PRODUCE VERGÜENZA que los españoles tengamos que soportar que entre
nuestros representantes legítimos se sigan sentando los dirigentes bajo cuya
responsabilidad política se desarrolló la desoladora trama de corrupción y
despilfarro que proyecta a gran escala los peores males del caciquismo
decimonónico andaluz en pleno siglo XXI.
......ERE como .... un sistema ideado para extraer una
cantidad ingente de recursos públicos con los que comprar adhesiones políticas
para el partido. Para ese destino se malversaron 855 millones de euros,
distribuidos a libre discreción,
de los que 141 se repartieron en chanchullos, conseguidores, comisionistas y
premios en forma de prejubilaciones para arribistas bien relacionados con el
poder. Las cantidades provocan escalofrío, tanto como bochorno causa la condescedencia de Pedro Sánchez y Susana
Díaz con quienes ampararon, cuando no promovieron, esas prácticas.
.......Es imposible que
el presidente de Andalucía y su consejero de Hacienda no estuvieran al tanto de
esa completa ausencia de control en la adjudicación de subvenciones que se
prolongó durante más de una década y que llegó a provocar un déficit
presupuestario de 100 millones de euros al año porque se dio más dinero del que
había.
Nota: ¿Parece
que en Madrid todavía no se han enterado de para que se crea y
sirve la Administración paralela,
brazo ejecutor del Régimen?... O mejor dicho quizás hasta ahora ¿nadie se
quiere enterar de nada, sólo Alaya.....?
La desfachatez de
Chaves y Griñán debe colmar la paciencia del PSOE
PRODUCE VERGÜENZA que los
españoles tengamos que soportar que entre nuestros representantes legítimos se
sigan sentando los dirigentes bajo cuya responsabilidad política se desarrolló
la desoladora trama de corrupción y despilfarro que proyecta a gran escala los
peores males del caciquismo decimonónico andaluz en pleno siglo XXI. Hace
tiempo que el PSOE carga con el baldón de mantener a Manuel Chaves y José Antonio Griñán como diputado y senador, respectivamente, para no
tener que asumir los ERE como lo que cualquier ciudadano informado sabe que
fueron: un sistema ideado para extraer una cantidad ingente de
recursos públicos con los que comprar adhesiones políticas para el partido.
Para ese destino se malversaron 855 millones de euros, distribuidos a libre
discreción, de los que 141 se
repartieron en chanchullos, conseguidores, comisionistas y premios en forma de
prejubilaciones para arribistas bien relacionados con el poder. Las
cantidades provocan escalofrío, tanto como bochorno causa la condescedencia de
Pedro Sánchez y Susana Díaz con quienes ampararon, cuando no promovieron, esas
prácticas.
Chaves declaró ayer
como imputado en el Supremo porque era el
presidente de la Junta de Andalucía cuando se tejió esa red destinada a
alimentar las estructuras clientelares endémicas que tanto ayudan a sostener al
PSOE al frente del Gobierno autonómico. Su descaro llegó al punto de
negar que existiera «ninguna ilegalidad, ni siquiera ninguna irregularidad». Al menos
Griñán tuvo la decencia de admitir que los ERE falsos fueron una «barbaridad», aunque rechazase haber tenido el más mínimo
conocimiento de ellos cuando era consejero de Hacienda, lo que resulta increíble. Chaves eludió cualquier culpa y efectuó un relato
inverosímil, kafkiano, según el cual el Gobierno andaluz sería un agujero negro
en el que todo funcionaba bien, en el que no había «descontrol», pero en el que
al mismo tiempo los consejeros no informaban a su presidente, ni lo hacían los
«200 directores generales», con los que no hablaba, ni los diputados del
Parlamento andaluz fueron capaces de detectar nada pese a que bajo sus pies se
abría una brecha milmillonaria de la que se beneficiaba toda la flora que
parasita la administración pública al servicio del PSOE.
No cabe mayor
desfachatez. Es imposible que el presidente de Andalucía y su consejero
de Hacienda no estuvieran al tanto de esa completa ausencia de control en la
adjudicación de subvenciones que se prolongó durante más de una década y que llegó
a provocar un déficit presupuestario de 100 millones de euros al año porque se
dio más dinero del que había. Las intervenciones de Chaves y Griñán deben ser la
gota que colme el vaso de la paciencia de Sánchez, sin hacer depender sus
responsabilidades políticas de su encuadramiento en categorías procesales. El
«cambio seguro» que el PSOE aspira a representar tendrá credibilidad o no
dependiendo de su respuesta. Mañana se constituye el Parlamento autonómico y ni
Podemos ni Ciudadanos van a apoyar a Díaz. Los dos ponen a la estabilidad
institucional el razonable precio mínimo que les exigen sus electores: la
cabeza de Chaves y Griñán, presupuesto para desterrar de Andalucía la cultura
de la corrupción y mirar al futuro con esperanza. El PSOE también debería verlo
así.
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