José Antonio Griñán llevaba mucho tiempo preparando la cita ante el Supremo. Estaba todo planificado, lo que debía explicar ante el alto tribunal: una encendida defensa de la legalidad del sistema de ayudas, a pesar del fraude. Y lo que debía decir fuera: no hubo nunca un plan del Gobierno andaluz para orquestar un mecanismo para desviar fondos de la administración a personas afines al PSOE. Ante el Supremo, Griñán no cruzó ni una sola raya que no tenía que cruzar: el sistema era legal y se coló un alto cargo que hizo mal uso de todo. Ante los periodistas, el expresidente soltó lo que los socialistas llevaban años sin querer decir: “En los ERE no hubo un gran plan, pero sí un gran fraude”.
La primera parte de la frase estaba en el guión. La sorpresa estaba en la segunda: “Un gran fraude”. Esas tres palabras encierran el camino recorrido entre la teoría de los cuatro golfos —sostenida por el PSOE contra la realidad, el sentido común y los hechos, desde que estalló el caso de los ERE fraudulentos— hasta la obviedad de lo ocurrido: uno de los mayores escándalos con ayudas públicas que se ha cometido en una Administración. Un tremendo agujero en los controles, en los que había y en los que se quitaron para agilizar las subvenciones.
El tinglado de la Admon. paralela funcionando y en pie, no demuestra, lo que es: ¿ "ingeniería jurídica" a medida para perseguir lo inadmisible?
Andalucía es un "Regimen" = Cintas de video; Mercasevilla, Invercaria, Agencias.
El gran fraude
Esas tres palabras encierran el
camino recorrido entre la teoría de los cuatro golfos hasta la obviedad de lo
ocurrido
José Antonio Griñán llevaba mucho
tiempo preparando la cita ante el Supremo. Estaba todo planificado, lo que
debía explicar ante el alto tribunal: una encendida defensa de la legalidad del
sistema de ayudas, a pesar del fraude. Y lo que debía decir fuera: no hubo
nunca un plan del Gobierno andaluz para orquestar un mecanismo para desviar
fondos de la administración a personas afines al PSOE. Ante el Supremo, Griñán
no cruzó ni una sola raya que no tenía que cruzar: el sistema era legal y se
coló un alto cargo que hizo mal uso de todo. Ante los periodistas, el
expresidente soltó lo que los socialistas llevaban años sin querer decir: “En
los ERE no hubo un gran plan, pero sí un gran fraude”.
La primera parte de la frase
estaba en el guión. La sorpresa estaba en la segunda: “Un gran fraude”. Esas
tres palabras encierran el camino recorrido entre la teoría de los cuatro
golfos —sostenida por el PSOE contra la realidad, el sentido común y los
hechos, desde que estalló el caso de los ERE fraudulentos— hasta la obviedad de
lo ocurrido: uno de los mayores escándalos con ayudas públicas que se ha
cometido en una Administración. Un tremendo agujero en los controles, en los
que había y en los que se quitaron para agilizar las subvenciones.
Un gran fraude, en palabras de un
expresidente de la Junta, que en la etapa en la que ocurrieron los hechos era
el responsable de la Consejería de Economía y Hacienda de la Administración
autonómica. Ese enorme escándalo de irregularidades que, hasta ahora, había
existido para todo el mundo, también lo es ya para el PSOE en Andalucía. Un
pequeño paso de Griñán, pero un gran paso para los socialistas. La base para
solucionar un problema, es admitir que se tiene. Pero, ¿Y además, qué? ¿Cuál
debe ser el siguiente paso de un político en política cuando asume que durante
su mandato se cometieron irregularidades que el propio político lleva a la
categoría de “gran fraude” o que califica de “una barbaridad”?
Desde que concluyeron las
elecciones en Andalucía, con una victoria de Susana Díaz que le alcanzó para
obtener 47 diputados, ocho escaños por debajo de la mayoría absoluta, todas las
negociaciones para la sesión de investidura y toda la actualidad andaluza ha
estado marcada por la corrupción. En lo judicial, los nuevos informes de la Intervención
General sobre las ayudas a curso de formación, con millones de euros aún por
justificar; la patética comparecencia de José Antonio Viera en el Tribunal
Supremo y ahora la frase de Griñán. En lo político, la decisión del PP, Podemos
y Ciudadanos de pedir la dimisión de los ex presidentes de la Junta como paso
previo a cualquier negociación.
La frase de Griñán ha puesto a su
sucesora en el cargo, Susana Díaz, ante la realidad de lo obvio. Y lo obvio es
que, con independencia, de las responsabilidades políticas, que las hay, y de
las penales, que también existen —aunque esté por determinar hasta dónde
llegarán—, la tarea para que Andalucía tenga un nuevo Gobierno está en su
tejado del PSOE. Y son los socialistas los que deben ofrecer explicaciones sobre
lo ocurrido en los ERE y los cursos de formación. Y sobre todo, deben dar
garantías de que no volverán a sucederse irregularidades calificadas como “un
gran fraude” por un ex presidente del mismo partido que aspira a seguir
gobernando. ¿¿????
Los demás representantes en el
Parlamento andaluz están en su derecho de plantearle exigencias a Díaz para
darle su apoyo. Al menos dos de ellos lograron sus escaños en la cámara con un
mensaje inequívoco: la lucha contra la corrupción. Y, supongo, que están en la
obligación de justificar ante sus electores la decisión final que adopten.
@jmatencia
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