo que no hay en los escritos. Incluso, esa cláusula de imposible de cumplir por la que resarcirán
de su bolsillo el dinero que los ladrones de lo público saqueen del erario. Que
empiecen con los ERE y los cursos de formación.
Remontando Guadalquivir arriba, en el corto trayecto que va
desde Sanlúcar de Barrameda, donde el líder andaluz de C's ya gobierna ocho
años como independiente con el PSOE, C's ha podido embarrancar su futuro por
medio de este pacto de Montpensier, reminisciencias de aquel legendario
conspirador que fue Antonio Orleans, ligado a ambas ciudades. Asentó su Corte
chica en San Telmo y su residencia de verano en la San Sebastián del Sur. A
este paso, Albert Rivera va camino de vivir rápido, morir joven y dejar un
bonito cadáver (político), como James Dean, tras franquear la
Presidencia a un PSOE que encarna los males de la corrupción y el clientelismo,
ejes de su perennidad en el Poder.
Ni la ley ni los
códigos frenaron nunca al PSOE-A, como para hacerlo unos advenedizos. Simulando ceder ante estos aparentes
garibaldianos que recabaron votos para finiquitar el régimen, el PSOE aplica la
máxima de Tomasi di Lampedusa en su novela Il Gattopardo: «Si queremos que todo
siga igual, es necesario que todo cambie».
Quizá, después de querer enseñar a pescar a los andaluces, Rivera ha decidido recoger la caña y plegarse al
orden reinante. Habrá interiorizado
que, en este Mezzogiorno español, como en la Sicilia del Príncipe de Salina,
«cada intromisión, si es de extranjeros por su origen, si es de sicilianos por
independencia de espíritu, trastorna su delirio de perfección lograda, corre el
peligro de turbar su complacida espera de la nada». Perdida la inocencia de los
grupos emergentes, el régimen quedará incólume y el palacio de San Telmo
tranquilo como un convento.
Frente a enredos y embrollos, convendría un procedimiento de doble vuelta en el que el
ciudadano no pierda el sentido de su voto y resuelva por su cuenta quién lo
gobierna sin mercadeos ni componendas partidistas. Ya explicó el politólogo Maurice
Duverger en La democracia sin el pueblo que esas amalgamas poselectorales obran esperpentos
que no se aproximan, ni de lejos, a lo votado. En vez de las urnas, resuelven los
despachos, perpetrando estafas. Esta causa
despeñó la IV República en Francia y ocasionó que De Gaulle promulgara un
sistema mayoritario a dos vueltas.
No se atisba por qué Rajoy reculó, embarcando a los suyos, y
el PSOE hizo cuestión de gabinete de una invitación no necesariamente lesiva.
Como dice el clásico, «quien, cuando puede, no quiere, bien es que, cuando
quiera, no pueda, perdiendo por el mal querer el bien poder». La cerrazón del
PSOE al negarse a que los regidores salgan de la lista más votada puede
volverse en contra y favorecer de rebote al PP en las municipales por la
atomización política.
Si el PP afronta un previsible retroceso (en 2011 recogió la
mayor cosecha de su historia), al PSOE no se le presenta mejor, con el añadido
de que ahora tendrá comprometido armonizar sus intereses con Podemos, IU y
otras candidaturas de izquierda y nacionalistas, además de granjearse a C's,
UPyD e independientes. Díaz sólo ha reparado al empantanarse su Presidencia.
Vueltas que da la vida. La adaptación de aquella «geometría variable» de
Zapatero deberá ser el cañamazo de la legislatura y constreñirá a Díaz, como a
la Reina Negra de Lewis Carroll, a correr a todo meter para permanecer donde
estaba cuando precipitó las elecciones como un parto programado.
francisco.rosell@elmundo.es
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