¿Ingeniería jurídica, para quitar los controles y "diseñar un sistema" que permite el latrocinio generalizado de fondos públicos?
¿Cuando juran sus cargos no prometen guardar la Constitución y las leyes?
Martínez Aguayo sí tenía preparación, pero no tenía tiempo. Estaba muy ocupada y le llegaban muchos informes que no podía leer. Estaría haciendo política o cosas importantes. Ella, al ver tantos fotógrafos esperándola en la puerta del tribunal, dijo que se sentía como Elizabeth Taylor.......
Seguramente ni ella ni Viera ni Griñán se beneficiaron directamente de ese engendro, pero tienen algo, o mejor dicho, mucho, que ver ........ e implica responsabilidad, ética, moral, compromiso y velar por la justicia....... Algo que ahora reconoce el tercer imputado, Griñán, y que en su día se negó a hacerlo, acudiendo a mentiras....... cuando pretendió camuflar su dimisión con asuntos familiares y cuestiones privadas que en nada estaban relacionadas con los ERE ni con la corrupción que se había practicado mientras él estuvo en el gobierno....
http://www.elmundo.es/andalucia/2015/04/11/5528dc70ca47410d7c8b456c.html
El maestro, Liz Taylor y la barbaridad
ANTONIO SOLER 11/04/2015
El desfile ante el Supremo de los altos cargos de la Junta es una especie
de carnaval onírico en el que los personajes dicen cosas incongruentes y cobran
rasgos de personalidades ajenas con una facilidad pasmosa. Y lo hacen sin que
la lógica de los acontecimientos se resienta, tal como ocurre en los sueños.
Solo que aquí estamos despiertos, o eso parece. José Antonio Viera, Carmen
Martínez Aguayo, José Antonio Griñán, cada uno subvierte la línea racional por
lado o por otro, diríase que cada uno en la medida de sus facultades. La parada
la inició Viera con una gloriosa frase que, de haber sido legionario o
futbolista, se podría tatuar en los bíceps: «Sólo soy un maestro». Magnífico,
redondo, lapidario. Ahí tenemos la confesión de una sospecha que desde hace lustros viene planeando sobre la política en general y sobre la de la Junta en particular. Nos gobiernan ineptos, es decir, personas que no tienen conocimientos ni preparación para desarrollar las funciones que requieren los puestos a los que llegan por vía partidista.
Un maestro sin conocimientos jurídicos suficientes como para saber lo que estaba pasando, dijo, con palabras muy parecidas, Viera. Un buen maestro probablemente, un pésimo consejero que, en el mejor de los casos, no se enteraba de lo que estaba pasando delante de sus narices, un incompetente para desarrollar el trabajo que debía hacer. Él estaba allí para hacer política, afirma. Dejar que entre los dedos se le escurran cientos de millones de euros de los andaluces también es hacer política. ¿O qué es hacer política? ¿Preparar las pistas de despegue para ganar y volver a ganar elecciones? Eso es fútbol, como bien lo definió el gran Luis Aragonés. Ganar y ganar y ganar y volver a ganar. Darle patadas al erario público para meterlo en la portería y poder seguir ganando, jugando con nosotros. Es un concepto rastrero de la política.
Martínez Aguayo sí tenía preparación, pero no tenía tiempo. Estaba muy
ocupada y le llegaban muchos informes que no podía leer. Estaría haciendo
política o cosas importantes. Ella, al ver tantos fotógrafos esperándola en la
puerta del tribunal, dijo que se sentía como Elizabeth Taylor. Pues sí. Más le
habría valido estar harta de whisky, vodka, ron o lo que sea que tomara la
señora de los ojos violeta -seguramente un revuelto de todo eso y algo más-,
borracha como una cuba o casándose y descasándose una y otra vez antes que
permitiendo consciente o inconscientemente este vergonzoso fraude que tiene en
entredicho a toda una región, a la honestidad de un pueblo demasiadas veces
vilipendiado y tachado de truhán por culpa de gente como la que organizó y se
enriqueció con los EREs falsos. Seguramente ni ella ni Viera ni Griñán se
beneficiaron directamente de ese engendro, pero tienen algo, o mejor dicho,
mucho, que ver. Políticamente. Eso es mucho más que la coletilla de Aragonés e
implica responsabilidad, ética, moral, compromiso y velar por la justicia. Algo
que ahora reconoce el tercer imputado, Griñán, y que en su día se negó a
hacerlo, acudiendo a mentiras de niño que no quiere ir al colegio cuando
pretendió camuflar su dimisión con asuntos familiares y cuestiones privadas que
en nada estaban relacionadas con los ERE ni con la corrupción que se había
practicado mientras él estuvo en el gobierno. Pueriles estrategias para no
reconocer una responsabilidad política que ahora, entre la espada y la pared
del Supremo, asume como un mal menor. Aquello que no era nada, falsas
acusaciones, maniobras de la oposición para ensuciar la honorabilidad de un
gobierno decentísimo, ahora le parece a Griñán una «barbaridad». Lo
mismo que siempre nos ha parecido a todos.
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